Ildefonso Guajardo y el ogro
Cada vez que le preguntan, Ildefonso Guajardo dice lo mismo: no va estar sencillo, será una montaña rusa, habrá dificultades, no va ser rápido.
El secretario de Economía sabe de esto. Hace 26 años fue parte del equipo de negociación que encabezaban Jaime Serra Puche y Herminio Blanco y vivió cómo la negociación estuvo a punto de caerse varias veces, la necedad de los canadienses con ciertos temas, la dureza de los estadunidenses. Y eso, en tiempos que todos querían el tratado, apertura, más comercio.
Si Guajardo está en Washington es porque, fundamentalmente, el gobierno de Trump odia el tratado y canadienses y mexicanos intentarán salvarlo.
Lo dijo con todas sus letras ayer su negociador: “El TLCAN les ha fallado a muchos americanos... Los números son claros: el gobierno de Estados Unidos ha certificado al menos que 700 mil americanos han perdido sus empleos por los cambios de ley que resultaron del TLCAN, mucha gente cree que el número es mucho mayor que eso. En 1993, México y Estados Unidos experimentaban un comercio relativamente balanceado, pero desde entonces hemos tenido déficits persistentes”.
“Tenemos —dijo— que proteger el mercado interno”.
Nada nuevo de lo que dijo ayer la contraparte estadunidense. Es exactamente lo que dijo Trump desde hace años. Lo que dijo y prometió en campaña.
A diferencia de hace un cuarto de siglo, Guajardo y su equipo enfrentan la negociación con una amenaza constante: si se harta, si lo necesita para su popularidad, Trump puede siempre bajar el switch y anunciar que como no hay voluntad de las partes, pues simplemente se retira del tratado.
Para los ilusos que siempre han creído que los grandes empresarios forzarían a Trump a cambiar su posición, espero hayan visto lo que ha pasado en los últimos días entre el presidente y los empresarios después de la reafirmación de que Trump es un aliado de la derecha radical y racista.
A esto habría que agregar que la negociación podría coincidir con elecciones de medio término en Estados Unidos, con un Trump aún más debilitado, las elecciones mexicanas… en fin.
Tal vez lo mejor, para México, sería que la negociación nunca terminara o que durara hasta que el ogro se fuera.
Lo que sí, es que la vida de Ildefonso no será sencilla.
Va a extrañar.