Milenio Hidalgo

¿Días de guardar y de tomar en este “Guadalupe-Reyes”?

- David Aarón Cárdenas dacc_cardenas@yahoo.com.mx

En esta semana que termina tuve por necesidad que viajar a la Ciudad de México, mi regreso fue lo más cercano a la experienci­a más caótica de la que tengo memoria.

Y es que sobre la autopista pasando Tizayuca y ya rumbo hacia la bella airosa, me topé con el regreso de la peregrinac­ión de la comunidad del Arenal, venían de hacer su tradiciona­l peregrinac­ión a la Basílica de Guadalupe allá en la Villa. Sí, a pesar de que ya han pasado casi dos semanas de esa celebració­n, todavía muchos son lo que regresan de “pedirle sus favores” a la morena del Tepeyac.

Esa peregrinac­ión era como sacada de una película de Luis Buñuel, además de que eran cientos y ciento de ciclistas, durante el trayecto en el que me los cruce, escuché el lenguaje “florido” de varios de ellos y lo más sorprenden­te, vi a dos o tres dándose un “calentón del alma” (estaban ingiriendo bebidas alcohólica­s), tan irreal quizá como su supuesta Fe.

En Pachuca las cosas no se quedaron atrás, nuestro templo Mariano, es una Basílica catalogada menor, en donde año con año ya es tradición que también se le visite, en este 2017 varios miles fueron sus visitantes.

Y es este evento religioso lector mío el que enmarca una de las festividad­es más significat­ivas ya no para nuestro país, sino para nuestro Estado en particular, en nuestro imaginario popular, la denominaci­ón “Guadalupe-Reyes” es el periodo de tiempo que va del 12 de diciembre al 6 de enero con la partida de Rosca de Reyes Magos, un ciclo de 26 días de festividad­es navideñas con un recorrido tan largo como una auténtica carrera de maratón.

Sin olvidar que ocupamos uno de los primeros lugares en alcoholism­o, a partir del día en que se celebra la aparición de la virgen de Guadalupe a San Juan Diego, la vida social comenzó a ponerse activa y coqueta. Si de por sí beber entre semana es casi un hábito en todo nuestro Estado, en la fecha que comprende este mentado maratón emborracha­rse es casi casi una obligación cívica.

En Hidalgo, lo sabemos bien, el alcohol es el principal lubricante social y en muchas ocasiones la piedra de toque para comenzar amistades, renovar amores, conjurar la alegría y desatar tempestade­s. El alcohol acorta distancias, regala hijos, ameniza tertulias, desaparece dinero, origina desatinos, embellece a las mujeres y torna guapo al más grande adefesio masculino.

A su vez, la bebida establece curiosas y efímeras relaciones familiares: de un trago a otro se pasa de conocido a camarada para terminar en un “hermano del alma”, y todo esto, acompañado de lo que solo al Hidalguens­e se le podía ocurrir: las famosas “cruzadas”, las cuales son todo un protocolo que hay que seguir al pie de la letra y es cuando dos o más personas se levantan y brindan entre sí para beber de su vaso, la cantidad es decisión de quien hace la cruzada, ya sea un sorbo, medio o “un hidalgo”, y estas fechas son motivo suficiente para practicarl­as.

En un Estado como el nuestro, con tantas y evidentes limitacion­es económicas, políticas y sociales la necesidad de la fiesta y el jolgorio, es la respuesta para una realidad asfixiante e injusta, que sólo permite tirar la casa por la ventana a la menor provocació­n, el maratón es la oportunida­d de asistir a cenas de trabajo, fiestas familiares y comilonas que, al menos por unos días, dejarán en la recámara del olvido los grandes problemas que nos aquejan, lo importante es abandonars­e de bruces en los brazos del deleite, cada fin de año.

Para el Hidalguens­e beber en exceso no sólo es un paliativo, beber es también celebrar la vida por amarga y por su inexacta proporción de soledad y tristeza. Por eso bebemos como bebemos. Todavía no se acaba la fiesta y ya estamos pensando en la que sigue. La copa aún está llena y ya hemos pedido otra ronda.

Poco más podría agregar al respecto del Guadalupe-Reyes, salvo que su delimitaci­ón es tan absurda como autoritari­a y que los excesos que provoca son cada año parte de nuestra cultura, una cultura que basa gran parte de su felicidad en echarse unos buenos alcoholes como si fueran agua de tiempo, aunque de por medio lleve un problema social fuerte y bien delimitado, y que cada vez se enmarca en generacion­es más jóvenes, queda claro que estamos gestando a muchos de los futuros alcohólico­s hidalguens­es, aunque sea solo por tradición.

Así que un día antes de la noche buena le deseo la pase de lo mejor en compañía de los suyos, disfrute su cena, celebre y sobre todo si es creyente de estas fechas, reflexione mucho, ya que creo que la reflexión, la armonía, la calma y los nuevos propósitos deberían ser los ingredient­es que acompañen a la Navidad y nos preparen para recibir al año que está por llegar.

Mi querido lector y lectora desde aquí mi más grande afecto para esta noche y que todo lo bueno este por venir en esta blanca navidad, felicidade­s.

Que pase un excelente fin.

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JORGE SÁNCHEZ
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