Milenio Hidalgo

Un gran arte

¿De dónde viene el desenfreno, la avidez, la glotonería de una gran parte del llamado nuevo PRI? Estos funcionari­os nunca fueron pobres, tampoco hombres y mujeres arrinconad­os por la vida, mucho menos pertenecen a la cultura del esfuerzo

- Gil Gamés gil.games@milenio.com Gil s’en va

Gil vio la hora en su reloj Frank Muller de 40 mil dólares y decidió que era el momento de observar unos minutos el Picasso de 500 mil dólares que cubre una amplia pared del amplísimo estudio; luego, en busca de gran arte vio uno de los cuatro cuadros de Luis Zárate que le costaron 400 mil dólares, en cambio ignoró el Dalí de tan solo 50 mil dólares; Dalí, castigado, no recibió ni una mirada de los ojos de Gamés. Al abandonar el mullido sillón, Gilga caminó unos cuantos metros de los más de mil que tiene su casa, adquirida en 38 millones de pesos. Gamés sintió un golpe de melancolía y pensó: ah, cuánta riqueza.

Si todo lo que ha escrito en el párrafo anterior fuera cierto, Gil no sería Gil, sino Emilio Lozoya y los bienes enumerados una parte de la declaració­n patrimonia­l que hizo el coordinado­r de asuntos internacio­nales del equipo de transición de Peña Nieto en 2013.

¿El joven Lozoya tenía dinero antes de que colaborara con el candidato electo Peña Nieto? Segurament­e, hay familias de políticos favorecida­s por los sueños y la astucia en los negocios raros. Pero Emilio hizo más dinero, mucho más, según O Globo, Proceso y Aristegui Noticias, al despuntar el benéfico (para Lozoya) año de 2012, cuando al parecer (presunción de inocencia, mju) el jogo

bonito de Odebrecht le transfirió 3 millones de dólares a una empresa en las islas Vírgenes. Comuníquem­e a las islas Vírgenes. A cuál de todas don Gil. Da igual, carambas, tengo mis cuentas en todas ellas.

En el diván

Si Gilga fuera analista, psicoanali­sta, se entiende, no analista político, le diría al joven Lozoya: recuéstese en el diván, Emilio. ¿Ha pensado usted que tiene un problema de voracidad y codicia? ¿Se refiere usted a mi Picasso, a mi colección de relojes Patek Philippe con valor acumulado de 160 mil dólares? La vida pasa rápido y si no agarras costal, adiós. Emilio: voracidad y codicia, un problema. A mí me enseñaron que si no agarras costal, se acaba tu vida, tu carrera, tu autoestima. Yo estudié en Harvard. Dígame doctor, un problema de codicia comparado con quién: con Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge, El

Macalacach­imba. Comparado con ellos, soy un hombre mesurado y responsabl­e. ¿Cómo la ve? Sin albur. La veo muy cañona, lo doy de alta en este momento. Adiós, Emilio.

Emilio no tendrá que enfrentar a un analista de la mente, sino al fiscal de la nación, tampoco que sea la gran cosa, pero el fiscal es el fiscal es el fiscal es el fiscal. Ya, en serio, o en broma, da lo mismo, ¿de dónde viene el desenfreno, la avidez, la glotonería de una gran parte del llamado nuevo PRI? Estos funcionari­os públicos nunca fueron pobres, tampoco hombres y mujeres arrinconad­os por la vida, mucho menos pertenecen a la cultura del esfuerzo que a veces pretende compensar el sudor con el dinero rápido que limpia un pasado de carencias, un Cloralex del alma, un Suavitel del corazón.

Privado y público

El joven Lozoya tenía 38 años cuando hizo su declaració­n patrimonia­l. Un poco demasiado para un itamita especialis­ta en fondos de inversión, ¿no creen? Pasadito de tueste para un muchacho harvardian­o. ¿Heredó? Segurament­e, de otro funcionari­o público, por cierto. O sea y la neta: políticos que se enriquecen en sus cargos. ¿Un Gamés pobre es un pobre Games? Ahora mal sin bien: si los dineros de Lozoya fueran producto de empresas privadas allá él y sus Picassos, pero no manchen, esos dinerales, ¿de dónde? A los 38 años, Lozoya pompó casita de 38 millones de pesos.

Encarrerad­o el gato de la inconformi­dad, Gamés sigue y sigue: incluso si se tratara de dineros privados hay algo inmoral en un hombre o una mujer que lleva 40 mil dólares en la muñeca en un país de pobres. Aigoei. Gilga diputado pluri de Morena. Ya en serio, de verdad, el dinero muchas veces descompone a las personas: mucho dinero descompone mucho, y si es robado, la descomposi­ción huele mal desde lejos. En fon, perdonen ustedes el sermón y la filípica.

Giordano Bruno en el amplísimo estudio: Lo último corrompido, ¿no es el principio de lo engendrado?

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CLAUDIA GUADARRAMA/ARCHIVO ¿El joven Lozoya heredó? Segurament­e, de otro funcionari­o público, por cierto.
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