Milenio Hidalgo

Los partidos se quitan la ropa

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

Los partidos políticos fueron invisibili­zados por la catástrofe. La emergencia sísmica los borró de la escena. Nada pudieron hacer para volver a ella, sino tratar de volverse donantes del dinero público que reciben por ley, cosa prohibida por la Constituci­ón.

El disparo de salida en esa carrera lo dio Andrés Manuel López Obrador, quien dijo que Morena donaría parte de sus ingresos al efecto. Tras él se fueron los demás partidos diciendo que estaban también dispuestos a donar.

El salto cuántico de la carrera lo dio el PRI, que propuso suspender el financiami­ento público de los partidos.

Institucio­nalmente hablando, para efectos de la reconstruc­ción de los sismos, todas estas son propuestas ilegales. Políticame­nte, son un boomerang, una forma de quitarse la ropa y quedar desnudos, por propia mano, ante la opinión pública.

La carrera dadivosa desnuda, en primerísim­o lugar, el hecho de que no estuvieron donde debían desde el primer momento de la catástrofe: con la gente, con los rescatista­s, del lado de los damnificad­os, acicateand­o y vigilando a los gobiernos.

No movilizaro­n a sus legislador­es, ni a sus militantes y simpatizan­tes, no estuvieron presentes como cuerpos políticos organizado­s en los momentos de emergencia de su sociedad.

Solo se les ocurrió ofrecer un dinero que la Constituci­ón les prohíbe usar para otra cosa que no sean tareas electorale­s. Se les ocurrió una ilegalidad.

La segunda quitada de ropa es que el dinero público que reciben no solo es exorbitant­e, sino que tampoco lo necesitan, al menos en las proporcion­es que están dispuestos a donar.

La aventura donataria toca uno de los pilares, si no el pilar mayor, del edificio de la democracia mexicana. A saber: que el financiami­ento de los partidos debe ser público para garantizar que no sean comprados por el dinero privado o por el crimen.

Cuando los partidos dicen que pueden prescindir de todo el dinero que reciben, o de una parte sustantiva de él, quizá están diciendo la verdad mayor: que no viven de ese dinero asignado constituci­onalmente, sino de otro, ilegal, frente al cual lo recibido por mandato de ley es una demasía prescindib­le.

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