El loro de los tigres
Si Gil ha comprendido algo, cosa improbable, a Liópez le debemos agradecer el histórico conflicto poselectoral de 2006; la ciudad partida en dos, la avenida Reforma tomada por las huestes de Liópez, la polarización ante un fraude nunca probado
Dice el clásico del lugar común: la noticia corrió como fuego en la paja: “Si las elecciones son limpias, libres, me voy a Palenque, Chiapas, tranquilo. Si se atreven a hacer fraude electoral, me voy también a Palenque y a ver quién amarra al tigre. El que suelte al tigre, que lo amarre, yo no voy a estar deteniendo a la gente luego de un fraude electoral”. Así dijo Liópez en la 81 Convención Bancaria y Gil se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz: no está mal empezar con una amenaza y una descalificación del Instituto Nacional Electoral ante los banqueros.
Si Gil ha comprendido algo, cosa improbable, a Liópez le debemos agradecer el histórico conflicto poselectoral de 2006. La ciudad partida en dos, la avenida Reforma tomada por las huestes de Liópez, la polarización ante un fraude nunca probado. Gracias, Liópez, lo queremos pues usted evitó que el tigre de la violencia devorara al país. Ajaa. Y en las elecciones de 2012 Liópez y los suyos demostraron con unos pollos y dos cabras un fraude inexistente. Gracias, Liópez, por amarrar al tigre.
Bien y de buenas
Gil ha fabricado una hipótesis: el tigre de la amenaza de Liópez es él y nadie más que él, un tigre de Macuspana. A ver quien lo amarra si no gana las elecciones. Dicen que Liópez sabe de historia; así las casas (muletilla patrocinada por el invisible pero no por eso olvidable Grupo Higa), debería saber que se refiere a una supuesta frase dicha por Porfirio Díaz antes de zarpar en el Ipiranga, se la dijo a Victoriano Huerta: “Madero ha soltado al tigre, veremos si puede controlarlo”. Seguramente se trata de una mentira, como es una mentira que Liópez se retirará a Palenque si pierde la elección; si pierde se inconformará y moverá a sus huestes para protestar por el supuesto robo. ¿Quieren apostar? Gil va doble contra sencillo.
Ahora mal sin bien: seguramente los asesores de Liópez se felicitaron, ante los banqueros, gran promesa esa de que no habría nacionalizaciones. ¿Quién le habrá creído en Acapulco? Si Gil no se equivoca, el discurso de Liópez en Acapulco fue un fracaso: “Deseo con toda mi alma que las elecciones sean limpias y sean libres, que decida el pueblo quién será el próximo presidente. Estoy bien y de buenas, porque ya llevamos un tiempo en primer lugar, estamos como 15 puntos arriba en las encuestas”. Un grito desgarrador hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: Ay, mis hijos, tigres triunfalistas.
La amenaza
Gil ha recordado que en 1972, Borges publicó un libro: El oro de los tigres, el poema que da título al libro alude a la pérdida de la vista del poeta. Si se los permiten a Gilga, las palabras de Liópez que ocuparon las primeras planas de los diarios llevan este título paródico: “El loro de los tigres”.
Gil no puede tragarse esa forma de hacer política que consiste en amenazar. Voy a la fiesta, pero si me roban la cartera incendio la casa. Aún no empieza la fiesta, nadie te ha robado nada y ya quieres prenderle fuego a la casa de unos ladrones que no existen, eso es
Liópez. Él y los suyos nunca probaron que un fraude les hubiera despojado de la Presidencia. En el camino en llamas, eso sí, destruyeron la credibilidad del IFE y medio país les compró la idea del robo. Seis años después, Liópez le vendió a su grey que la compra del voto llevó a Peña a la Presidencia. Seis años después, Liópez, de nuevo puntero en las encuestas, dice que no controlará al tigre. Y Gilga insiste: el tigre es él.
Veinte años en campaña. Nadie sabe de qué ha vivido Liópez, pero todos sabemos que sus hijos han crecido, estudiado, vivido bien y de buenas y que dominan el partido de su papá. Andy, ¿qué dicen nuestras encuestas?
Gil se pregunta qué pensaríamos y escribiríamos si dos hijos de Peña Nieto manejaran una parte central del PRI y aprobaran a los candidatos a senadores, diputados, alcaldes.
Es que de veras. Andy, ¿qué dicen nuestras encuestas? Que todo en orden, papá.
Todo es muy raro, caracho, como diría Churchill: No puedes ni debes negociar con un tigre cuando tienes la cabeza en su boca.