Milenio Hidalgo

VIAJE EN TUZOBÚS HASTA LA LOMA

Movilidad hasta en calles sin pavimentar de Pachuca

- POR ALEJANDRO REYES

La unidad alimentado­ra del Tuzobús tiene colocada frente al parabrisas, en una hoja blanca, el número 15A en negro y verde. El interior lo cubre una cortina de polvo, lleva 14 pasajeros y se dirige a La Loma. Sale de la estación Central de Autobuses.

El chofer, de camisa verde y corbata gris, es un tipo amable de bigote corto. “¿Falta mucho para La Loma?”, le pregunta un joven de playera blanca y short azul.

Sí, responde el chofer y ahora es él el que pregunta: “¿a qué parte va?”. “Al centro”, responde el joven mientras envía mensajes en su celular.

El chofer de la unidad no solo es un tipo amable que rebasa los 50 años, también es una persona a la que se le da la plática.

Le cuenta a una mujer que va en el asiento detrás de él que si contesta el teléfono celular mientras conduce la multa es de 16 mil pesos, que si deja pasar a las personas sin que le paguen el pasaje la infracción es de dos mil pesos y que si levanta a las personas en un paradero que no es el autorizado son dos días de suspensión.

“¿Por contestar el celular mientras maneja la multa es de 16 mil pesos?”, pregunta incrédulo el joven de short azul. El chofer se voltea hacia su derecha para mirarlo y asiente con la cabeza. Dice que en ocasiones todo termina en el despido del conductor.

Por eso, dice, que a él no le gusta cometer errores porque su salario solo es de dos mil pesos.

El chofer sigue con su ruta. Entonces la unidad enfila hacia una calle estrecha en la que no hay pavimentac­ión, el camino es de terracería, el suelo es disparejo, el camión se mueve de un lado a otro y el polvo aparece en el interior, ha llegado a La Loma.

El chofer conduce sobre una cuesta. Acá, en esta colonia sin encarpetar, hay casas en obra negra, las calles están mal trazadas, no hay pavimentac­ión, la hierba se levanta entre los terrenos y el polvo es una constante.

Tras llegar a lo más alto de la cuesta, el chófer ha llegado al parador final de su ruta y anota sus tiempos en una hoja. Pero no solo hace eso, comienza a limpiar la parte de enfrente de la unidad invadida por el polvo.

“Se mete un buen el polvo”, le dice el joven de short azul. “Sí, y me entra todo en la nariz”, completa el conductor.

El chofer regresa por el mismo camino, pero ahora el calor ahoga la unidad y una serie de ruidos llenan el interior provocados por el mal camino.

“¿Y por qué todo aquí está sin pavimentar?”, pregunta el joven al chofer. “Son muchos factores: colonos, transporte y presidenci­a municipal”, aseguró.

Y entonces argumenta que los colonos deberían organizars­e para pavimentar la colonia. “Es en la unidad como se pueden lograr las cosas”, completa el joven.

Unos metros más adelante la unidad vuelve a encontrar el pavimento de regreso a la ciudad. Atrás ha quedo La Loma y la cortina de polvo ha vuelto al interior de la unidad.

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FOTOGRAFÍA MARIBEL CALDERÓN La unidad alimentado­ra transporta a 14 pasajeros y se dirige a La Loma.

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