Relaciones de poder
Los planteamientos de Hall, Held, Crozier, Friedberg, Etkin y Schvartein, sobre las relaciones de poder que establecen los actores, cobran relevancia cuando se comprende el contexto de las organizaciones donde se reconocen fuentes, esferas y concepciones diversas que determinan el rol o funciones de los involucrados.
Richard H. Hall (2000) plantea que las organizaciones
y el poder son sinónimos en muchos aspectos. Después de todo, las organizaciones son instrumentos poderosos de los poderosos, cuando pensamos en los resultados organizacionales. También son sistemas de poder en términos de la forma en la que la gente se ajusta a las reglas organizacionales. Son sistemas políticos en términos de la adjudicación de recursos. El poder se distribuye entre los privilegiados y los subprivilegiados. El poder es estable y se autoperpetúa. Aquellos que están en el poder tienen los recursos para mantenerse en el poder.
Hall menciona que las unidades organizacionales y las personas en las organizaciones obtienen su poder por medio del control, tanto de las bases como de las fuentes de poder. Las bases de poder se refieren a aquello que controlan los tenedores del poder y que les permite manipular el comportamiento de otros. Las bases de
poder incluyen la posibilidad de premiar o de ejercer coerción, su legitimidad sus habilidades y su utilidad como referencia para el receptor del poder. Las fuentes de poder son la forma en que las partes llegan a controlar las bases de poder. Las fuentes son: 1) el puesto o posición en la estructura; 2) las características personales; 3) las habilidades; y 4) la oportunidad o combinación de factores que da a las partes la oportunidad de utilizar sus bases de poder.
En este mismo sentido, David Held (1989) reconoce que en un primer nivel, el concepto de
poder es muy simple, se refiere a la capacidad de los agentes, las agencias y las instituciones sociales para mantener o transformar su ambiente, social o físico; y se refiere a los recursos que constituyen esta capacidad y las fuerzas que moldean e influyen sobre su ejercicio. Por consiguiente, el poder es un fenómeno que hallamos en y entre todos los grupos, instituciones y sociedades, y que atraviesa las vidas pública y privada. Se expresa en todas las relaciones, instituciones y estructuras implicadas en la producción y reproducción de las sociedades y comunidades. Held plantea también que una esfera de poder es un contexto de interacción o medio institucional en y a través del cual el poder da forma a las capacidades de las personas. Held identifica siete esferas de
poder: organización de la salud física y emocional; organización del dominio de bienes y servicios; la cultura o la vida cultural; las asociaciones cívicas; la economía; la organización de la violencia y de las relaciones coercitivas; y las instituciones regulatorias y legales.
Por su parte, más centrados en el asunto de las relaciones, M. Crozier y E. Friedberg (1990) plantean que el poder que debaten no podría asimilarse al que detentaría una autoridad establecida. El poder, dicen, no es el simple reflejo y producto de una estructura de autoridad, organizativa o social, como tampoco es un atributo o una propiedad de cuyos medios uno se pudiera apropiar, como antaño se creía que podían apropiarse los medios de producción por la nacionalización. En el fondo, mencionan, no es otra cosa que el resultado, siempre contingente, de la movilización, por los actores, de las fuentes de incertidumbre pertinentes que ellos controlan en la estructura de determinado juego, por sus relaciones y transacciones con los otros participantes en ese juego. Es pues, una relación que en tanto mediación específica y autónoma de los objetivos divergentes de los actores, resta siempre ligada a una estructura de juego. Esta estructura, de hecho, define la pertinencia de las fuentes de incertidumbre “naturales” y “artificiales” que éstos pueden controlar.
Desde esta perspectiva, Jorge Etkin y Leonardo Schvarstein (1992) mencionan que las relaciones de poder se concretan en el condicionamiento de las acciones cotidianas de los individuos, pero las fuentes de este condicionamiento pueden ubicarse en distintos niveles según la amplitud del enfoque utilizado por el observador, su perspectiva. En este sentido, es posible hablar de la fuerza que ejerce la organización (poder organizacional), la presión de los grupos sobre sus componentes (fuerzas cohesivas), las relaciones en el grupo (por ejemplo, el liderazgo), los vínculos entre pares de individuos (vínculos personales). Desde un perspectiva más amplia y abarcadora, observando la organización en su entorno, hablan del poder reconocido y emanado del orden instituido. Caracterizan las relaciones de poder, de la siguiente manera: a) asimetría en las relaciones, b) resistencias en el vínculo, c) efecto transformador, d) intencionalidad en el ejercicio, e) deseo de reconocimiento, f) representaciones simbólicas, g) lenguaje especifico, h) efectos localizados, i) funciones represivas y productivas, j) integración con el saber, y k) bases de legitimación.