El crash de la tv; ¿tendrá futuro?
“Parece que vivimos en la era del alzhéimer colectivo y se nos olvida que si no miramos a través de la memoria, estamos destinados a repetir los errores”
Hace unas semanas publiqué en este espacio de MILENIO una serie de reportajes extraídos de mi libro Expedientes pop, donde narré mi experiencia en Televisa, empresa donde hace poco tiempo y tras 45 años de carrera, me emancipé; pero a través de mi trayectoria tuve la oportunidad de aprender, proponer, realizar y llevar al éxito prácticamente todo tipo de producciones, sin otra restricción que mi propia creatividad y el gusto del público televidente.
Siempre he pensado que las leyes exactas de la física pueden explicar de alguna manera lo inexacto de nuestra condición humana. Decir que el tiempo y espacio son relativos y dependen del lugar donde se observan, me parece un buen ejemplo, y ahora que ya tengo mi propia empresa productora, además de dedicarme a compartir mi experiencia en una Universidad, mi perspectiva respecto a la televisión no solo ha cambiado, sino que se ha enriquecido. Uno no deja nunca de aprender tratándose de los medios de comunicación.
Por supuesto, al hablar de mi tiempo en Televisa traté de ser lo más imparcial posible, pero la parcialidad también es relativa y depende del punto de vista de quien la experimenta y aunque no quise unirme a las legiones de críticos o al muro de las lamentaciones de los resentidos, tampoco quise hacer una apología forzada.
¿Que la televisión global está en crisis? Eso es una verdad irrefutable. ¿Que va perdiendo su liderazgo? Eso es un hecho que nadie puede negar. ¿Que la tele tiene que hacer un gran esfuerzo por recobrar la brújula? Eso no tiene vuelta de hoja.
Lo que me parece encajar muy bien en otra ley de la física, aquella que dice: “A toda acción corresponde una reacción”, es el hecho de que los líderes de los consorcios televisivos no están en retirada, sino están de avanzada en otros espacios más competitivos, pero esa es mi opinión o mi deseo, ya lo he dicho, es algo también relativo.
La memoria tampoco parece ser una constante en nuestros días y a muchos se les ha olvidado, consciente o inconscientemente que históricamente la industria de la televisión nacional fue por medio siglo la herramienta que promovió nuestra identidad, lo que generó una iconografía, buena o mala, de lo mexicano; impulso valores tan importantes como los de la familia, y fue escuela de donde surgimos, y donde se educaron y proyectaron talentos de la actuación, el guionismo y la dirección; un semillero de avanzada para la creación de contenidos, formatos, géneros, esquemas de producción y promoción en los cuales la calidad, la tecnología y una ambiciosa estrategia de posicionamiento determinaron la era de la tv.
Nadie puede negar que gracias al alcance global de la televisión vía satélite, nuestro país se convirtió durante las tres últimas décadas del siglo XX en una poderosa plataforma de proyección para las estrellas de habla hispana pioneras de la ola latina que hoy en día es todo un fenómeno del espectáculo mundial.
Pero tal parece que vivimos en la era del alzhéimer colectivo y se nos olvida que si no miramos a través del retrovisor de la memoria, estamos destinados a repetir los errores del pasado: basta acceder a los canales televisivos o a las plataformas que ofrecen contenidos en la red para darnos cuenta que estamos repitiendo las mismas falacias por las que desde los años setenta el televisor fue bautizado como “la caja idiota”.
Pero “todo cae por su propio peso “sentencia la ley de la gravedad y a mí me parece que es un tema de la mayor gravedad que el recurso creativo y comercial de moda, para quienes ofertan contenidos de entretenimiento y quienes lo consumen, sea la glorificación del crimen, el
narco y la crueldad; las bioseries que se asoman morbosamente a la oscuridad de las estrellas más brillantes; la banalidad como rutina cómica, el amarillismo vendedor y, por supuesto, el bullying que prolifera en el anonimato de las redes.
Todo comenzó cuando el crash digital impactó de lleno en la industria de la televisión, las compañías discográficas y editoriales. En muy poco tiempo los medios electrónicos tradicionales se vieron gravemente enfermos de “inmunodeficiencia digital”.
La moda asociada a la imagen mediática y la comercialización a través de un excesivo bombardeo de spots se volvieron estrategias obsoletas .
La nueva mentalidad de los consumidores, los efectos de la migración masiva de los anunciantes hacia las redes, además de la proliferación de sitios virtuales, precipitaron la caída de los imperios mediáticos del siglo XX. En este tercer milenio, ya nada es igual.
En la primera década del siglo XXI los adultos jóvenes, los adolescentes y los niños han decidido “apagar la tele”, aunque la prendan para ver, por ejemplo, el Super Bowl y los eventos de la televisión que ocurren en el momento, ya que como decía mi padre, “la única televisión que trasciende es la televisión viva: la otra televisión, ya está muerta” .
Aún nosotros, las generaciones de la prehistoria analógica, estamos perdiendo la capacidad de poner toda nuestra atención en aquel televisor que tenÍa la magia de reunir a la familia y fabricar sueños…
Pero lo que quizá muy pocos estén tomando en cuenta es que la red de redes omnipresente en combinación con la movilidad inteligente ha precipitado la proliferación masiva de la nomofobia: el miedo a estar desconectado de la red está ocasionando un trastorno mental y fisiológico.
La “pandemia digital” ya está afectando no solo al ser humano como persona, sino también a los esquemas sociales, e incluso está transformando el balance de la geopolítica mundial.
El conflicto de intereses entre el poder político y el poder de la información es inevitable: el armagedon no será atómico, sino cibernético y está sucediendo ya través de la red de redes, en los tuits de Trump, las granjas rusas de hackers, la guerrilla
wikileak o el fenómeno bitcoin. Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la televisión y su incierto futuro?: La megatendecia social en este Tercer milenio es que las familias cada vez tendrán menos descendencia y en las naciones más desarrolladas las parejas de jóvenes se casan cada vez a edades más avanzadas y simplemente deciden ya no tener hijos. Este fenómeno conocido como DINK (doble ingreso, sin chicos, según las siglas en inglés) nos lleva a pensar que estamos en el proceso de tener un “futuro viejo“, en donde la población de la tercera edad será mayoría… una mayoría en donde la “retromanía” será la tendencia y recuperar los días felices del ayer “será la reacción natural (y de hecho, ya lo está siendo) ante el tsunami de sobreinformación que llegará, cuando surja el hartazgo de contenidos de la red. La televisión puede ser ese recurso para regresar a un pasado que venderá más que el presente de un futuro relativamente viejo.
Por otra parte, la reacción lógica ante la globalización es en sentido inverso y se manifiesta ya en la búsqueda de nuestra propia identidad. El todo es la suma de sus partes y el reencontrarnos con nuestras propias raíces es tendencia cíclica.
Y para muestra de que esto ya está sucediendo, quiero comentarles que en los últimos meses fui invitado por Alejandro Burillo Azcárraga a colaborar con el Instituto de la Mexicanidad.
Esta propuesta que combina idiosincrasia, valores nacionales, tradición y modernidad es impulsada por él y varios empresarios visionarios con quienes compartimos ese ADN de la televisión mexicana que en su tiempo estuvo marcada precisamente por la ideología de ser un instrumento, en donde la mexicanidad era baluarte. Creo en ese tipo de propuestas y el liderazgo de quienes crearon verdaderos emporios de la comunicación, en este tiempo de una televisión mexicana que viaja sin rumbo ni timón.
Y es que me niego a seguir viendo una televisión anoréxica, extraviada y ajena en la cual los primeros actores y actrices tienen fecha de caducidad, los nuevos talentos son importados y los espacios musicales y los contenidos familiares están extintos; una tele mexicana que cree que la fórmula del éxito es “tropicalizar” formatos extranjeros .
Extraño la televisión mexicana que hizo de nuestro país un gran escenario artístico, deportivo y musical que lograba cautivar la mirada de milllones de televidentes, proyectando a todo el planeta el orgullo de nuestras tradiciones, raíces y liderazgo.
Nuestra televisión tiene una gran historia que contar a través de sus pioneros y fundadores: no hay que olvidar que un árbol no es nada sin raíces, y hablando de otra teoría científica, ante el Big Bang del estallido de la red, llegará un momento en que el todo regresará a su origen, nuestro origen: quizás allí es donde resida el futuro de la televisión en México y la televisión del futuro planetario.
Creo en la nueva televisión que podemos crear, ahora que el futuro no nos superó, sino que nos da una nueva oportunidad de ver y ser vistos por tv. Finalmente, allí existe la verdadera democracia: sí no te gusta, le cambias y si no, pues simplemente con un dedo, le apagas.