No se sienten españoles… ¿Qué hacemos?
Que el famoso Estatut otorga a los catalanes facultades y garantías que los hubieran debido tener encantados de la vida, sea; que doña Constitución española dispensa a las Comunidades Autónomas toda suerte de prerrogativas, sea también; que el Reino de España es un país que transitó de manera ejemplar hacia una democracia representativa luego de decenios enteros de estar sojuzgado por la tenebrosa dictadura de Francisco Franco, que valga igualmente; que todas las leyes son perfectibles y que, finalmente, la democracia es el peor sistema de gobierno a excepción de todos los demás, que quede también inscrito a perpetuidad en el gran libro de las ideas; que, vistas las posibles imperfecciones del texto constitucional español y constatados igualmente los posibles descuidos en el mentado Estatut, los catalanes exigieran mayores mercedes y concesiones al supremo Gobierno central, que quede debidamente registrado de la misma manera; que en Catalunya no se vive en manera alguna bajo un régimen de opresión, que el calculado victimismo de los catalanistas resulta de intereses políticos o de la mera insatisfacción de muchos pobladores, que el nacionalismo rupestre es una epidemia maligna que ha llenado el mundo de sangre y dolor, que la Unión Europea es una entidad extraordinaria en tanto que ha desmontado fronteras y mitigado los provincianismos, que la modernidad es un asunto de tolerancia y no de exclusión, cosas ciertas todas ellas, señoras y señores; que, del otro lado del cuadrilátero tenemos a un Partido Popular descomunalmente corrupto, a muchos españolistas trasnochados y a un Gobierno liderado con asombrosa torpeza por un señor Rajoy inmóvil y desafecto, sea de nuevo; que el acatamiento de la legalidad es la primerísima obligación de cualquier gobernante, valga otra vez…
Pero, finalmente, cuando una de las Comunidades Autónomas pertenecientes a un sistema admirablemente descentralizado pretende romper el pacto que celebran, en el mundo entero, diferentes entidades provinciales y regiones para construir naciones solidarias, pues, vamos, eso está muy claro: es la muestra palmaria del espíritu secesionista de quienes no se sienten hermanados con los demás.
A lo mejor una gran mayoría de españoles la sienten suya a Cataluña. Muchos catalanes, sin embargo, no quieren saber ya nada de España. ¿Cómo nos enteramos de los números precisos? ¿Por medio de encuestas?