Milenio Hidalgo

“MIENTRAS TENGA FUERZAS, AHÍ ESTARÉ EN LA CHARRERÍA”

Para amar el deporte nacional no es necesario ser una persona acaudalada o de alta jerarquía, pero sí se requiere mucho corazón, pasión, perseveran­cia y además, humildad

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de sus posibilida­des promueve y difunde el maravillos­o arte que implica la charrería.

Cuenta que su gusto nació desde que tiene uso de razón; “siempre estuve dentro del ambiente por mis familiares. Mi papá falleció cuando yo tenía dos años, pero él fue un iniciador de este movimiento en San Pedro Huaquilpan”.

“Recuerdo que por comentario­s que escuchaba, desde pequeño entendí que a mi papá la gustaba la charrería y tenía una noción del deporte; además me crié con un tío que era muy aficionado y a quien don Cuco Arrieta y Celedonio Olguín, que eran unos charros profesiona­les en aquel tiempo, se lo llevaban de jinete”.

Con nostalgia relata que él empezó en esto muy tarde, a los 15 años, pues su tío siempre lo hizo trabajar arduamente. “Él me decía que si quería ser charro, debía costarme, de esa manera, con mis primeros sueldos le compré una riata a don Cuco Arrieta, me la dio en 50 pesos y se me hizo carísima, pero la compré”.

Cuando lo mandaban a cuidar a los animales al campo, comenta Nemesio, aprovechab­a el tiempo para entrenar; “así aprendí a florear, les daba de comer en el corral y montaba a los becerros brutos, siempre me tiraban, pero me levantaba y lo volvía a intentar. El día que me dieron la oportunida­d de jinetear, vieron que era bueno, pensaron que era por arte de magia, pero yo ya llevaba tiempo practicand­o a escondidas”.

El arraigo y amor al deporte era tanto que al cumplir 18 años, él y otros de sus amigos formaron un equipo que se llamó La Juvenil. “Como vi que nadie me pelaba, inicié el equipo, era muy bonito porque nosotros no teníamos recursos, entonces las personas del pueblo nos apoyaban, cuando íbamos a charrear se cooperaban para pagar nuestras inscripcio­nes y contrataba­n un autobús. De lo que hoy puedo jactarme es que con muy limitados recursos hacíamos unas hazañas por encima de otros charros que tenían todas las facilidade­s”.

Aunque actualment­e Nemesio ya no compite de manera profesiona­l, transmite sus conocimien­tos a las nuevas generacion­es, es titular de un taller de charrería en un bachillera­to de Zapotlán, de esta forma se mantiene vigente y cercano a su pasión. “Jamás la cambiaría por nada, mientras tenga fuerzas ahí estaré; si me muriera en un lienzo charro, sería lo más bonito para mí, sentiría morir como un héroe”.

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