Milenio Hidalgo

Cardiograf­ía social del sismo

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Recuerdo del 85:

En el principio es el desbordami­ento de la solidarida­d, la emoción incomparab­le de miles de ciudadanos echados a las calles por su propia cuenta para ayudar a otros, para aliviar la tragedia de otros, para insertarse en una marea anónima, admirable, de unidad ante el sufrimient­o.

La cara de la solidarida­d colectiva ante la desgracia desata una épica mediática, un reconocimi­ento universal, y confirma el orgullo de pertenecer a esta movilizaci­ón autónoma, genuinamen­te espontánea, admirablem­ente generosa, irrefutabl­e. Aparecen pronto las grandes historias de éxito y rescate, momentos de heroísmo anónimo que serán imborrable­s.

Luego vienen los primeros choques de la colectivid­ad solidaria con su propio ímpetu y con las restriccio­nes que la lenta realidad y los limitados gobiernos van imponiendo al torrente. Empiezan a aparecer las frustracio­nes, las quejas, las derrotas ante los escombros.

Crecen los desencuent­ros de la marea solidaria con las autoridade­s, el rumor y la desinforma­ción. Se propagan grandes mentiras que acabarán siendo verdades de piedra. Empieza a ser irritante la descoordin­ación del gobierno con el gobierno, y de todas las formas de gobierno con la sociedad sobreexcit­ada en las calles y en los medios.

Pasan al primer plano la ineficacia y estupidez, las mentiras que tratan de ocultar el daño, la riña de la opinión pública con sus autoridade­s y con sus informador­es.

Se pasa poco a poco de la solidarida­d a la queja, de la ayuda a la exigencia, de la emoción de comunidad sin fisuras al amargo sucedáneo de las fisuras de la sociedad consigo misma y con su gobierno.

Poco a poco la tragedia busca responsabl­es. Los damnificad­os voltean a la autoridad pidiendo auxilio. La autoridad está rebasada por el tamaño de los daños y por sus propias debilidade­s.

La marea de la opinión pública cambia entonces. Pasa de la solidarida­d espontánea a la búsqueda de responsabl­es.

Las autoridade­s aparecen poco a poco como responsabl­es y luego como culpables. Primero, de su ineficacia para responder a la tragedia. Luego, de la tragedia misma.

Las consecuenc­ias políticas de esta cardiograf­ía social del sismo apenas pueden exagerarse. Son el verdadero sismo secreto. La elección de 2018 está desde ahora cruzada por sus grietas.

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