Votar es un derecho, ¿por qué no convertirlo en obligación?
Alos mexicanos nos gusta exigir nuestros derechos. No vacilamos en reclamar cuando sentimos que el gobierno no cumple con sus compromisos. Nos cuesta mucho más trabajo asumir las responsabilidades cívicas que acompañan nuestros derechos. Pocas son tan importantes como la de emitir nuestro voto para elegir a nuestros gobernantes.
El porcentaje de voto en México ha oscilado unos cuantos puntos porcentuales, alrededor de 60 por ciento en las últimas tres elecciones presidenciales. Dicho de otra forma, cuatro de cada 10 mexicanos con la posibilidad de votar no lo está haciendo.
Enfrentamos una elección crucial en nuestro país. Lo último que queremos es que el ganador carezca de legitimidad. Entre mayor sea el porcentaje de la población que se manifieste en las urnas, mayor será la legitimidad del ganador. Además, la democracia funciona mejor entre más ciudadanos expresen sus preferencias. Entre más gente vote, mejor representados estarán los intereses de la población en su conjunto y no de unos cuantos.
Por otro lado, votar sirve para involucrar a la ciudadanía en el destino del país. Es una forma de sentirnos parte del proceso de decisión. Sirve para informarnos y estar más conscientes de los retos que enfrentamos como sociedad. Votar es una de las oportunidades más claras que tenemos para cumplir con nuestros deberes ciudadanos; es una manera de mostrar reciprocidad con los derechos de los que gozamos.
Es verdad, podríamos argumentar que hacer el voto obligatorio atenta contra la libertad. También es cierto que es difícil establecer castigos para quienes no voten. Pero la evidencia apunta a que hacer mandatorio el voto funciona. La participación electoral en los países en los que el voto es obligatorio (más de 25) supera en más de 7 por ciento, en promedio, a la de los países que en no lo es. En Latinoamérica están Uruguay y Perú, entre otros, y su participación electoral está por encima de 80 por ciento. En Australia, otro ejemplo exitoso, supera 90 por ciento.
Entiendo la enorme desilusión que muchos mexicanos sienten por nuestros gobernantes. Algunos piensan que da lo mismo quien gane la elección, por lo que votar no tiene caso. Otros consideran que ir a las urnas no tiene sentido, ya que, en su opinión, los sufragios no se respetan. Yo difiero. Estoy convencido de que incrementar la participación ciudadana en las elecciones sería muy positivo no solo para elegir un mejor gobierno, sino para formar ciudadanos más participativos.
Veo casi imposible que el voto se vuelva obligatorio en México. Pero ojalá, por lo menos en nuestra consciencia, consideremos que lo es.