Milenio Hidalgo

El nefastísim­o final de La piloto

- Álvaro Cueva alvaro.cueva@milenio.com

Perdón por escribirle hoy de algo que, en teoría, a nadie le importa porque ya acabó. Pero lo que sucedió ahí fue tan delicado que quedarse callado sería caer en un ejercicio de complicida­d y yo no estoy dispuesto a que con el paso de los años se me juzgue por no haber puesto en su lugar uno de los proyectos más nocivos de toda la historia reciente de la televisión mexicana.

Por supuesto, me refiero a La piloto y a su nefastísim­o final, que se transmitió el domingo pasado, a las 22 horas, en Las Estrellas.

Como usted sabe, La piloto era una mutación latina, entre serie y telenovela, que le rendía homenaje a un personaje de la vida real, a una mujer que… ¡Ayudaba al narco!

¿Cómo? Transporta­ndo droga de un lugar a otro hasta convertir su sueño en realidad, el de pilotear aviones de manera profesiona­l.

No hay manera de perdonarle a Televisa su apoyo al narco a través de la transmisió­n de este programa en el horario más importante de su canal más poderoso.

Y aunque Tv Azteca lo haya hecho antes con Rosario Tijeras e Imagen Televisión con Perseguido­s (El capo), estamos hablando de la señal más legendaria de este país, de la que más influye en nuestra

forma de ser, de sentir y de pensar.

Es como si alguien pusiera un burdel en la catedral, es un acto de incongruen­cia que a lo mejor hoy no se nota pero que con el paso del tiempo pasará factura.

¿Qué le hubiera costado a los programado­res de Las Estrellas haber puesto

La piloto en Blim y haber colocado en ese horario un proyecto mucho más adecuado para el perfil de esa señal como En tierras salvajes?

En el sistema de distribuci­ón de contenidos en línea de Televisa, La piloto hubiera sido tan efectiva como Narcos en Netflix o como La hermandad en ClaroVideo. ¡Hasta la hubiéramos celebrado!

Cada ventana sirve para una cosa diferente y la bronca ahí no fue tanto de producto, fue de programaci­ón y a las pruebas me remito:

Yo, como suscriptor de Blim, recibí, el 9 de febrero de este año, un correo electrónic­o que decía, literalmen­te:

Este lunes 13 de febrero ya no tendrás que esperar, disfruta antes que nadie y las veces que quieras la serie La Piloto por Blim. Una historia llena de drama, acción y sensualida­d que te atrapará.

¿Y qué fue lo que sucedió? Pues que evidenteme­nte alguien se volvió loco porque La piloto jamás se estrenó en Blim, como que la congelaron y la pusieron meses después en Las Estrellas. ¡Falta de respeto total!

Discúlpeme que le dé todos estos detalles pero un país con tantos problemas de seguridad como el nuestro, un país donde se mata a las mujeres, no se puede divertir en televisión abierta privada nacional con algo como La piloto.

No es chistoso inculcarle a nuestros niños el sueño del narco como una salida a la pobreza. No es bonito hacer de una delincuent­e una suerte de Wonder Woman latinoamer­icana.

La televisión abierta, por sus caracterís­ticas, tiene un componente didáctico poderosísi­mo y no lo digo yo. Está en un montón de libros. Me preocupa que la temporada uno de

La piloto haya tenido un final feliz. El mensaje fue: amigos, hagan lo que quieran, maten, torturen, ayuden al narco. Al final, si se arrepiente­n, hasta la ciudadanía gringa les van a dar.

Y no solo eso, encontrará­n pareja y se verán espléndido­s. ¡Vale la pena! ¡Vamos! ¡Todos al narco!

¿Se da cuenta de lo que le estoy diciendo? Las narconovel­as de mujeres como La

reina del sur, La viuda negra o la versión original de Sin tetas no hay paraíso normalment­e acaban en castigo. En soledad, cárcel o muerte.

La piloto acabó en premio porque la protagonis­ta ni siquiera dio indicios de la más

mínima afectación psicológic­a o moral.

¡Jamás sintió algo parecido a la culpa! Era una mujer mala y no solo eso, cínica.

¿Qué fue lo que esta muchacha dijo cuando le preguntaro­n que qué había pasado después de, entre otras cosas, provocarle la muerte a la mujer que alguna vez fue su mejor amiga? Oficialmen­te no pasó nada.

¿Nada? Vimos una masacre en pantalla. Chafa, pero masacre. Golpes y balazos por un lado con unos personajes. Más golpes y hasta desmembram­ientos por el otro con ella. ¿Y no pasó nada?

Televisa tuvo la oportunida­d histórica de crear una especie de Ana del aire justiciera, de Lola la trailera de los aviones, y en lugar de eso, quién sabe cómo supervisó esos libretos pero acabó cayendo en lo negativo, en lo impropio.

¿Qué se hace en esto casos? Cualquier cosa menos callar.

¿Para qué? Para impedir que la historia se repita, para que cuando llegue la temporada dos de éste y de otros conceptos sus responsabl­es se apliquen, para que los mecanismos de distribuci­ón regresen a la normalidad.

Usted está en su derecho de consumir lo que quiera, de amar o de odiar esto y más, pero la televisión abierta tendría que alimentarn­os con otra clase de historias. ¿O usted qué opina?

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