El triste y codicioso año sin JuanGa
La vedad, yo no pensé que estaríamos conmemorando el año desde la partida de Juan Gabriel tratando de averiguar quiénes realmente son sus hijos (aparecieron varios), quién realmente tiene los derechos para usar su obra y toda la demás sarta de cosas con las que nos enfrentamos día a día, mientras el recuerdo se convierte en leyenda.
Pero es verdad. Evidentemente hay minas de oro que son demasiado atractivas como para dejarlas descansar en paz, y francamente resulta casi imposible dilucidar la diferencia entre quién quiere realmente explotar el recuerdo y de quién quiere honesta y amorosamente rendir tributo. Estoy segura de que en la mente de algunos de ellos ya no hay claridad entre una cosa y la otra.
¿Pero qué podemos esperar? Hace unos días vi las salsas picantes de Cantinflas, producto de la extraña resolución de una pugna por los derechos del gran comediante y la muerte de su heredero.
Debe ser demasiado tentador para aquellos que tienen algún tipo de acercamiento a estas figuras, ya sea familiar o laboral, el no querer seguir llevándose las recompensas, sobre todo cuando un artista fue tan prolífico y hay tanta demanda por su obra. Y por supuesto que este tipo de avaricia, o para ser más amables con aquellos que tengan buenas intenciones, inquietud, no es privativa de México. ¿Quieren algunos ejemplos? Vean a los pobres hijos de Michael Jackson (de quienes sí sabíamos, pero no habíamos visto sus rostros) teniendo que depender de la abuelita para que los demás no se quedaran con todo.
¿Y qué tal Prince? Solamente 45 personas demandaron su pedazo de la herencia diciendo que eran hijos, parientes, amigos a quienes les había prometido algo o gente a la que el astro musical les debía dinero (un dios musical que murió intestado. Mal).
Vaya, nunca acabaríamos, pero las consecuencias de estas cosas llegan a tocar muchísimo más lejos que lo inmediato. Por ejemplo, en estos momentos el histórico y maravilloso teatro San Rafael sufre de estar clausurado gracias a que Omar Suárez (quien lo rentó hace ya casi un año) insiste que tiene todos los derechos para usar las canciones de Juan Gabriel y la Sociedad de Autores y Compositores de México, defendiendo los deseos del heredero oficial, Iván (el hijo mayor y en ocasiones manager de JuanGa), asegura que no. Mientras tanto una institución como ese espacio maravilloso creado por Manolo Fábregas sufre la imposibilidad de abrir sus puertas.
Hace un año estábamos parados afuera de la funeraria en Inglewood, Los Ángeles, viendo llegar todo el día a los fans de Juan Gabriel llorando como si se les hubiera muerto un hijo o un padre. Días después veríamos un homenaje en Bellas Artes que no tiene rival en los recuerdos de nuestros tiempos modernos. El amor por el compositor está más vivo que nunca. Aún hay mucho material y muchas cosas que hacer por él. ¿Pasará eso por la cabeza de todos los que están luchando por “sus derechos”? Vaya, la ley determinará (si tenemos suerte y todo sale bien) quién tiene la razón. Pero esperamos que sea un dictamen a favor de los fans y de la trayectoria. No solo de los bolsillos de quien se ponga el saco.