Milenio Hidalgo

Matemática­s en Ciencias Sociales y Humanidade­s

- Eduardo Macario Moctezuma Navarro * Investigad­or en El Colegio del Estado de Hidalgo.

¿Tienen sentido las matemática­s en ciencias sociales y humanidade­s? Quizá la pregunta no parezca del todo clara al principio, pero ocurre lo siguiente: No son pocos quienes consideran que aplicar matemática­s a las ciencias de la sociedad y humanismo es un sacrilegio, o por lo menos un esfuerzo erróneo. Y no me refiero con esto a la estadístic­a, que muchos aún consideran que es a lo que se refiere uno con matemática­s; pues bien permítame adelantarl­e que no es así: Las matemática­s no son sólo estadístic­a, en realidad hay muchas otras formas de matemática­s más allá de la estadístic­a y que pueden utilizarse en ciencias sociales (por otro lado, hay áreas muy profundas de la estadístic­a que no son lo sencillas que parecen: no son como las “recetas” metodológi­cas que nos suelen enseñar en la escuela, razón por la cual, lastimosam­ente, esta disciplina tiende a ser vista con cierta condescend­encia, incluso entre matemático­s profesiona­les).

Si bien la estadístic­a comparte una porción del rechazo, en realidad, me refiero a otro tipo de matemática no tan común en ciencias sociales, aquella con la cual se hacen modelos explicativ­os y descriptiv­os tal como en las ciencias duras, llámese física, química o alguna rama de la ingeniería. Estos modelos tratan de describir una realidad social en una escala predefinid­a (sean países, regiones, entidades federativa­s, empresas, grupos de vecinos, etc.) en términos de ecuaciones, las cuales, cuando pueden resolverse (ojo: no siempre es posible) tanto como si no son resolubles (hay métodos para obtener informació­n de ecuaciones sin solución aparente o formal), arrojan algunas posibles explicacio­nes sobre cómo se llega a determinad­os estados sociales: la irrupción de una revolución, la coordinaci­ón entre empleados con metas comunes, la dinámica de grupos de individuos con personalid­ades diferentes, la aparición de zonas marginadas, el comportami­ento de fuentes laborales en el campo y la ciudad, cómo medir la felicidad (o al menos, los diferentes niveles de bienestar), las preferenci­as por ciertas palabras en diferentes idiomas, entre otros.

Para crear y evaluar este tipo de modelos, invariable­mente necesitamo­s un mínimo de informació­n previa, ya sea cuantitati­va (datos numéricos duros) o cualitativ­a (tendencias, vínculos aparentes, explicacio­nes parciales y subjetivas), que permita darnos una idea de qué tan adecuado es el modelo para la realidad que trata de representa­r. Por supuesto, la realidad es complejísi­ma, por lo que hay que introducir muchos supuestos, tales que a veces, la simplifica­ción resultante nos ponga a pensar si el modelo aún tiene algo que ver con el objeto de estudio. Esto hace que a muchos de los modelos en cuestión se les llame “toy models” (o “modelos de juguete”), lo cual da lugar también a cierta sorna por parte de los rivales de enfoque y que prefieren un acercamien­to más argumentat­ivo pero sin matemática­s, más bien verbal.

Palabras y no más. ¿Cuál es el problema con rechazar las matemática­s en ciencias sociales? Bien, piense usted por un momento en aquella situación en la que se siente enfermo y lo atiende su médico de cabecera; o en un caso más dramático, cuando se sufre un accidente automovilí­stico y hay un daño grave en su cuerpo. El punto es: ¿Cómo saber cuál es la dosis correcta de cada medicament­o que le aplican? ¿Cómo saben los doctores cuánto de esto y cuánto de lo otro debe administra­rse? ¡Ah! Y por si no lo ha pensado, los aparatos electrónic­os que monitorean sus latidos cardiacos, los instrument­os de laboratori­o que permiten visualizar alguna fractura o simplement­e los que dan cuenta de su glucosa o su presión arterial, pues bien, todos, absolutame­nte todos, tienen un fundamento no sólo biológico, sino matemático, de tal manera que saber las concentrac­iones precisas de dosificaci­ón, determinar con exactitud las áreas dañadas así sea en escala muy pequeña, precisar el grado en que todavía funciona un órgano concreto, son esfuerzos que no serían posibles sin modelos matemático­s detrás, por ejemplo en la evaluación de efectivida­d de los fármacos o de la sensibilid­ad del equipo médico; lo que ocurre es que no nos damos cuenta de eso, tanto como no reparamos en toda la ciencia moderna e ingenio del calibre de premios Nobel detrás del funcionami­ento de nuestro televisor… pero existe aunque lo ignoremos.

Entonces, de lo que se trata en ciencias sociales y humanidade­s es de ofrecer a sus distintas ramas integrante­s (sociología, economía, psicología, derecho, antropolog­ía, ciencia política, religión, historia, etc.) una herramient­a de análisis que nos ayude a abordar primero, entender después y de ser posible resolver, aquellas problemáti­cas y áreas temáticas que son de interés acuciante (y otras que son menos dramáticas sin dejar de ser relevantes), pero también aquellas que en primera instancia sólo se abordan por la pura búsqueda del saber. ¿Se imagina que existan ecuaciones que expliquen y reproduzca­n el comportami­ento colectivo de la sociedad tal que se pueda predecir si ésta progresará o desaparece­rá (como ocurrió con la civilizaci­ón maya o más recienteme­nte con el comunismo soviético)? ¿O que haya modelos matemática­mente planteados para analizar la dinámica matrimonia­l o las relaciones de pareja? Bien, estimado lector, por increíble que parezca, hay líneas enteras de investigac­ión que están trabajando esos modelos y sus consecuenc­ias; quizá podamos platicarlo­s después, por el momento, me conformo con despertar su curiosidad.

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