Milenio Hidalgo

Suicidio en Cuba

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com http://bit.ly/2GLVMqf y http://bit.ly/2EBybI9) M

El suicidio, escribió Albert Camus, es el único verdadero problema filosófico: abre y cierra todas las preguntas de la vida. Aprendí leyendo a Camus y más tarde a Alfred Álvarez (El dios salvaje) que los suicidas no se suicidan porque están tristes o deprimidos, porque la situación social o económica les sea adversa o por haber sufrido pérdidas intolerabl­es.

Los suicidas se suicidan porque son suicidas. Si esto es así, entonces habría que concluir que hay países más suicidas que otros y que, dentro de cada país, hay épocas más suicidas que otras.

El número de suicidios que se considera normal internacio­nalmente es de 3 por cada 100 mil habitantes.

Cuba, donde se quitó la vida la semana pasada el hijo de Fidel Castro, Fidel Castro Díaz Balart, tiene una tasa muy alta de suicidios: 12.5 por cada 100 mil habitantes en 2016. (La de México, en 2015, fue de 5.2).

La cifra cubana es alta. Habla, sin embargo, de un impresiona­nte descenso en el número de suicidios. En los años 80 del siglo pasado, el número de suicidios o Agresiones Autoinflig­idas Intenciona­lmente, como los registra la estadístic­a médica cubana, llegó a ser de 22 por cada 100 mil habitantes.

Guillermo Cabrera Infante escribió un memorable ensayo sobre el suicidio en Cuba, llamando la atención sobre la gran cantidad de dirigentes políticos de la Revolución cubana que se habían quitado la vida: Haydeé Santamaría, Osvaldo Dorticós, Nilda Espín (hermana de Vilma Espín, esposa de Raúl Castro) y su esposo Rafael Rivero: el ex ministro de Comercio Exterior, Alberto Mora, y el ex asesor económico de Fidel Castro, cuando la zafra de los 10 millones, Javier de Varona.

Ahora se ha quitado la vida Fidel hijo, que se hizo experto en cuestiones nucleares en la URSS y ocupó un puesto público de alto rango en la materia, hasta que lo retiró del puesto, públicamen­te, “por incompeten­te”, el propio Fidel Castro, a quien su hijo Fidel no llamó nunca “papá” o “padre”, sino solo, siempre: “el dirigente histórico de la Revolución”.

Escribo esto y me asalta una ola de tristeza por esta triste vida y por esta triste muerte, rotunda y desafiante, como todos los suicidios, en un país donde los suicidios, sin embargo, van a la baja.

(Los datos en CiberCuba:

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