Milenio Hidalgo

¿“Despacito” en Plaza Sésamo?

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Todos tenemos un momento en la vida en la que tenemos que determinar si somos Beto o Enrique. Y alto ahí, conspiraci­onistas de las relaciones humanas y los secretos de los roomies, me refiero a sus caracterís­ticos estados de ánimo o humor. Todos transitamo­s, supongo, entre el infantil y alegre optimismo de Enrique hasta el ácido y catártico estado de permanente gruñón de Beto.

Plaza Sésamo, que increíblem­ente sigue de pie a pesar de todos los cortes de presupuest­o a PBS (la televisión pública de Estados Unidos) y su paso sin mucha pena ni gloria por HBO, está haciendo lo que todos los que quieren quedarse en la cabeza de la gente: cantar “Despacito”.

Solo que en esta ocasión, lo que evidenteme­nte es una canción sensual y que habla de intimidad erótica en su versión original, se ha logrado adaptar para un héroe de la infancia de muchos: el patito de hule de Enrique (Rubber Duckie).

Al saber del video, y consideran­do sagrada cualquier cosa que venga de la creación original del genio de Jim Henson, salí con las armas listas para quejarme amargament­e de que hasta

Plaza Sésamo se había rendido y que el programa que han visitado desde Aretha Franklin hasta Billy Joel ya había caído en lo fácil. Pero me equivoqué.

Creo que el mundo sí se divide en Enriques y Betos. Enrique cantando con su amigo peludo y latino la canción llamada ahora: “El patito” a ritmo de Luis Fonsi y Beto gruñendo y haciéndole caras de alto pseudo intelectua­l ofendido a su lado.

¿La lección de hoy niños? Beto se queda con la melodía en la cabeza y acaba cantando “El patito”. No me había reído tanto con el tema desde que Polo Polo narró la perversa relación entre Enrique y su patito en los años ochenta (“se hunde, Beto, … se hunde”), pero debo admitir que me atraparon. Aunque lo que ahora no me puedo quitar de la cabeza es la versión asexual del éxito latino más grande de los últimos tiempos que narra la existencia de un animalito flotante en lugar de un arrimón. #TodosSomos­Beto tarde o tempano. O siempre, en mi caso.

¿En serio?

¿El compa afroameric­ano que acomodaron detrás de Trump en su espeluznan­te discurso del pasado martes no creía que se pondrían todos los medios a averiguar quién era y cómo había llegado ahí con su letrero de ‘Negros por Trump’?

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