El poder y la prensa
Katharine Graham, entonces editora de The Washington Post, desafío al poder político, empeñado en silenciar el escándalo de la guerra de Vietnam, considerada inútil, onerosa e injusta; la historia ha sido llevada al cine por Steven Spielberg
La nueva película de Steven Spielberg regresa al cartujo a la lectura de Hannah Arendt. Vuelve a revisar su libro Verdad y mentira en la política (Página indómita, 2017), comentado en la anterior homilía, demorándose en el segundo ensayo: “La mentira en política. Reflexiones sobre los Documentos del Pentágono”, publicado por primera vez en noviembre de 1971 en The New York Review of Books. Unos meses antes, en junio, The New York Times había dado a conocer “el confidencial y copioso archivo del papel desempeñado por los norteamericanos en Indochina desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta mayo de 1968”. Era el apretado resumen de un trabajo,
reunido en 47 volúmenes, titulado Historia del proceso de toma de decisiones sobre la
política estadunidense en Vietnam, realizado, a petición del secretario de Defensa, Robert McNamara, durante año y medio a partir de junio de 1967.
Los Documentos del Pentágono —como fueron conocidos a partir de su difusión en el Times—, cuentan varias historias y enseñan distintas lecciones, explica Arendt. Algunos encuentran en ellos las claves para entender Vietnam como resultado “lógico” de la guerra fría y de la ideología anticomunista; otros los ven como una oportunidad para conocer “los procesos de toma de decisiones gubernamentales”. La mayoría mira en ellos una política de engaño, de la mentira como estrategia en los más altos niveles del gobierno estadunidense a lo largo de varias administraciones, incluida la de John F. Kennedy.
Arendt observa el papel relevante de los profesionales de las relaciones públicas en esa táctica de engaño. Procedentes del mundo de la publicidad, su objetivo era el mercado, la venta de imágenes, la manipulación de la opinión pública, sin importarles el tamaño y costo de sus falacias. La realidad, sin embargo, fue imponiéndose, desbaratando sus versiones, propuestas y teorías, entrampando cada vez más a su país en la narrativa de los sucesos de la jungla vietnamita. “Lo que los Documentos del Pentágono muestran —dice la pensadora alemana— es el miedo obsesivo al impacto de la derrota, no sobre el bienestar de la nación, sino sobre ‘la reputación de los Estados Unidos y de su presidente’”. Subraya reputación con evidente ironía.
Los Documentos del Pentágono estuvieron al alcance de la alta burocracia en la Casa Blanca, en el Departamento de Estado, en el de Defensa, evidenciando el error de la presencia estadunidense en Vietnam, las misiones encubiertas, los asesinatos políticos, los bombardeos indiscriminados, el sufrimiento de la población civil, el fracaso inminente. A nadie le interesó leerlos y muchos se enteraron de su existencia cuando The New York Times los hizo públicos. “Este hecho —escribe Hannah Arendt— arroja alguna luz sobre uno de los mayores peligros de la clasificación de la información: no solo se niega a las personas y a sus representantes electos el acceso a lo que deben saber para formarse una opinión y tomar decisiones, sino que los mismos protagonistas, poseedores de una completa autorización para conocer todos los hechos relevantes, permanecen en la más feliz ignorancia de tales hechos”.
Una historia de película
En el periódico El País, Steven Spielberg habla de su decisión de filmar una película basada en la publicación en la prensa de los Documentos del Pentágono, catalogados top secret, aunque —de acuerdo con Arendt— 99.5 por ciento “no deberían estar clasificados como secretos, ya que en su mayoría son irrelevantes para cualquier propósito práctico”. La revelación la hizo The New York
Times, pero Spielberg cuenta la historia como se vivió en The Washington Post, dirigido por Ben Bradlee, con Katharine Graham como editora. Ella apoyó la publicación de los Documentos del Pentágono en su periódico, como lo haría un año después con la investigación de Carl Bernstein y Bob Woodward sobre Watergate. En ambos casos desafío al poder político, empeñado en silenciar el escándalo de una guerra inútil, onerosa, injusta. El gobierno de Richard Nixon la amenazó con retirarle sus licencias de televisión, pero no consiguió doblegarla.
The Post es el título de la película protagonizada por Tom Hanks como Bradlee y la “sobrevalorada” (según Donald Trump) Meryl Streep como Katharine. Es una historia conmovedora, una lección de dignidad en un mundo tantas veces regido por intereses mezquinos, como bien lo sabemos en México.
En entrevista con la reportera Rocío Ayuso, Spielberg establece los paralelismos entre aquella época y la actual, con un mentiroso empedernido en la Casa Blanca. “Soy un firme defensor —dice el cineasta— de la libertad de expresión y de una prensa libre. El verdadero periodismo es el mejor antídoto para ese término horroroso que pone en duda lo que es verdad y lo que no lo es llamado fake news”.
Por su parte, en su ensayo Hannah Arendt escribe: “Ha quedado claro lo que ya se había sugerido a menudo: si la prensa es libre y no está corrompida, tiene una función de enorme importancia que cumplir y puede ser justamente denominada la cuarta rama del gobierno”. Visionaria, continúa: “Cuestión distinta es si la Primera Enmienda bastará para proteger esta libertad política esencial, el derecho a la información fáctica no manipulada, sin la cual toda libertad de opinión se convierte en una broma cruel”. La pregunta recobra absoluta vigencia en la era Trump, con sus ataques sistemáticos y descalificación del trabajo periodístico.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.