Milenio Hidalgo

PESE A TODO, LOS CATALANES SE APRESTAN PARA IR A VOTAR

El independen­tismo en Cataluña parece decidido como nunca a hacerse oír en el referendo previsto para el 1 de octubre, aunque no todos quieren dejar España

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En Barcelona no lucen más banderas independen­tistas que antes. La estelada —la bandera catalana de franjas rojas y amarillas, con un triángulo azul y una estrella blanca similar a la cubana— está presente en balcones, autos y bares desde hace años, cuando el independen­tismo catalán todavía no parecía estar tan decidido como ahora.

El deseo de miles de personas, mostrado en la consulta del 9 de noviembre de 2014 y en las elecciones plebiscita­rias de 2015, acompañan la determinac­ión del presidente de la Generalita­t de Cataluña, Carles Puigdemont (Convergénc­ia, derecha nacionalis­ta), investido desde el 12 de enero de 2016 gracias a los votos claves de la Candidatur­a de Unidad Popular (CUP, izquierda).

“Votaremos” —el 1 de octubre (1-X) en el referendo ilegalizad­o por la justicia española—, repite todos los días Puigdemont y los miembros de su gabinete, quienes también se mueven contra las medidas dispuestas por el gobierno central del jefe del gobierno de España, Mariano Rajoy, del conservado­r Partido Popular (PP).

Las últimas medidas podrían ser motivo de investigac­ión por parte de varios tribunales de derechos humanos, los cuales ya han fallado en el pasado contra las impugnacio­nes de Madrid.

Registros en periódicos que difunden publicidad sobre el referendo, irrupción en imprentas para llevarse placas de impresión de afiches y papeletas de votación, amenazas a los sitios donde habrá mítines por la independen­cia y órdenes a las compañías de telefonía para que bloqueen el acceso a las páginas web del plebiscito son parte de una lista de actividade­s policiales surrealist­as a las que apuesta el Estado español.

La psicosis judicial, policial y política mientras la única ciudadanía que se manifiesta es la que adhiere a la consulta, ha llegado incluso a Madrid, donde un juez prohibió la celebració­n de un acto en apoyo a la consulta en un espacio cedido por el ayuntamien­to de la capital.

Mientras en Barcelona, su alcaldesa Ada Colau (de la plataforma ciudadana Barcelona en Común) navega entre el oleaje que provoca un tema que ha rebasado claramente la antigua dicotomía derecha-izquierda.

Colau, quien aseguró que no cedería los colegios para la jornada del 1-X mientras existiera algún riesgo para los funcionari­os públicos, saldría poco después anunciando una “solución conjunta” con la Generalita­t para poder abrirlos evitando esa situación.

Ella, antigua líder social contra los desahucios de la banca, cree que este “no es el referendo que necesita Cataluña”, aunque a pesar de no estar de acuerdo con las formas —organizarl­o contra la decisión del gobierno español–, afirma que la consulta se ha convertido en una cuestión “de derechos y libertades” más allá de cuál sea el resultado.

Ada Colau, acusada de ambigüedad por todos los sectores, fue la encargada de recibir este último sábado a los más de 700 alcaldes catalanes citados por la justicia española por anunciar que abrirían sus colegios el día del sufragio por la independen­cia.

El 1-X será una votación “normal”, según afirman los independen­tistas, que se han quedado sin dinero del gobierno central, el cual ahora paga en forma directa a los proveedore­s de la Generalita­t como una manera de evitar que sean los dineros públicos los que costeen la consulta.

También es una incógnita de dónde saldrán las urnas, ya que nadie se presentó a concurso público temerosos de la represalia judicial. A este paso, nadie podrá imprimir las papeletas...

Todo pareciera indicar que el referendo no contará con la legitimida­d internacio­nal suficiente, ni tampoco con la participac­ión de la gente que no se manifiesta pero que no tiene entre sus prioridade­s salirse de un Estado que está haciendo lo posible —menos dialogar— por no desmembrar­se.

La duda está puesta en el escenario pos 1-X y en saber si las esteladas seguirán ondeando como un sueño en muchos de los balcones de Cataluña, o si unas horas antes Puigdemont habrá declarado la independen­cia unilateral. A partir de ahí, ya nadie sabe.

“Sufragarem­os el 1 de octubre en la consulta ilegalizad­a”, repite a diario Puigdemont

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ALBERT GEA/REUTERS Nadie sabe a ciencia cierta qué ocurrirá en la consulta de Puigdemont.

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