El enfermo de Europa
El periodismo enfrenta tiempos difíciles. En España dos comunicadores de origen turco fueron recientemente apresados con fines de extradición. Los acusan de terrorismo y de insultos al presidente Erdogan, un político de nuestro tiempo: populista y autorit
Como cada sábado, el cartujo se asoma con espanto a la columna de David Toscana en el suplemento Laberinto. Literalmente, este hombre no tiene temor de Dios y con frecuencia arremete contra las religiones, sus jerarquías y devotos, a quienes —dice— “les asusta ser libres y prefieren inventarse fantasmas que dictan reglas desde las nubes”.
En su reciente entrega, David recuerda cómo hace ocho años platicó con Orhan Pamuk sobre la probable incorporación de Turquía a la Unión Europea. El gobierno de Recep Tayyip Erdogan propulsaba entonces valores laicos y democráticos y parecía cumplir con todos los requisitos para inscribir a su país a esa poderosa comunidad.
“Mas en poco tiempo todo se desencaminó —escribe Toscana—. Hoy es una burda dictadura en vías de islamización que persigue a periodistas, escritores y librepensadores. Tan solo en un año ha metido a casi doscientos cincuenta periodistas en prisión. Hoy, como el Imperio otomano en otro siglo, Turquía vuelve a ser ‘el enfermo de Europa’, con la salvedad de que ni siquiera es Europa”.
El régimen turco, pese a todo, cuenta con inesperados aliados en su política contra los derechos humanos y la libertad de expresión. España, por ejemplo, detuvo recientemente a dos periodistas perseguidos por Erdogan, “con la posibilidad de enviarlos a Turquía, donde habrán de padecer torturas y una prisión de por vida”, mientras gran parte de Europa no dice nada.
Un terrible precedente
El jueves 3 de agosto en el aeropuerto El Prat, de Barcelona, en atención a una orden solicitada por Turquía a la Interpol, la policía española arrestó al periodista Hamza Yalçin, colaborador de la revista de izquierda Odak, crítica del gobierno turco. Desde entonces se encuentra en la cárcel, esperando la decisión de las autoridades de liberarlo o extraditarlo al país de donde salió huyendo en 1985.
En una carta publicada por el diario digital El Periódico, Yalçin escribe: “Me resulta difícil comprender a las autoridades españolas. España sabía que traía el carné de identidad de Suecia, por lo tanto, sabían que tenía la nacionalidad sueca. No era difícil imaginar que hacía muchos años que vivía en Suecia y que me señalaron porque estaba en contra de Erdogan, con palabras y artículos. Aun así, me arrestaron y detuvieron. Si España realmente tuviera dudas de que hubiera llevado a cabo actividades consideradas terroristas según la ley, me habrían investigado en Suecia y me enviarían allí. Erdogan no es el rey de todos los países, de la Interpol tampoco. Erdogan es conocido mundialmente por su intolerancia extrema contra la prensa independiente y crítica con él. Me sorprendió que España ayudara a Turquía en este asunto”.
El Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por su sigla en inglés), levantó la voz y envió un mensaje electrónico al Ministerio del Interior español exigiendo la libertad de Yalçin. Nadie le ha respondido hasta ahora, pero la institución insiste: “Deportar a Yalçin sentaría un terrible precedente para aquellos periodistas turcos que han escapado de su país en busca de la relativa libertad de la Unión Europea”.
Libertad provisional
El 19 de agosto fue detenido en un hotel de Granada Dogan Akhanli, periodista y escritor turco nacionalizado alemán. Estaba de vacaciones con su esposa cuando la policía hizo efectiva otra orden de captura de la Interpol solicitada por el gobierno turco. Al contrario de Yalçin, Akhanli logró su libertad provisional en pocas horas —aunque debe permanecer en España— y en su caso intervino decididamente el gobierno alemán a través del ministro de Relaciones Exteriores y de la propia canciller Angela Merkel, quienes se oponen a su extradición.
En entrevista con Uly Martín para la agencia Reuters, Akhanli muestra su preocupación y solidaridad con Yalçin, a quien Suecia ha dejado solo. Mientras espera el veredicto de las autoridades españolas sobre su destino, dice: “Yo no sé si sobreviviré o no, pero (en Turquía) hay mucha gente en peores condiciones que yo”.
Cuando el reportero le pregunta sobre su detención en España, dice: “No creo que sea una coincidencia, pero tampoco puedo decir qué pasa. Lo que sí sé es que he viajado a muchos países, incluso al norte del Kurdistán, sin ser detenido. Vengo a España de vacaciones y me arrestan. No lo entiendo”.
Tanto Akhanli como Yalçin son acusados, entre otros delitos, de terrorismo e “insultos” al presidente turco. En su entrevista con Reuters, Akhanli, uno de los mayores expertos en el genocidio armenio, ocurrido entre 1915 y 1923, en el cual murieron más de un millón de personas, cuenta cómo algunos exiliados turcos se han suicidado para evitar la deportación y pregunta si España “está esperando que haya una víctima mortal para cambiar de opinión respecto a las peticiones del gobierno turco”.
Tiempos difíciles
El periodismo enfrenta tiempos difíciles. Como en Turquía, en Estados Unidos, Rusia, Venezuela y México los periodistas, los intelectuales críticos, independientes del poder, se empeñan en la defensa de la pluralidad y la democracia, de la libertad, aunque luego —dice Toscana— terminen “espiados o demandados o en la cárcel o con una bala en la cabeza”, acosados por criminales o gobernantes sin escrúpulos ante el silencio cómplice de tanta gente, temerosa y muchas veces beneficiaria de la falsedad e hipocresía de la decadente clase política y sus impresentables aliados.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.