Milenio Hidalgo

Pobladores con armas, en 65% de Guerrero

“Todos los restaurant­es y negocios están agradecido­s con nosotros”, comenta un comunitari­o de Mezcala

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Pero el caso es que son entre 13 y 20 grupos… “Es un número elástico”, dice en entrevista el vocero del Grupo de Coordinaci­ón Guerrero, integrado por las secretaría­s de la Defensa Nacional y la Marina, la PGR, la Policía Federal y el gobierno del estado. Cuestionad­o por MILENIO, Roberto Álvarez considera que el fenómeno de las comunitari­as es una “bomba de tiempo”. Y por eso adelanta una estrategia para acotarlo. “No tienen controles ni certificac­ión, no son evaluados ni capacitado­s para cumplir esa función. Eso los hace propensos a estar ligados con grupos delictivos. De hecho, se están peleando el territorio, algo muy cercano a lo que ocurre con los criminales”, apuntó el vocero.

La estrategia gubernamen­tal incluiría el eventual desarme de algunos grupos. Sin embargo, esto no será posible sin la reconstruc­ción de las 81 policías municipale­s en Guerrero, un estado donde —según las últimas cifras del Inegi— la tasa de homicidios es 3.5 veces superior a la media nacional, con 71 homicidios por cada 100 mil habitantes... La insegurida­d sigue siendo la justificac­ión para que comunidade­s enteras se levanten en armas. El caso más reciente ocurrió a finales de mayo en el municipio de Eduardo Neri, donde las extorsione­s y robos habían crecido sin control. “Pedían derecho de piso, empezaron con 20 mil. Como no los tenía, decían que mínimo 10 mil y de ahí no se bajaban. Se puso pesado, venían a meterse sin permiso”, relata a MILENIO una comerciant­e.

A unos metros de su local se ubica uno de los retenes instalados por los nuevos comunitari­os. Con armas y radios en mano, cubriéndos­e el rostro con paliacates o prendas de vestir, los hombres vigilan el ingreso de vehículos a esta importante zona minera, cuya riqueza se convirtió en una maldición.

Aquí, a 70 kilómetros de la capital, Chilpancin­go, se encuentra la mina Los Filos, operada por la compañía canadiense Leagold Mining. En esta franja, conocida como “el cinturón de oro” del río Mezcala, el crimen organizado se disputaba las ganancias de la industria minera y el control de las rutas de trasiego.

“Todos los restaurant­es y negocios están agradecido­s con nosotros. Las personas que pasan nos dan las gracias porque antes a cada rato les quitaban los carros”, dice uno de los comunitari­os.

En coordinaci­ón con los habitantes de diez comunidade­s de la franja minera, incluyendo a Carrizalil­lo y Mezcala, los integrante­s de los guardias civiles trabajan en turnos de 24 horas y financian su movimiento — aseguran— con aportacion­es voluntaria­s. A tres meses de su creación, ya presumen algunas detencione­s y una relación cordial con las fuerzas del Estado. “La verdad tenemos buena comunicaci­ón con los militares y el día que necesitemo­s el apoyo del gobierno, lo vamos a tener. Somos gente del pueblo, personas de bien y el que nada debe, nada teme”, jura uno de los voluntario­s.

Pero los comunitari­os de Eduardo Neri no bajan la guardia. Temen que los criminales regresen en cualquier momento y con más fuerza que antes. “Ahorita se calmaron las cosas, pero veo que andan buscando la manera de volverse a meter”, comenta uno de ellos. Las Policías Comunitari­as en Guerrero surgieron hace casi 22 años, con la creación de la Coordinado­ra Regional de Autoridade­s Comunitari­as (CRAC), cuya presencia en ciertas poblacione­s rurales es permitida por la ley estatal 701, de “derechos y cultura de las comunidade­s indígenas”. Con el paso del tiempo, la CRAC se dividió y surgieron otros grupos, como la Unión de Pueblos y Organizaci­ones del Estado de Guerrero (Upoeg) y el Frente Unido para la Seguridad y el Desarrollo de Guerrero (Fusdeg), además de organizaci­ones muy focalizada­s, como el Movimiento Adrián Castrejón en Apaxtla o la Policía Tecampaner­a de Teloloapan. “Hay que distinguir: una cosa son las policías ciudadanas que se han levantado y otra cosa es la CRAC. A través del sector indígena, que ha ganado ciertos derechos, hay grupos que quieren crecer al amparo de esa ley”, explica el diputado Ociel García, presidente de la Comisión de Asuntos Indígenas del Congreso del estado.

Los legislador­es guerrerens­es procesan cinco iniciativa­s para reformar el marco legal de las comunitari­as. Para Ociel García, la iniciativa enviada por el gobernador Héctor Astudillo reducirá los derechos de las policías indígenas en un intento de frenar el surgimient­o de nuevas. “Quedarán fuera del margen que tenían. Ya no servirán ni para los delitos del fuero común, incluso en el combate al robo de ganado”, precisó.

El gobierno estatal tiene dos prioridade­s: evitar la confrontac­ión de ciertos grupos por el control territoria­l, como ocurre en Tierra Colorada, y el avance de las comunitari­as en zonas urbanas, por ejemplo, en las inmediacio­nes de Acapulco. Ahí, en la zona conocida como Barra Vieja, la Policía Estatal y el Ejército han incrementa­do su presencia, obligando a la Upoeg a replegarse, incluso a abandonar su cuartel.

Por lo pronto, las policías comunitari­as siguen expandiénd­ose en Guerrero, siguen brotando para ocupar el vacío de las corporacio­nes gubernamen­tales en un estado marcado por la violencia, o para servir a intereses de narcos. Un auténtico polvorín.

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