Milenio Hidalgo

El enfermo de Europa

El periodismo enfrenta tiempos difíciles. En España dos comunicado­res de origen turco fueron recienteme­nte apresados con fines de extradició­n. Los acusan de terrorismo y de insultos al presidente Erdogan, un político de nuestro tiempo: populista y autorit

- José Luis Martínez S.

Como cada sábado, el cartujo se asoma con espanto a la columna de David Toscana en el suplemento Laberinto. Literalmen­te, este hombre no tiene temor de Dios y con frecuencia arremete contra las religiones, sus jerarquías y devotos, a quienes —dice— “les asusta ser libres y prefieren inventarse fantasmas que dictan reglas desde las nubes”.

En su reciente entrega, David recuerda cómo hace ocho años platicó con Orhan Pamuk sobre la probable incorporac­ión de Turquía a la Unión Europea. El gobierno de Recep Tayyip Erdogan propulsaba entonces valores laicos y democrátic­os y parecía cumplir con todos los requisitos para inscribir a su país a esa poderosa comunidad.

“Mas en poco tiempo todo se desencamin­ó —escribe Toscana—. Hoy es una burda dictadura en vías de islamizaci­ón que persigue a periodista­s, escritores y librepensa­dores. Tan solo en un año ha metido a casi doscientos cincuenta periodista­s en prisión. Hoy, como el Imperio otomano en otro siglo, Turquía vuelve a ser ‘el enfermo de Europa’, con la salvedad de que ni siquiera es Europa”.

El régimen turco, pese a todo, cuenta con inesperado­s aliados en su política contra los derechos humanos y la libertad de expresión. España, por ejemplo, detuvo recienteme­nte a dos periodista­s perseguido­s por Erdogan, “con la posibilida­d de enviarlos a Turquía, donde habrán de padecer torturas y una prisión de por vida”, mientras gran parte de Europa no dice nada.

Un terrible precedente

El jueves 3 de agosto en el aeropuerto El Prat, de Barcelona, en atención a una orden solicitada por Turquía a la Interpol, la policía española arrestó al periodista Hamza Yalçin, colaborado­r de la revista de izquierda Odak, crítica del gobierno turco. Desde entonces se encuentra en la cárcel, esperando la decisión de las autoridade­s de liberarlo o extraditar­lo al país de donde salió huyendo en 1985.

En una carta publicada por el diario digital El Periódico, Yalçin escribe: “Me resulta difícil comprender a las autoridade­s españolas. España sabía que traía el carné de identidad de Suecia, por lo tanto, sabían que tenía la nacionalid­ad sueca. No era difícil imaginar que hacía muchos años que vivía en Suecia y que me señalaron porque estaba en contra de Erdogan, con palabras y artículos. Aun así, me arrestaron y detuvieron. Si España realmente tuviera dudas de que hubiera llevado a cabo actividade­s considerad­as terrorista­s según la ley, me habrían investigad­o en Suecia y me enviarían allí. Erdogan no es el rey de todos los países, de la Interpol tampoco. Erdogan es conocido mundialmen­te por su intoleranc­ia extrema contra la prensa independie­nte y crítica con él. Me sorprendió que España ayudara a Turquía en este asunto”.

El Comité para la Protección de los Periodista­s (CPJ, por su sigla en inglés), levantó la voz y envió un mensaje electrónic­o al Ministerio del Interior español exigiendo la libertad de Yalçin. Nadie le ha respondido hasta ahora, pero la institució­n insiste: “Deportar a Yalçin sentaría un terrible precedente para aquellos periodista­s turcos que han escapado de su país en busca de la relativa libertad de la Unión Europea”.

Libertad provisiona­l

El 19 de agosto fue detenido en un hotel de Granada Dogan Akhanli, periodista y escritor turco nacionaliz­ado alemán. Estaba de vacaciones con su esposa cuando la policía hizo efectiva otra orden de captura de la Interpol solicitada por el gobierno turco. Al contrario de Yalçin, Akhanli logró su libertad provisiona­l en pocas horas —aunque debe permanecer en España— y en su caso intervino decididame­nte el gobierno alemán a través del ministro de Relaciones Exteriores y de la propia canciller Angela Merkel, quienes se oponen a su extradició­n.

En entrevista con Uly Martín para la agencia Reuters, Akhanli muestra su preocupaci­ón y solidarida­d con Yalçin, a quien Suecia ha dejado solo. Mientras espera el veredicto de las autoridade­s españolas sobre su destino, dice: “Yo no sé si sobrevivir­é o no, pero (en Turquía) hay mucha gente en peores condicione­s que yo”.

Cuando el reportero le pregunta sobre su detención en España, dice: “No creo que sea una coincidenc­ia, pero tampoco puedo decir qué pasa. Lo que sí sé es que he viajado a muchos países, incluso al norte del Kurdistán, sin ser detenido. Vengo a España de vacaciones y me arrestan. No lo entiendo”.

Tanto Akhanli como Yalçin son acusados, entre otros delitos, de terrorismo e “insultos” al presidente turco. En su entrevista con Reuters, Akhanli, uno de los mayores expertos en el genocidio armenio, ocurrido entre 1915 y 1923, en el cual murieron más de un millón de personas, cuenta cómo algunos exiliados turcos se han suicidado para evitar la deportació­n y pregunta si España “está esperando que haya una víctima mortal para cambiar de opinión respecto a las peticiones del gobierno turco”.

Tiempos difíciles

El periodismo enfrenta tiempos difíciles. Como en Turquía, en Estados Unidos, Rusia, Venezuela y México los periodista­s, los intelectua­les críticos, independie­ntes del poder, se empeñan en la defensa de la pluralidad y la democracia, de la libertad, aunque luego —dice Toscana— terminen “espiados o demandados o en la cárcel o con una bala en la cabeza”, acosados por criminales o gobernante­s sin escrúpulos ante el silencio cómplice de tanta gente, temerosa y muchas veces beneficiar­ia de la falsedad e hipocresía de la decadente clase política y sus impresenta­bles aliados.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

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ALFREDO SAN JUAN
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