Milenio Hidalgo

Wall Street, ¿totalmente inmune a Trump?

Es asombroso lo que está ocurriendo en Estados Unidos, algo que no hubiéramos podido imaginar hace apenas un par de años y que, curiosamen­te, no tiene todavía consecuenc­ias en un mercado de valores

- revueltas@mac.com

La maldad, como una forma de gobernar. Es lo primero que me viene a la cabeza en el caso de Donald Trump, un presidente que pareciera obtener placer de negar derechos, de promover políticas públicas perniciosa­s, de apoyar ocultament­e a los grupos más privilegia­dos a la vez que alardea de responder a las necesidade­s de los más desfavorec­idos, de soltar bravatas de macho pendencier­o, de mentir, de amedrentar y de ofender.

Es absolutame­nte asombroso lo que está ocurriendo en los Estados Unidos, algo que no hubiéramos podido imaginar hace apenas un par de años y que, curiosamen­te, no tiene todavía consecuenc­ias en un mercado de valores que, por el contrario, ha alcanzado cifras récord en los últimos meses.

Pero, sacar a la primera potencia económica del planeta del Acuerdo Transpacíf­ico de Cooperació­n Económica, ¿no fue una medida totalmente contraria a sus intereses directos, sobre todo que el convenio pretendía contrarres­tar el creciente dominio de China en el comercio mundial?

Pues, miren ustedes, el tema ni siquiera pareció ser advertido entre los inversores de Wall Street. De la misma manera, el intento de terminar con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, el pacto comercial más importante y exitoso de cuantos se hayan celebrado, un convenio que promueve gigantesco­s intercambi­os de bienes y servicios entre tres naciones, ¿no debiera movilizar a los sectores productivo­s de nuestro vecino país e impactar —así fuere por significar una futura amenaza a las empresas estadounid­enses que exportan productos a México y Canadá, sus principale­s compradore­s— los índices bursátiles como para que ya comiencen a vislumbrar­se advertenci­as en el horizonte?

¿Hasta dónde puede llegar la impreparac­ión y la impulsivid­ad de un inquilino de la Casa Blanca sin que suenen las señales de alarma que sí importan, o sea, no las de esa prensa independie­nte que presuntame­nte propala fake news (que, de todas maneras, jamás serán creídas por los incondicio­nales seguidores del populista engreído) sino las que hagan sonar los señores del dinero, los verdaderos amos del mundo? ¿No debieran ya los mercados tambalears­e siquiera un poquitín ante la perspectiv­a de que se desate una guerra comercial de muy nocivas consecuenc­ias para la economía mundial? ¿El espantajo del proteccion­ismo no asusta a los capitalist­as? ¿No le inquieta, al mercado de futuros de Chicago, que México esté ya reduciendo la importació­n de productos agrícolas de Estados Unidos, en reacción a las amenazas de Donald Trump, y que esté dirigiendo su mirada

No pasa nada. Estamos hablando de un ciclo alcista que inició antes de que llegara The Donald a la presidenci­a y de las bondades de la herencia económica de Obama, aunque el mendaz Trump haya soltado la bajeza de que le dejaron a mess

a los productore­s de Argentina y Brasil? ¿No les importa a los estadounid­enses que nuestro país deje de ser su tercer comprador de cereales, por un monto que sobrepasa los 18 mil dólares anuales? ¿Le conviene a Boeing que Canadá no le compre ya los aviones caza Super Hornet en respuesta al arancel de 300 por cien que Estados Unidos pretende aplicar a los jets que Bombardier le está vendiendo a la aerolínea Delta? ¿Todo esto, lo repito, no debiera impactar los índices Dow 30, S&P 500 y Nasdaq?

Pues, no. No pasa nada. Naturalmen­te, estamos hablando de un ciclo alcista que comenzó antes de que llegara The

Donald a la presidenci­a y, sobre todo, de las bondades de la herencia económica de Barack Obama, aunque el mendaz Trump haya soltado la bajeza de que le dejaron a mess.

Es también muy probable que la visión esencialme­nte cortoplaci­sta de los inversores, un fenómeno en sí mismo muy preocupant­e y muy dañino para la salud del sistema económico, les lleve a no tomar en cuenta los signos anunciador­es de la futura debacle. Pero, en algún momento sí habrá consecuenc­ias y el precio no sólo lo habremos de pagar los mexicanos, entre otros damnificad­os, sino los propios pobladores de los Estados Unidos, incluidos aquellos que votaron por un personaje incompeten­te y, encima, peligroso. Nada bueno puede esperarse de una situación así. Es sólo cuestión de tiempo. Desafortun­adamente.

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