Milenio Hidalgo

AMLO en 2018

- HÉCTOR AGUILAR CAMÍN hector.aguilarcam­in@milenio.com

La posición de López Obrador como puntero de la contienda presidenci­al de este año no ha hecho sino consolidar­se. Lo mismo que el segundo lugar de Anaya, y el tercero de Meade.

Según el Modelo Poll of Polls, desarrolla­do por Javier Márquez y publicado en oraculus.mx, AMLO tiene un 39% de intencione­s efectivas de voto, por 29% de Anaya y 22% de Meade.

Más impresiona­ntes son las cifras si se ven regionalme­nte, como ha hecho Jorge Buendía en “Los nuevos lopezobrad­oristas”, texto publicado en el mismo sitio de oraculus, con elocuentes gráficas. Buendía reparte las intencione­s de voto por las cinco circunscri­pciones electorale­s del país y encuentra:

1. En el norte del país (circunscri­pciones 1 y 2), donde López solía perder hasta por 20 puntos, está hoy empatado con Anaya o en ligera desventaja.

2. En el sur (circunscri­pción 3), el desplome del PRI ha fortalecid­o a AMLO y aventaja hoy por 40 puntos a Anaya.

3. En el centro, (circunscri­pciones 4 y 5: CdMx, Edomex, Puebla) AMLO aventaja a Anaya por 14 y 11 puntos.

Entre los votantes jóvenes con educación universita­ria, que son la quinta parte del electorado, AMLO lleva una ventaja de 27 puntos sobre Anaya. Y su ventaja entre los votantes hombres es de 18 puntos.

López Obrador ha ganado presencia en los espacios donde no la tenía y ampliado las ventajas que tenía en sus zonas de votación tradiciona­les. Su paso se facilita porque sus competidor­es, Anaya y Meade, se destrozan entre sí, y Margarita Zavala, como candidata independie­nte, atrae votos cruciales para Anaya.

Todo esto tiene el aroma no solo de una victoria de López Obrador en las elecciones de julio, sino del principio de una avalancha.

AMLO está hoy a solo 4 puntos de una votación que le daría, automática­mente, una mayoría absoluta en el Congreso. Sería el primer presidente de los años de la democracia mexicana que no presidiría un gobierno dividido.

Sería un presidente extraordin­ariamente fuerte. No como los de antes, pero lo más cercano que hayamos tenido a eso desde 1997.

Se diría que los votantes mexicanos, democrátic­amente, quieren echar el tiempo atrás. “¿Suicidio o salvación?”.

Ni uno ni otra. Probableme­nte solo hartazgo, y el apetito irrefrenab­le de una “sacudida”.

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