Milenio Hidalgo

Cómo mentir con estadístic­as

- Jacques Rogozinski

Cuando estaba en el proceso de colocación de acciones de Telmex en la Bolsa de Nueva York, la primera acción mexicana que cotizaría en ese mercado, hice el clásico beauty contest. Este consiste en que los agentes colocadore­s, como JP Morgan, Goldman Sachs, Merrill Lynch entre otros, se presenten a explicar su track record (trayectori­a), para ser elegido como el agente colocador principal. Todos y cada uno se presentaro­n como los mejores del mundo así que me vi obligado a preguntar lo obvio: ¿los mejores del mundo según qué? Así supe que cada quien medía lo que le convenía. Uno era el mejor del mundo porque en los últimos cinco años había realizado la mayor cantidad de ofertas públicas; otro lo era porque la que había realizado en el último año, era la que mejor recepción había tenido en el mercado. Cada quien ajustaba el tiempo a lo que más le convenía para demostrar sus aptitudes.

Hoy están muy de moda los indicadore­s y los ratings, incisivame­nte midiendo día a día a líderes políticos, marcas y percepcion­es. Una vez pregunté a un amigo en China ¿cuál era el índice de aprobación de un político?: “lo sabremos en 50 años, me contestó”. Un contraste aleccionad­or de nuestra cultura de la instantane­idad y de informació­n superficia­l. Sin embargo, muchas decisiones son tomadas con base a estos índices de popularida­d y por estas fotos instantáne­as que hoy saturan las redes.

Sucede igual con las estadístic­as, cada quien hace lo que quiere. En mi artículo, “La caída de las democracia­s”, hablaba de la baja popularida­d que las encuestas le daban al presidente Peña Nieto. Él llegó al gobierno con el 38% de los votos, y yo me pregunto ¿el 19% (Julio 2017) que alegan es su ranking de popularida­d de hoy, se hace sobre una medición de los votantes de esa elección o sobre la totalidad de la población? Porque son públicos distintos, y ambos pueden hablar de situacione­s distintas. Nadie nos explica qué están midiendo. ¿Ese 38% bajó al 19%? ¿Quién está mejor, Trump con el 35% de aceptación o Macron con el mismo 37%? Los periódicos anuncian ambas caídas como si fueran comparable­s y ¿lo son? ¿Podríamos decir que las motivacion­es del electorado francés son las mismas de los estadounid­enses?

En 1954, Darrel Huff publicó: “Cómo mentir con estadístic­as”, un libro que desmitific­a la aparente sobriedad de los números. Su libro es un manual sobre la manera en que se manipula la composició­n de las estadístic­as; cómo la metodologí­a, el tipo de muestra, el campo y demás elementos, incluida la publicació­n y presentaci­ón, pueden ser empleadas para engañar. “El lenguaje secreto de las estadístic­as, tan atrayente a una cultura que se basa en los hechos, se emplea para causar sensación, deformar, confundir y simplifica­r en demasía”, escribe Huff, y más adelante dice: “Una estadístic­a bien presentada engaña, pero no revela la fuente del engaño”. Y ese engaño, en muchas ocasiones para desprestig­iar de manera intenciona­l o producto de una falta absoluta de profesiona­lismo al exponer los datos, ocurre demasiado a menudo.

Como dice Huff: “Los promedios y las relaciones, las tendencias y los gráficos no son siempre lo que parecen. Puede haber más de lo que se ve a simple vista y puede haber mucho menos”. De modo que, querido lector, le pediré lo mismo de siempre y lo que dije en mi primera columna: haga neurobix, piense, critique y desconfíe. Contraste, busque siempre más informació­n. Los números nunca son inocentes; las personas que los usan tampoco.

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