Cuantiosas armas y la vida no vale nada…
Las tragedias continúan, pero ahora por causa de la mano del hombre: Stephen Paddock, desde su cuarto de hotel en Las Vegas, abrió fuego contra 22 mil personas que presenciaban un concierto y asesinó a 59 y lesionó a más de 500…
Más allá del perfil psicológico del autor del tiroteo más salvaje y mortífero de la historia de Estados Unidos, las armas aparecen de nuevo en el centro del debate: el criminal tenía ¡23 en su habitación y otras 19 en su casa!
La Segunda Enmienda a la Constitución (1791) garantiza el derecho del pueblo a poseer y portar armas. Esa época se caracterizaba por el temor ante una posible invasión del Imperio Británico para recuperar sus antiguos dominios y una sociedad preponderantemente rural, cuyos habitantes se protegían ante peligros como el robo a las diligencias y de ganado o la invasión de tierras y propiedades, además de que el armamento era de menor alcance y letalidad.
Y el tiempo transcurrió sin que se regulara el ejercicio de este derecho, hasta convertirse en un valor profundamente arraigado en la cultura de los estadunidenses: no exagero al expresar —con todo respeto— que, en Estados Unidos, disponer de un arma es tan necesario e íntimo como en México contar con una imagen de la virgen de Guadalupe…
Luego, EU tiene la tasa más alta con cerca de 90 armas por cada 100 habitantes y casi la mitad de las que detentan los civiles en el mundo, así como 64 mil 747 puntos de venta autorizados (Small Arms Survey); por tanto, existen alrededor de ¡270 millones de armas!
Así, 67 por ciento de los estadunidenses creció con armas en sus hogares, mientras que 76 por ciento reporta haber disparado antes de cumplir 18 años (Pew Research Centre). Los requisitos para adquirirlas prácticamente se limitan a una identificación, hay precios para todo bolsillo y se compran hasta en el supermercado; incluso, invidentes pueden portarlas (caso Carey McWilliams). Y la poderosa Asociación Nacional del Rifle, apuntalada por los fabricantes, cuenta con dinero en exceso para cabildear cualquier intento de frenar el jugoso negocio, pues el mercado de armas y municiones vale más de 13 mil millones de dólares al año (IBIS World).
Los estadunidenses no acaban de comprender el riesgo que significa su amplia exposición a las armas y la falta de mejores controles, fenómeno sociológico que debe abordarse desde las dimensiones anotadas para definir una política de prevención inteligente; sin embargo, resolver este grave reto demanda un liderazgo capaz, honesto y valeroso, hoy ausente en el país.
Por ello, me horroriza imaginar que pronto estaríamos lamentando otra masacre semejante... ¡Que Dios nos proteja!