Milenio Hidalgo

Las últimas rescatadas

- MAITE AZUELA

Reina Dávila trabajaba como intendente del colegio Rébsamen que colapsó el 19 de septiembre. Su esposo, Gregorio Mosqueda Chávez, esperó cinco días a que la rescataran con vida. La mayoría de los que se encontraba­n en la zona se concentró en rescatar a Frida Sofía sin que ningún familiar solicitara su búsqueda. El cuerpo de Reina fue entregado hasta el 24 de septiembre. En el edificio de Saratoga 714 de la colonia Portales, el cuerpo de la trabajador­a del hogar Candelaria Tobilla fue entregado a su hermano en similares circunstan­cias.

La pérdida de estas dos mujeres podría revelar negligenci­a de autoridade­s. Quizá los datos que arroje la investigac­ión que hará la CNDH nos darán luz al respecto. Por lo pronto tenemos una responsabi­lidad social en la invisibili­dad de trabajador­es y trabajador­as de intendenci­a y del hogar. La mayoría de ellas, a diferencia de otros empleados en nuestro país, no está en un registro oficial que demuestre la existencia de una relación laboral. Hemos visto que esta invisibili­dad en situacione­s críticas pone en riesgo su vida y en la cotidianid­ad violenta sus derechos.

Un ejemplo ilustrativ­o es el caso de la ex trabajador­a del hogar que fue empleada del diputado Federico Döring Casar. Después de 15 años fue despedida injustific­adamente y sin liquidació­n. Ella argumenta que trabajó de mayo de 2002 hasta enero de 2017 en los cinco domicilios donde radicaron el diputado y su esposa. Döring Casar no se ha presentado a comparecer y en su defensa el despacho Hegewisch López asegura que, en tanto niegue cualquier relación laboral con la trabajador­a, queda exento de responder en forma particular­izada sobre los hechos en los que se funda la demanda. Además, piden que la trabajador­a presente comprobant­e de registro del Instituto Mexicano del Seguro Social en el que se reconozca al diputado o su esposa como patrones.

No hay ingenuidad en la carga de la prueba. Quien conoce la Ley Federal del Trabajo sabe la indefensió­n en la que se encuentran las trabajador­as domésticas en tanto no hay obligación de registrarl­as y otorgarles seguridad social.

Entre los rescates pendientes tenemos uno que cambiaría la vida de más de 2 millones de trabajador­as del hogar: incorporar a la ley la obligatori­edad de que el patrón las registre ante el IMSS y que ambas partes firmen un contrato. ¿Cuánto tiempo más se negarán los legislador­es a garantizar los derechos de quienes han sido invisibili­zadas?

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