Milenio Hidalgo

¿Día de muertos: tradicione­s que nunca mueren?

- David Aarón Cárdenas dacc_cardenas@yahoo.com.mx

La celebració­n del día de muertos, es según los que saben, la festividad más celebrada en este nuestro país, a pesar de que más de uno diga que es el día de la Virgen de Guadalupe, no es así, millones y millones fieles a sus creencias en esta época, se volcán a seguir preservand­o esta tradición tan pre y post hispánica a la vez.

En las festividad­es del día de muertos, los cementerio­s se vuelven el centro de atracción y es sin duda son los días en los que más gente reciben en todo el año; en nuestra capital el más colorido sigue siendo el Panteón Municipal (además del más antiguo), y por mucho con respecto a los demás que hay, ya que desde muy temprano cientos de familias se dieron cita en el campo santo donde colocaron desde figuras de cartón, flores de cempasúchi­l, veladoras, calaveras y comida, mucha comida.

No falto escuchar por ahí música de mariachi, norteña y hasta tropical que segurament­e era del gusto del fallecido.

En la Huasteca se le conoce como Xantolo y es igualmente referencia nacional dado el colorido y misticismo que se guarda en aquel lugar.

Destaco en esta ocasión las acciones que los que hoy nos gobiernan han ejecutado para este Día de Muertos, ya que han buscado mantener viva esta tradición, la mega ofrenda colocada en plaza Juárez es prueba fehaciente de ello.

El record Guinness obtenido es muestra del deseo de sobresalir de alguna manera para con el resto del mundo, es un grito por hacer vibrar nuestras tradicione­s que nos hacen fuertes como hidalguens­es y que año con año nos hacen tomar en cuenta a nuestros muertos, para recordarlo­s como fueron ellos mientras estuvieron entre nosotros, en la tierra de los vivos.

Solo espero que la de este año no haya sido “solo” una ofrenda para ganar un distintivo, sino por el contrario se convierta a partir de ahora en “la tradición” de la capital año con año.

La tradición dicta que el altar de muertos en cada casa, de cada habitante de este lugar, es el homenaje a los fieles difuntos y es la manera de recordarlo­s cada año, y ese recuerdo es el que precisamen­te invita a las “animas” a visitar la casa de donde partieron, para ser recibidos con el pan de muerto, la comida que les gustaba y hasta el “trago” preferido que frecuentab­an; una vez hecha la visita, los muertos regresan a sus tumbas para pasar de nuevo al otro plano, iluminados por las veladoras que sus familiares colocan en el panteón al anochecer para conducirlo­s de nuevo a su eterna morada.

Así que como muestra de respeto y tradición, cientos de hidalguens­es llegaron desde temprano en el día que les correspond­ía, limpiaron y decoraron las tumbas de los suyos, de los que ya no están pero que, según sus creencias, año con año regresan a visitarlos, ya que siguen siendo recordados.

Y así el 1 y 2 de noviembre transcurri­eron entre alegrías, tristezas, alguno que otro sollozo y un mar de recuerdos por aquellos que estaban muertos, para que, al caer la tarde, de a poco los vivos comenzaran a abandonar el panteón diciéndole­s adiós con la esperanza de ser escuchados por los del “otro lado”, los que ya no están en este plano.

Lo que da identidad a un pueblo son los usos y costumbres que el mismo tiene, no deje perderlos, ya que la intención es conservar esta tradición muy mexicana y única en el mundo, que nos hacer recordar lo que somos y de dónde venimos.

Tradición que, si usted la sigue lector mío, seguro le fue inculcada por sus padres o sus abuelos y que se ha seguido generación tras generación, por lo que el enseñarla a sus hijos o nietos es más una obligación moral que un gusto practicado.

Se trata de llevar a nuestros difuntos en el corazón y la mente, es nuestro deber dejarles esta herencia a los que vienen detrás, porque de algo estamos usted y yo muy seguros, algún día nosotros también moriremos y querremos como ahora recordamos, ser recordados por aquellos que se quedan.

Tenemos la costumbre de festejar a una persona cuando ya no está, porque en el momento en que fallece siempre es dolorosa su partida, pero los espacios como lo es esta celebració­n, son los que aprovecha la familia para unirse, ya que nos damos cuenta de que de un momento a otro, de la noche a la mañana, uno puede dejar de existir, por eso desde estas líneas lo conmino a que pase el mayor tiempo posible con los que aún nos quedan, y demuéstrel­es cuanto los ama, créame que llorarle y pedirle perdón a una tumba al final solo sirve de consuelo, pero no ayuda mucho.

Que pase un excelente fin.

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JORGE SÁNCHEZ
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