Los monstruos siguen ahí
Sin duda, es mejor conocer ahora las ideas de Mikel Arriola, sus razones, sus alianzas, darse cuenta de cuántos piensan como él en una ciudad plural donde conviven la derecha, el centro y la izquierda
El cartujo escucha a sus amigos: “Esta es una ciudad progresista”, afirman. Recuerdan los años de lucha para hacer de Ciudad de México un lugar de libertades, donde el aborto, el matrimonio gay y la adopción homoparental están protegidos por la ley.
Les indigna el discurso de Mikel Arriola, candidato del PRI al gobierno de la ciudad, contra la adopción por parte de parejas del mismo sexo. Es un retroceso —dicen— y tienen razón. Pero sin duda es mejor conocer ahora sus ideas, sus razones, sus alianzas, darse cuenta de cuántos piensan como él en una ciudad plural donde conviven la derecha, el centro y la izquierda —y no precisamente en los partidos políticos, sin sustento ideológico, convertidos en madrigueras. Soledad y despojo En una entrevista publicada en El País con Antonio Muñoz Molina con motivo de la aparición de su libro Un andar solitario
entre la gente, cuando el reportero Javier Rodríguez Marcos le pregunta sobre la elección de Donald Trump, el escritor, quien vivió varios años en Nueva York, responde: “Cuando salió elegido Trump pensé que Obama era un malentendido. Estados Unidos se parece más a Trump que a Obama. Es un país muy religioso y muy rural, incluso cuando es urbano, porque las ciudades no tienen esa opción de espacio público: la gente va en coche de un sitio a otro. Es un país enorme con desigualdades gigantescas, áspero, de mucha soledad, de mucho despojo. Nuestra visión está alterada por el cine, que le ha dado glamur a cosas que no lo tienen. Ves esos barrios desolados y te parecen poéticos. Y no lo son, son simplemente pobres”.
El periodista le habla de la crisis en Europa; no lo manifiesta de manera abierta, pero se sobrentiende su referencia al avance de la ultraderecha, el nacionalismo, la xenofobia… Todo eso se pensaba superado en una sociedad educada y democrática, pero no es así. “Esa es otra lección —dice el autor de La noche de los tiempos—: nada está garantizado nunca. Tenemos cosas muy valiosas que son muy precarias”.
En Europa —dice— se ha avanzado bastante “para los monstruos que hay. Pero los monstruos siguen ahí”.
Las palabras de Muñoz Molina quedan zumbando en la cabeza del fraile. También aquí, en la capital del país, perduran los monstruos. El discurso de Mikel Arriola, respaldado de forma inmediata por la Red Familia, dirigida por Mario Romo, es una muestra. Otras son la indignante desigualdad y la disminución del espacio público ante la voracidad de las inmobiliarias y la corrupción de las autoridades. Otra más, la injusticia.
Las expresiones de Arriola —como sucedió con las de Trump— no quedaron en el vacío; su pronunciamiento ha causado revuelo —a favor y en contra— en las redes sociales y en los medios, eso quería y lo consiguió. En su columna del periódico
La Razón, el publicista Carlos Alazraki se muestra sorprendido por las “valientes” promesas del candidato del PRI: meter a la cárcel al delegado de Tláhuac, Rigoberto Delgado, llamar a cuentas a Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum por sus “transas” en la construcción de la Línea 12 del Metro y los segundos pisos, respectivamente. “También —dice— me llamó la atención tu molestia porque nunca se les consultó a los chilangos sobre los abortos, la adopción en matrimonios del mismo sexo y el uso recreacional de la mariguana.
“La izquierda, a través de la Asamblea, simplemente decretó las leyes y asunto resuelto. Observaciones muy valientes de un candidato que no es favorito en las encuestas.
“También me gustó tu comentario de que durante los últimos 20 años la izquierda ha separado a las familias en lugar de unirlas.
“Las ha separado por el excesivo liberalismo con el que gobiernan”.
Mikel Arriola no está solo. Lo sabe. Sus palabras —“salidas del corazón”, según Alazraki— están dirigidas a un segmento de la población conservador e inconforme con una izquierda corrupta e ineficiente —los avances en materia de derechos humanos son, sobre todo, resultado de ingentes luchas emprendidas desde la sociedad civil, de sus organizaciones y personajes como Carlos Monsiváis y no tanto de la voluntad de pillos como Leonel Luna, Mauricio Toledo, Jorge Romero y tantos otros perredistas enriquecidos a la sombra del poder.
El arte del disimulo
En un texto publicado en el periódico en línea HuffPost, José Reyna, integrante de una familia homoparental en Monterrey, lamenta las declaraciones de Arriola; habla de su propia experiencia como padre de una pequeña de 7 años, con frecuencia discriminada en la escuela por no ser parte de una “familia tradicional”. Lo lamenta y dice: “Para bien o para mal, Arriola ha sido tendencia en Twitter y he leído muchos comentarios de apoyo”.
Pero no se queda en Arriola y alude a la falta de claridad en la materia de los aspirantes a la Presidencia de la República, con excepción de Margarita Zavala, quien comparte sin tapujos la posición del ex director del IMSS. Los demás —señala Reyna— se limitan “a dar respuestas tibias”, sin mayor compromiso. Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador se han concretado a decir “no a la discriminación” y de ahí no pasan.
Mikel Arriola ha puesto sus cartas sobre la mesa y tiene todo el derecho de hacerlo. Gane o pierda, el día de las elecciones se verá cuántos en esta ciudad “progresista” están de acuerdo con él, tal vez no sean tan pocos como algunos imaginan y eso debería llevarnos de nuevo a las palabras de Muñoz Molina: “Nada está garantizado nunca”.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.