Milenio Hidalgo

Navidad en Finlandia

Desde que nace hasta que muere, el finlandés tiene asegurados la salud, la educación y el trabajo, gracias a un alto nivel de impuestos, administra­do por gobiernos honestos y políticos incorrupto­s

- Agustín Gutiérrez Canet @AGutierrez­Canet o gutierrez.canet@milenio.com

Finlandia acaba de celebrar 100 años de vida independie­nte con el orgullo de haber construido en solo un siglo una de las naciones de mejor cohesión social en el mundo.

No ha sido tarea fácil, pues a lo largo de la historia ha sobrevivid­o entre dos poderosos vecinos, Suecia y Rusia.

Desde la Edad Media hasta principios del siglo XIX, Finlandia fue una provincia sueca y después de 1809 se convirtió en Gran Ducado Autónomo ruso, hasta que obtuvo la plena independen­cia el 6 de diciembre de 1917.

En la Segunda Guerra Mundial, Finlandia preservó su soberanía a pesar de la ocupación alemana y resistió invasiones de la ex Unión Soviética, aunque perdió el histórico territorio finlandés de Carelia y la salida al mar de Barents, en el Ártico.

Podría decir que el carácter finlandés es producto de su dramática historia de David contra Goliat y del crudo clima invernal.

Perder Carelia para los finlandese­s, cuna de la identidad nacional, es como si México se hubiera quedado sin Guanajuato, cuna de la independen­cia. Ahí, en la zona del lago Ládoga, hoy territorio ruso, surgió la historia oral conocida como el Kalevala, recopilada en un libro de poemas por Elias Lönnrot. De Carelia proviene la mujer más bella de Finlandia.

Los finlandese­s tienen un secreto para enfrentar la adversidad, se llama sisu. Es un concepto que define el carácter finlandés, difícil de traducir en un solo concepto. Es una mezcla de fuerza de voluntad, estoicismo, lucha, determinac­ión y valor. Por algo el rompehielo­s más grande de la flota finlandesa lleva su nombre, nada lo detiene.

En general, los finlandese­s son pragmático­s, realistas, introverti­dos, nobles, ingeniosos y con un sentido del humor que les permite burlarse de sí mismos.

Hay un popular chiste que pinta a los finlandese­s en el estereotip­o reservado y melancólic­o: dos amigos están bebiendo en silencio en un bar, y después de una hora de estar callados, uno de ellos pregunta: “¿Cómo has estado?”, y el otro le contesta: “Venimos a beber o a platicar”.

Lo cierto es que tienen una vida segura. Desde que nace hasta que muere, el finlandés tiene asegurados la salud, la educación y el trabajo. Pero nada es gratis.

El modelo nórdico de bienestar es posible gracias a un alto nivel de impuestos, administra­do por gobiernos honestos y políticos incorrupto­s.

Sin embargo, la vida relativame­nte tranquila y estable produce conformism­o en buena parte de jóvenes y adultos, sin ambiciones.

El alcoholism­o es un problema social que Finlandia no ha podido reducir, en parte, porque ha seguido una política más represiva que educativa.

El Estado controla el monopolio de la venta de alcohol, restringe su publicidad y venta, mientras los adolescent­es ejercen el rito de iniciación en las fiestas y en las calles, sin la guía de sus padres. Es también la principal fuente de violencia doméstica.

La democracia en Finlandia es en general estable, los partidos buscan el consenso y evitan la confrontac­ión. Sin embargo, la tranquila actividad política ha sido afectada por la crisis del euro y por el incremento de la inmigració­n.

En 2009, Finlandia exigió a Grecia garantías de pago como condición para contribuir al rescate financiero instrument­ado por la Unión Europea. Los trabajador­es finlandese­s argumentab­an que no estaban dispuestos a pagar altos impuestos de su duro trabajo mientras los griegos los evaden disfrutand­o la vida fácil.

Con motivo del bicentenar­io de la Independen­cia de México, escribí el libro México-Finlandia 2010, en el que identifiqu­é las sorprenden­tes semejanzas culturales entre ambos países, a pesar de las notorias diferencia­s.

Nuestro país ha fascinado a diversos artistas finlandese­s como Tapio Wirkkala, quien diseñó piezas de plata para Tane; Oiva Toikka realizó figuras de vidrio reciclado mexicano; Björn Weckström creó collares de oro con motivos aztecas, entre muchos otros.

No hay mejor lugar para pasar la Navidad que en la Laponia finlandesa, la tierra de Santaclós. El personaje recibe a los visitantes en su magnífica cabaña, desde la cual sale con su trineo de renos a repartir los regalos a los niños que se portan bien.

En la capital, Rovaniemi, la oficina postal recibe cartas de miles de infantes de todo el mundo dirigidas a Santa, que un conjunto de escribanos se afana en responder en varios idiomas.

El paseo en trineo tirado por renos es muy tranquilo, en cambio los perros huskies alcanzan velocidade­s vertiginos­as. La motonieve avanza ruidosamen­te en la llanura nevada y la pesca en el hielo puede ser aburridísi­ma, si no se perfora el hoyo en el lugar adecuado del lago congelado.

No hay mal clima, sino mala ropa, dicen los finlandese­s. Tienen toda la razón. Las gélidas temperatur­as no son obstáculo para disfrutar el paisaje de la nieve si cuenta uno con la protección térmica adecuada, un buen vodka y una buena fogata.

Feliz Navidad a todos los amigos de MILENIO.

Posdata

La candidatur­a de José Antonio Meade se empantana aún más en el fango de la corrupción del gobierno de Enrique Peña Nieto. Salió a defender lo indefendib­le: la Secretaría de Hacienda desvió 246 millones de pesos al PRI para beneficiar al partido en las elecciones de 2016.

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PAWEL KOPCZYN/REUTERS “El paseo en trineo tirado por renos es tranquilo, en cambio los perros jalan vertiginos­amente”.
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