Fracasada diplomacia del “dulcecito”
Los “caramelos”, ahora lo sabemos, han sido ceder soberanía al militarizar la frontera sur, encabezar las presiones diplomáticas contra la dictadura de Venezuela y expulsar al embajador de Corea del Norte...
Roma. Luis Videgaray se estrenó como secretario de Relaciones Exteriores en enero pasado en la reunión anual de embajadores, al anunciar las prioridades de la política exterior para 2017.
Videgaray señaló que al enfrentar una nueva era en la relación con Estados Unidos, “México va a actuar… con dignidad y con inteligencia, abriendo las puertas del diálogo y de la negociación para defender los intereses de México y los mexicanos”.
Ocho meses después la defensa de los intereses de México por parte de Videgaray no parece ser muy apreciada por la opinión pública nacional.
Según una reciente encuesta del Pew Research Center, 72 por ciento de la población mexicana reprueba la forma como el gobierno de Enrique Peña Nieto conduce las relaciones con Estados Unidos, en lugar de 52% de reprobación que había en 2015.
El descalabro diplomático empezó con la invitación de Peña Nieto en 2016 al entonces candidato Donald Trump a visitar Los Pinos, sugerida y operada por Videgaray como secretario de Hacienda.
Videgaray se asesoró o por lo menos hizo caso a Ian Bremmer, presidente de Eurasia Group, orador principal en la reunión de embajadores para hablar sobre “Un nuevo orden mundial en 60 minutos”, quien cobra más de 50 mil dólares por una hora de discurso.
En esa reunión el profundo consejo de Bremmer a los embajadores fue “díganle a Trump: ‘Hagámonos amigos’” (“Let’s Be Buddies!”), así lo dijo, como el título de la canción de Cole Porter.
La letra dice que para hacer amistad hay que dar regalos como ropa, un cachorro, un osito, chocolates o dulces.
Y para tratar de hacerse cuate de Trump, Videgaray ideó la diplomacia del “dulcecito”, quizá inspirado por Porter, a cambio de lograr concesiones de Estados Unidos.
—¿Qué “dulcecitos” podemos dar a Estados Unidos? —preguntó Videgaray a sus asesores en la reunión de enero, según varios testigos.
Los “dulcecitos”, ahora lo sabemos, han sido ceder soberanía al militarizar la frontera sur con la ayuda del Comando Sur de Estados Unidos para controlar la migración y el narcotráfico procedentes de Centroamérica, autoimponernos restricciones para la exportación de azúcar mexicana al mercado estadunidense, encabezar las presiones diplomáticas contra la dictadura de Venezuela y expulsar al embajador de Corea del Norte, entre otros.
Pero por cada “dulcecito” de Videgaray, Trump lo desprecia y le responde con un palo. Ya son varias las agresiones que ha recibido México a cambio de regalos y la cosa no mejora.
El último golpe ocurrió cuando el canciller estaba en Washington, justo cuando la vocera de la Casa Blanca anunció el 12 de septiembre que Trump, cinco días después del terremoto, iba a llamar en una hora a Peña Nieto para expresarle las condolencias por las víctimas del terremoto, pero no ocurrió entonces la llamada.
Trump se tardó días en reaccionar y cuando lo hizo justificó de manera increíble la tardanza, arguyendo un problema de falta de señal, durante tres días, del celular del presidente de México. ¿Se imaginan a Peña Nieto incomunicado por tres días? Habría que echarle la culpa a Slim porque no todo México es territorio Telcel.
Videgaray tiene razón de que hay que mantener el diálogo con Estados Unidos, pero hasta ahora no parece que la diplomacia del “dulcecito” haya servido para defender con éxito los intereses de México.
Más bien han sido las presiones internas de Estados Unidos, de sectores político, económico y social, los que han frenado de alguna manera a Trump en su fobia contra México, por sus propias razones pero que coinciden con las nuestras.
Por ello, hizo bien Videgaray en reunirse con Nancy Pelosi, líder de la minoría demócrata en la Cámara de Representantes, partido que está dando la pelea a favor de los dreamers mexicanos.
No se puede lidiar con Trump cediendo “dulcecitos” a cambio de nada. Al respecto, señor canciller, la letra de la canción de Porter es muy aleccionadora:
“Would you like a big box of chocolate creams?
No, for candy I never did care”.
Secretario Videgaray, cambie de estrategia, ya no siga con la diplomacia del “dulcecito”, fortalezca alianzas con los sectores de Estados Unidos que coinciden con nosotros y ponga el acelerador a una política de diversificación. Los “dulcecitos” no funcionaron. A Trump nunca le importaron.
Posdata
Una constante de este gobierno es proteger a los amigos que rodean al presidente Peña Nieto, aunque cometan graves errores, actos de corrupción o sean incompetentes.
No importa si fue irregular la licitación del tren rápido a Querétaro o si el socavón de Cuernavaca causó muertes, o que el ex director de Pemex sea acusado de recibir sobornos, etcétera.
Así, comparto la indignación del embajador en retiro Sergio Romero, quien escribió ayer en Facebook:
“El Servicio Exterior de carrera se debe sentir ofendido por el nombramiento de Orlando Arvizu Lara como embajador en El Salvador. Este señor, priista, tiene casi 74 años de edad que no estorban para que EPN lo mande como embajador, mientras a los miembros de carrera nos obligan a jubilarnos a los 65, el día que los cumples. Sabemos que es facultad del Ejecutivo nombrar embajadores y cónsules pero esta designación, como las que hizo Fecal, resulta verdaderamente ofensiva”.