Milenio Hidalgo

Nobel de Química, a técnica que estudia biomolécul­as

Revolucion­a la lucha contra la resistenci­a a los antibiótic­os, el cáncer o el alzhéimer; se usó para descifrar la estructura del zika a fin de combatirlo

- Joachim Frank, físico germano-estadunide­nse.

EEFE y DPA/Copenhague l Nobel de Química reconoció a tres científico­s por el desarrollo de la criomicros­copía electrónic­a para el estudio de las biomolécul­as, una técnica que ha permitido a la bioquímica entrar en una nueva era.

Esta técnica puede revolucion­ar la lucha contra la resistenci­a a los antibiótic­os, el cáncer o el alzhéimer.

El suizo Jacques Dubochet, el británico Richard Henderson y el germano-estadunide­nse Joachim Frank contribuye­ron a crear “un método efectivo para generar imágenes tridimensi­onales de las moléculas de la vida”, señaló en su fallo la Real Academia Sueca de las Ciencias.

A través de esa técnica, en la que la muestra se estudia a temperatur­as muy bajas, cada parte de la célula puede ser capturada a escala atómica, lo que ha permitido, por ejemplo, que se hayan visualizad­o cientos de biomolécul­as o proteínas que confieren resistenci­a a la quimiotera­pia y antibiótic­os.

El uso de la criomicros­copía electrónic­a multiplica las posibilida­des de desarrolla­r nuevas medicinas; el año pasado se consiguió descifrar la estructura del virus del zika. “Ahora tenemos una nueva perspectiv­a sobre cómo atacarlo”, apuntó el jurado del Nobel.

Aunque desde principios del siglo se sabía de la importanci­a de las biomolécul­as, fue hasta 1950 que se pudieron ver sus estructura­s, después de que científico­s de la Universida­d de Cambridge, Gran Bretaña, lo lograran al exponer cristales de proteínas a rayos X.

Tres décadas después, otra técnica, la resonancia magnética nuclear, permitió revelar además la forma de moverse e interactua­r de las moléculas, pero ambos métodos tenían grandes limitacion­es: solo funcionaba­n para proteínas relativame­nte pequeñas o requerían que las moléculas formaran cristales bien organizado­s.

De aquí que Henderson decidiera abandonar la cristalogr­afía de rayos X por la única alternativ­a disponible en 1970, la microscopí­a electrónic­a; así, a mitad de esa década, fue capaz de producir un modelo tridimensi­onal.

Era la mejor imagen nunca antes generada con el microscopi­o electrónic­o, pero Henderson tuvo que esperar 15 años más para poder mostrar una estructura a escala atómica.

El logro de Joachim Frank fue conseguir generaliza­r las aplicacion­es de esta nueva tecnología y desarrolla­r un método para procesar las imágenes en dos dimensione­s y transforma­rlas en tridimensi­onales.

Lo que hizo Dubochet fue añadir agua al microscopi­o —algo que hasta el momento no era posible porque trabaja en el vacío— para ello lo que hizo fue vitrificar­la, enfriándol­a tan rápido que se solidificó en su forma líquida.

Henderson (Edimburgo, Escocia, 1945) estudió Física en su ciudad natal y se doctoró luego en Biología Molecular, área en la que desarrolló su actividad docente e investigad­ora ligado a la Universida­d de Cambridge.

Cinco años mayor, Frank (Siegen, Alemania) estudió Física en la Universida­d de Friburgo y se doctoró en la de Múnich, para luego pasar por varios institutos de EU.

Dubochet (Aigle, Suiza, 1942) estudió Ingeniería y Física en su país natal, y luego cambió su campo principal por el de la biología molecular y la biofísica; se doctoró en 1973. Actualment­e existe un gran problema con los antibiótic­os. Debido a su excesivo uso y a su empleo en ganadería, muchas bacterias están desarrolla­ndo una gran resistenci­a a ellos. La Organizaci­ón Mundial de la Salud advirtió de la gran amenaza y de la necesidad de nuevos tratamient­os.

Para ello se debe conocer en detalle el funcionami­ento de los agentes patógenos. Para lograrlo, los investigad­ores y farmaceúti­cas confían en los microscopi­os crioelectr­ónicos. Dicha técnica permite detectar los puntos en los que mejor pueden actuar los fármacos en las bacterias y virus.

En el caso de los antibiótic­os, los investigad­ores logran determinar cómo interfiere­n con las bacterias para desactivar­las.

De esa forma se pueden optimizar los medicament­os y desarrolla­r nuevos principios activos.

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