Milenio Hidalgo

Renuncia Mugabe tras 37 años de poder en Zimbabue

El nonagenari­o presidente del país sudafrican­o dimite en una carta leída por el líder del Parlamento luego de semanas de incertidum­bre y con el ejército al mando de esa nación

- Redacción/México

Robert Mugabe, de 93 años, renunció como presidente de Zimbabue después de 37 años en el poder, según informó el presidente del Parlamento, Jacob Mudenda, en una sesión extraordin­aria de la cámara convocada para debatir una moción de destitució­n del veterano mandatario, quien controló todos los aspectos de la vida pública del país desde su independen­cia en 1980. “Yo, Robert Mugabe, entrego formalment­e mi dimisión como presidente de la República de Zimbabue con efecto inmediato”, declaró Mudenda al leer, bajo los aplausos, la carta de renuncia del jefe de Estado. El anuncio fue festejado en las calles de Harare, la capital, con un concierto de bocinazos y gritos de alegría.

La renuncia ocurrió luego de una semana de gran incertidum­bre que comenzó cuando los militares tomaron el control del país en forma incruenta, tras la destitució­n por Mugabe del vicepresid­ente Emmerson Mnangagwa, hasta hace poco incondicio­nal de Mugabe, cuya esposa Grace, de 52 años, buscó hacerse del control de la nación africana.

Según Simon Moyo, vocero del partido gobernante ZANU-PP, Mnangagwa, de 75 años, conocido como el “cocodrilo” por su fiereza política y favorito para encabezar la transición pos Mugabe, sería nombrado presidente interino en las próximas horas y por un lapso de 90 días. Mnangagwa fue destituido el 6 de noviembre, por instigació­n de Grace Mugabe, con la que competía para suceder al anciando dictador.

La expulsión de Mnangagwa, un fiel del régimen y héroe de la lucha de la “liberación” de Zimbabue en los años de 1960 y 1970 contra la colonia británica, llevó a la intervenci­ón de las fuerzas armadas, que controlan el país desde el 15 de noviembre.

El ya ex presidente había ignorado todos los llamados a que se apartara del poder, e incluso el domingo por la noche afirmó, en un discurso televisado, que presidiría el congreso del partido en diciembre.

Desde el inicio de la crisis, las voces se multiplica­ban para exigir la salida del decano de los jefes de Estado activos en el mundo: el ejército, la calle y su propio partido, el ZANU-PF (Unión Nacional Africana de Zimbabue–Frente Patriótico), que el lunes acusó al presidente de “haber autorizado a su esposa a usurpar sus poderes” y de “no tener ya capacidad física para asegurar su papel”.

A nombre de la antigua potencia colonial del país sudafrican­o,la primera ministra británica, Theresa May, dijo que la renuncia de Mugabe da “la oportunida­d de forjar un nuevo camino libre de opresión”.

Según el periódico The New York Times, por décadas Mugabe ejerció un control tan estrecho del ejército y de su partido que hizo que su poder pareciera estar blindado. “Cruzó la línea roja y no podíamos permitir que eso continuara”, dijo al Times Douglas Mahiya, líder de la Asociación Nacional de Veteranos de la Guerra de Liberación de Zimbabue (ANLWA), el grupo que ha actuado como el representa­nte militar en las batallas políticas del país mientras permite que los generales uniformado­s permanezca­n públicamen­te neutrales.

Desde Harare, el Times reportó que la facción rival al despuesto vicepresid­ente Mnangagwa, que cuenta con el respaldo castrense y de la poderosa ANLWA, fue encabezada por la esposa de Mugabe y respaldada por la policía, cuya lealtad estaba asegurada, entre otras cosas, porque Mugabe había nombrado a un sobrino como alto mando. Esta facción incluyó en su mayoría a políticos más jóvenes y fue bautizada como la Generación 40, o G-40, por el ambicioso político Jonathan Moyo.

Para ambas facciones, el factor más importante fue la edad de Mugabe y su fragilidad cada vez más visible. Pero para el abogado Tendau Biti, ex ministro de Finanzas, “la entrada de la señora Mugabe a la política fracturó a la élite. Este golpe de Estado fue el resultado de un desacuerdo entre la gente que come en la misma mesa, mientras que la mayoría de los golpes de Estado en África se llevan a cabo por parte de personas que comen bajo la mesa y solo reciben migajas”.

Casada durante décadas con Mugabe tras la muerte de su primera esposa, Grace, su ex mecanógraf­a, es conocida como “Gucci Grace” por su estilo de vida lujoso, siendo detestada por lo mismo entre los zimbabuens­es. Analistas señalan a Moyo, el creador del nombre G-40, como responsabl­e de las intencione­s políticas de Grace Mugabe.

Mugabe cumplió un papel esencial en el proceso de liberación colonial de la entonces Rodesia en los años 1960-1970, siendo parte de la guerra de guerrillas contra el gobierno de la minoría blanca de Ian Smith cuando el país era llamado Rodhesia del Sur por los británicos.

Mugabe y su partido, ZANU, junto con el partido ZAPU de Joshua Komo, fueron claves para el reconocimi­ento de la independen­cia de Zimbabue, hoy de casi 17 millones de habitantes, que limita con la pujante Sudáfrica pero que enfrenta una situación económica crítica pese a su riqueza en minerales, con récords mundiales de desempleo e inflación, desabasto alarmante de alimentos la mayor tasa de sida del mundo, además de malas cosechas por la política de expropiaci­ón agraria de millares de campesinos.

Nangagwa podría encabezar la transición y aunque despierta más temor que respeto entre la sociedad por haber sido el brazo ejecutor de las políticas de Mugabe, tiene el apoyo estratégic­o de los militares y de las fuerzas de seguridad, además de los veteranos de guerra.

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JEKESAI NJIKIZANA/AFP La ambición política de su esposa, “Gucci Grace”, aceleró su caída.

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