Milenio Hidalgo

Rumbo al gran final de temporada de Game of Thrones

- ESPECIAL

Cuando me dicen que la televisión se está muriendo, volteo a ver

Game of Thrones y digo: Sí, claro se está muriendo.

La televisión cobarde se está muriendo. La que no arriesga, la que no se atreve, la que no invierte, la que no trabaja para las audiencias.

¡Ésa, por supuesto que se está muriendo! ¡Y ni quién la vaya a extrañar!

Pero la televisión valiente, la que se juega el todo por el todo, la que no escatima para contar historias que valgan la pena, la que le saca provecho a su ventana, la que se hace por y para las audiencias, ésa vivirá por siempre.

¿Sí se da cuenta de lo que está pasando aquí? Millones de personas, en los cinco continente­s, esperan meses, años, para ver una temporada de una serie de televisión que va a un ritmo de un capítulo por semana.

Y los que más la miran son los jóvenes, los que se supone que no ven televisión.

Por si esto no fuera suficiente, estamos hablando de un concepto complejísi­mo, con decenas de universos y personajes, con sus propias reglas y con sus propios idiomas.

¿Pues no se suponía que los televident­es eran estúpidos? ¿Pues no se suponía que por eso en México solo nos dan refritos y produccion­es de a dos pesos?

Quisiera saber quién gana más, si la televisión nacional con títulos como Hoy voy a cambiar o HBO con propuestas

como Game of Thrones. Si Game of Thrones no fuera lo grande que es, no encabezarí­a las listas de popularida­d de los puestos piratas de las poblacione­s más miserables de nuestra nación.

Si los mexicanos fuéramos esa masa idiota que nos venden los productore­s mediocres y los programas de chismes, no tendríamos la posición global que tenemos en compañías como HBO.

¿Por qué le estoy escribiend­o esto? Por dos razones: primero, porque este domingo se va a terminar la primera parte de la séptima temporada de esta obra maestra y es fundamenta­l que usted esté ahí.

Y porque todavía tengo el sistema nervioso al borde del colapso después de todo lo que ha sucedido en los más recientes episodios de ésta, una de las mejores series de televisión de todos los tiempos.

No se asuste, no le voy a vender trama. En el remoto caso de que usted vaya atrasado o de que no sea fanático de esta joya, no me gustaría arruinarle la experienci­a de irla gozando por su cuenta.

Pero esta séptima temporada de Game of Thrones ha sido lo sublime de lo sublime.

No hay capítulo que no esté mejor que el otro, que no tenga un ritmo más vertiginos­o, que no nos lleve de la ansiedad a la ternura, de la lágrima a la euforia ni del pánico a la revelación.

Por más que uno, como espectador, se invente sus teorías, los responsabl­es de Game of

Thrones siempre van un paso adelante y nos sorprenden desde todas las perspectiv­as:

Dramática, social, actoral, cinematogr­áfica, musical, filosófica, escenográf­ica, histórica, sensual, gastronómi­ca, estética, mitológica, política, religiosa y, por supuesto, desde el punto de vista de los efectos especiales.

Dígame la verdad: ¿usted no ha gritado mirando estos capítulos de Game of Thrones?

En cada temporada, uno normalment­e grita en uno o dos de los episodios.

Aquí cada capítulo es como para acabar sin garganta, porque cuando no estamos viendo una cosa, nos estamos enterando de otra y el personaje que parecía que iba a ir por un lado se va por el otro.

Es obvio que los señores de HBO saben lo que están haciendo y que los secretos de lo que viene para esta serie son tan cotizados que más de una entidad macabra los ha

hackeado o los ha tratado de hackear.

Jamás se había visto un fenómeno tan grande en ninguna casa productora de televisión de ningún rincón del planeta. Me siento muy orgulloso y al mismo tiempo agradecido.

Game of Thrones confirma que cuando algo está bien, funciona. No importa si se transmite en una plataforma u otra, a un ritmo u otro, con actores famosos o con desconocid­os.

Incluso no importa si tiene detractore­s, personas que no se enganchan, que no la aguantan o que no coinciden con su inmensa riqueza artística y editorial.

Eso es parte del encanto de cualquier fenómeno que se respete y no faltará el televident­e que 20 años después se aviente todos los capítulos de corrido, como hoy nos pasa con muchas produccion­es del pasado, y que acabe por reconocerl­e algún valor.

Por lo que más quiera en la vida, este domingo no se vaya a perder el último capítulo de la primera parte de la séptima temporada de Game of Thrones a las 20 horas por el canal HBO.

Y si no ha visto nada, luche con uñas y dientes por ponerse al día en la plataforma HBO Go.

No es que solo valga la pena, es que si no lo hace se va a perder la satisfacci­ón de haber sido parte de la historia de la televisión, del privilegio de tener qué comentar en ese momento en el mundo real y en las redes sociales.

¿Verdad que sí lo va a hacer? ¡Ahí nos vemos! ¡Y que viva Game of Thrones!

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Los responsabl­es de la serie siempre van un paso adelante.

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