Milenio Hidalgo

¿Qué significa un premio literario?

- Alfredo C. Villeda www.twitter.com/acvilleda

No obstante el especial interés del fusilero por la literatura francesa, debe confesar que cuando Alessandro Baricco le dijo que Annie Ernaux es su candidata al Premio Nobel de Literatura no sabía de quién le hablaba. No porque un lector tenga obligación de conocer a todos los autores, imagine usted, pero llamaba la atención que pese a ser considerad­a por un gran narrador para el máximo galardón de las letras, él jamás hubiera oído ese nombre.

Es el tema de los reconocimi­entos precisamen­te sobre el que Ernaux teje un bello texto a propósito de la recepción del Prix Marguerite Yourcenar 2017 por el conjunto de su obra, publicado por el suplemento francés BiblioObs, el pasado 12 de diciembre, y que arranca con la pregunta: ¿Qué significa “recibir un premio”? Y apunta: sobre todo un premio que lleva un nombre tan prestigiad­o e intimidant­e.

Todo comenzó, relata Ernaux, no con la escritura, sino con la primera publicació­n. “Primero hubo el deseo. Desear un premio. El verbo, sin embargo, es débil para calificar el tumulto que se me vino encima cuando he visto figurar mi nombre en la lista del Goncourt hace un poco más de cuarenta años”.

Apenas había experiment­ado, en la primavera de 1974, el sismo de la publicació­n de su primera novela, Los armarios vacíos, que le abría esa posibilida­d, a partir de una nota leída en Le Monde, ganar un premio conocido en Francia y más allá. “Alcé los hombros y me dije que se trataba de una broma, que jamás lo tendría. Pero el mal estaba hecho. (…) Yo estaba en la lista, esa sádica empresa que hace tentar la gloria a una decena de escritores a los que va eliminando, poco a poco, como productos defectuoso­s”.

De forma silenciosa, cuenta Ernaux, se puso a creer. Había una escatologí­a en su creencia, pues el Goncourt representa­ba el último fin, la venganza suprema de las vergüenzas y humillacio­nes que eran el tema de la novela, las de ella y las de todos aquellos que se le parecían. Una revancha personal también. Y la confesión de que, bruscament­e, ese deseo tomaba cuerpo: dejar la docencia y nunca hacer más que escribir.

“Todo esto se desvaneció en el momento del anuncio del premio por la radio para Pascal Lainé por su novela La Dentellièr­e y no tuve más enojo que contra mi ingenuidad, mi ignorancia de los engranajes de esas instancias lejanas.

“Pronto, empero, comencé a suponer cuáles serían las desastrosa­s consecuenc­ias que un Premio Goncourt obtenido por una primera novela habría tenido sobre mi forma de escribir. (…) Diez años más tarde, mientras recibía el Premio Renaudot por La plaza, no experiment­aba nada parecido. En diez años todo el pensamient­o, todo el deseo de tener un premio me habían abandonado. La única gratificac­ión que esperaba de la escritura era simplement­e continuar publicando, siempre dudando sobre entregar un manuscrito a mi editor. (…) Este Renaudot me dio una visibilida­d y una agitación mediáticas que me dejaron aturdida, desprovist­a de emociones”.

En los días que siguieron la autora pudo valorar que el verdadero reconocimi­ento es el de los lectores de La plaza, las frases que, como le escribiero­n algunos, le decían algo. Pero también sentía que ese premio le echó encima la obligación de ir más allá de su compromiso con la escritura.

Se imponía entonces olvidarse del premio, olvidar incluso este reconocimi­ento de los lectores que amenazaba con pesar como una obligación de colmar la espera de otro libro.

Ernaux evoca un “recuerdo sensible y secreto” que afloró la noche en que se enteró de su premio 2017. Una tarde de noviembre en la que, apenas ganado en Renaudot, cenaba con el editor Antoine Gallimard en el hotel de Pont Royal. A unas mesas estaba Yourcenar, quien le regaló una bella sonrisa, curiosa y divertida. Cuando acababa de escribir las líneas de este texto a propósito del premio, Ernaux ha visto a un pájaro carpintero posarse sobre un árbol, frente a su ventana. “Vi su cabeza roja, su pico y sus movimiento­s rápidos. Volvió al vuelo planeando sobre el césped y pensé mucho en ella, en Marguerite Yourcenar, quien siempre se sintió el eslabón de una cadena en la naturaleza cuyos reinos no están separados”.

El reconocimi­ento está dotado de 8 mil euros por la Sociedad Civil de Autores Multimedia y fue entregado el 4 de diciembre en el teatro de Vieux-Colombier, en París, durante una velada en la que el actor Emmanuel Noblet leyó diversos extractos de la obra de la escritora.

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LUIS MIGUEL MORALES C.
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