AMLO repite errores de 2006
Andrés Manuel López Obrador se niega a aprender. No acaba de entender que las sirenas no existen, pero de que cantan, cantan. Encandilado con los parabienes que le llueven hasta de territorio enemigo, pierde el piso y es donde entra un elemento básico: siendo un animal político en toda su extensión, la falta de lecturas le pone trampas. Él, acostumbrado a colocarse en medio del fragor de la batalla, a la cabeza de sus ejércitos, no ha leído el libro por antonomasia: la Ilíada.
Hace 12 años navegaba con velas desplegadas, como ahora. Con una ventaja sobre sus perseguidores, 10 puntos porcentuales sostenidos por meses, comenzó a desoír el ruido de la tormenta que el aparato, la nomenclatura, el sistema, operaron con precisión. De hecho se dio el lujo de desairar la invitación a uno de los debates, pues los puntos que lo ponían arriba no debían arriesgarse en un foro en el que sería el tiro al blanco.
Mientras sus enemigos continuaban tejiendo tras bambalinas. Vicente Fox, empresarios, maestros del SNTE, televisoras, priistas, panistas, intelectuales, Marcos, todos a un tiempo “pusieron su granito de arena”, la frase es de Carlos Ahumada, para frenar sí o sí al “peligro para México”, al personaje que ya había demostrado que podía gobernar la Ciudad de México sin mayores contratiempos, acompañado de cuando en cuando por los magnates Carlos Slim, Emilio Azcárraga y Ricardo Salinas Pliego, por el cardenal Norberto Rivera Carrera y por la plana mayor del Poder Judicial.
Distraído en espejismos futuristas, lo sorprendió la gran ola del sistema y fue hasta entonces que cayó en la cuenta de que habían soslayado, él y su inoperante coordinación de campaña, Los Chuchos, un detalle básico: la acreditación de representantes en todas las casillas del país.
Pero ya ha olvidado todo. Y con lo sobrado que luce, acaso no esté en condiciones de escuchar a nadie.
Cuando faltan dos semanas de precampaña, un periodo intermedio y después los tres meses de campaña oficial, anteayer el de Tabasco declaró que ya no está preocupado por cómo va a ganar, pues con las encuestas en la mano, esas que ha descalificado durante los últimos 12 años, sabe que va muy bien y se concentra ahora en cómo gobernará.
Este hombre, experimentado animal político, no ha aprendido nada. Debió haber dejado ya de lado sus lecturas cristianas por un momento para entrarle a Homero.