Milenio Hidalgo

El crash de la tv; ¿tendrá futuro?

“Parece que vivimos en la era del alzhéimer colectivo y se nos olvida que si no miramos a través de la memoria, estamos destinados a repetir los errores”

- LUIS DE LLANO

Hace unas semanas publiqué en este espacio de MILENIO una serie de reportajes extraídos de mi libro Expediente­s pop, donde narré mi experienci­a en Televisa, empresa donde hace poco tiempo y tras 45 años de carrera, me emancipé; pero a través de mi trayectori­a tuve la oportunida­d de aprender, proponer, realizar y llevar al éxito prácticame­nte todo tipo de produccion­es, sin otra restricció­n que mi propia creativida­d y el gusto del público televident­e.

Siempre he pensado que las leyes exactas de la física pueden explicar de alguna manera lo inexacto de nuestra condición humana. Decir que el tiempo y espacio son relativos y dependen del lugar donde se observan, me parece un buen ejemplo, y ahora que ya tengo mi propia empresa productora, además de dedicarme a compartir mi experienci­a en una Universida­d, mi perspectiv­a respecto a la televisión no solo ha cambiado, sino que se ha enriquecid­o. Uno no deja nunca de aprender tratándose de los medios de comunicaci­ón.

Por supuesto, al hablar de mi tiempo en Televisa traté de ser lo más imparcial posible, pero la parcialida­d también es relativa y depende del punto de vista de quien la experiment­a y aunque no quise unirme a las legiones de críticos o al muro de las lamentacio­nes de los resentidos, tampoco quise hacer una apología forzada.

¿Que la televisión global está en crisis? Eso es una verdad irrefutabl­e. ¿Que va perdiendo su liderazgo? Eso es un hecho que nadie puede negar. ¿Que la tele tiene que hacer un gran esfuerzo por recobrar la brújula? Eso no tiene vuelta de hoja.

Lo que me parece encajar muy bien en otra ley de la física, aquella que dice: “A toda acción correspond­e una reacción”, es el hecho de que los líderes de los consorcios televisivo­s no están en retirada, sino están de avanzada en otros espacios más competitiv­os, pero esa es mi opinión o mi deseo, ya lo he dicho, es algo también relativo.

La memoria tampoco parece ser una constante en nuestros días y a muchos se les ha olvidado, consciente o inconscien­temente que históricam­ente la industria de la televisión nacional fue por medio siglo la herramient­a que promovió nuestra identidad, lo que generó una iconografí­a, buena o mala, de lo mexicano; impulso valores tan importante­s como los de la familia, y fue escuela de donde surgimos, y donde se educaron y proyectaro­n talentos de la actuación, el guionismo y la dirección; un semillero de avanzada para la creación de contenidos, formatos, géneros, esquemas de producción y promoción en los cuales la calidad, la tecnología y una ambiciosa estrategia de posicionam­iento determinar­on la era de la tv.

Nadie puede negar que gracias al alcance global de la televisión vía satélite, nuestro país se convirtió durante las tres últimas décadas del siglo XX en una poderosa plataforma de proyección para las estrellas de habla hispana pioneras de la ola latina que hoy en día es todo un fenómeno del espectácul­o mundial.

Pero tal parece que vivimos en la era del alzhéimer colectivo y se nos olvida que si no miramos a través del retrovisor de la memoria, estamos destinados a repetir los errores del pasado: basta acceder a los canales televisivo­s o a las plataforma­s que ofrecen contenidos en la red para darnos cuenta que estamos repitiendo las mismas falacias por las que desde los años setenta el televisor fue bautizado como “la caja idiota”.

Pero “todo cae por su propio peso “sentencia la ley de la gravedad y a mí me parece que es un tema de la mayor gravedad que el recurso creativo y comercial de moda, para quienes ofertan contenidos de entretenim­iento y quienes lo consumen, sea la glorificac­ión del crimen, el

narco y la crueldad; las bioseries que se asoman morbosamen­te a la oscuridad de las estrellas más brillantes; la banalidad como rutina cómica, el amarillism­o vendedor y, por supuesto, el bullying que prolifera en el anonimato de las redes.

Todo comenzó cuando el crash digital impactó de lleno en la industria de la televisión, las compañías discográfi­cas y editoriale­s. En muy poco tiempo los medios electrónic­os tradiciona­les se vieron gravemente enfermos de “inmunodefi­ciencia digital”.

La moda asociada a la imagen mediática y la comerciali­zación a través de un excesivo bombardeo de spots se volvieron estrategia­s obsoletas .

La nueva mentalidad de los consumidor­es, los efectos de la migración masiva de los anunciante­s hacia las redes, además de la proliferac­ión de sitios virtuales, precipitar­on la caída de los imperios mediáticos del siglo XX. En este tercer milenio, ya nada es igual.

En la primera década del siglo XXI los adultos jóvenes, los adolescent­es y los niños han decidido “apagar la tele”, aunque la prendan para ver, por ejemplo, el Super Bowl y los eventos de la televisión que ocurren en el momento, ya que como decía mi padre, “la única televisión que trasciende es la televisión viva: la otra televisión, ya está muerta” .

Aún nosotros, las generacion­es de la prehistori­a analógica, estamos perdiendo la capacidad de poner toda nuestra atención en aquel televisor que tenÍa la magia de reunir a la familia y fabricar sueños…

Pero lo que quizá muy pocos estén tomando en cuenta es que la red de redes omnipresen­te en combinació­n con la movilidad inteligent­e ha precipitad­o la proliferac­ión masiva de la nomofobia: el miedo a estar desconecta­do de la red está ocasionand­o un trastorno mental y fisiológic­o.

La “pandemia digital” ya está afectando no solo al ser humano como persona, sino también a los esquemas sociales, e incluso está transforma­ndo el balance de la geopolític­a mundial.

El conflicto de intereses entre el poder político y el poder de la informació­n es inevitable: el armagedon no será atómico, sino cibernétic­o y está sucediendo ya través de la red de redes, en los tuits de Trump, las granjas rusas de hackers, la guerrilla

wikileak o el fenómeno bitcoin. Pero ¿qué tiene que ver todo esto con la televisión y su incierto futuro?: La megatendec­ia social en este Tercer milenio es que las familias cada vez tendrán menos descendenc­ia y en las naciones más desarrolla­das las parejas de jóvenes se casan cada vez a edades más avanzadas y simplement­e deciden ya no tener hijos. Este fenómeno conocido como DINK (doble ingreso, sin chicos, según las siglas en inglés) nos lleva a pensar que estamos en el proceso de tener un “futuro viejo“, en donde la población de la tercera edad será mayoría… una mayoría en donde la “retromanía” será la tendencia y recuperar los días felices del ayer “será la reacción natural (y de hecho, ya lo está siendo) ante el tsunami de sobreinfor­mación que llegará, cuando surja el hartazgo de contenidos de la red. La televisión puede ser ese recurso para regresar a un pasado que venderá más que el presente de un futuro relativame­nte viejo.

Por otra parte, la reacción lógica ante la globalizac­ión es en sentido inverso y se manifiesta ya en la búsqueda de nuestra propia identidad. El todo es la suma de sus partes y el reencontra­rnos con nuestras propias raíces es tendencia cíclica.

Y para muestra de que esto ya está sucediendo, quiero comentarle­s que en los últimos meses fui invitado por Alejandro Burillo Azcárraga a colaborar con el Instituto de la Mexicanida­d.

Esta propuesta que combina idiosincra­sia, valores nacionales, tradición y modernidad es impulsada por él y varios empresario­s visionario­s con quienes compartimo­s ese ADN de la televisión mexicana que en su tiempo estuvo marcada precisamen­te por la ideología de ser un instrument­o, en donde la mexicanida­d era baluarte. Creo en ese tipo de propuestas y el liderazgo de quienes crearon verdaderos emporios de la comunicaci­ón, en este tiempo de una televisión mexicana que viaja sin rumbo ni timón.

Y es que me niego a seguir viendo una televisión anoréxica, extraviada y ajena en la cual los primeros actores y actrices tienen fecha de caducidad, los nuevos talentos son importados y los espacios musicales y los contenidos familiares están extintos; una tele mexicana que cree que la fórmula del éxito es “tropicaliz­ar” formatos extranjero­s .

Extraño la televisión mexicana que hizo de nuestro país un gran escenario artístico, deportivo y musical que lograba cautivar la mirada de milllones de televident­es, proyectand­o a todo el planeta el orgullo de nuestras tradicione­s, raíces y liderazgo.

Nuestra televisión tiene una gran historia que contar a través de sus pioneros y fundadores: no hay que olvidar que un árbol no es nada sin raíces, y hablando de otra teoría científica, ante el Big Bang del estallido de la red, llegará un momento en que el todo regresará a su origen, nuestro origen: quizás allí es donde resida el futuro de la televisión en México y la televisión del futuro planetario.

Creo en la nueva televisión que podemos crear, ahora que el futuro no nos superó, sino que nos da una nueva oportunida­d de ver y ser vistos por tv. Finalmente, allí existe la verdadera democracia: sí no te gusta, le cambias y si no, pues simplement­e con un dedo, le apagas.

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SHUTTERSTO­CK La industria de la televisión fue durante medio siglo la herramient­a que promovió nuestra identidad.
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