De los cuatro que quedaban
Meade, un funcionario, Gamés no sabe si un político, apagado y pleno de temores, dicen que con gran experiencia en mil secretarías de Estado, pues que se regrese a alguna de ellas a administrar y pagar la nómina
En la semana de Pascua, los malos pensamientos cercaron a Gil. Intentó ocultarse de ellos dentro del clóset. En el extraño ataúd repleto de finas vestimentas, Gamés guardó silencio, pero al salir, los malos pensamientos seguían al acecho. De entre todos los malos pensamientos hubo uno que fue inamovible: de los cuatro candidatos a la Presidencia, no hacemos uno, ni una. La verdad es la verdad (muletilla patrocinada por Liópez y Morena). Gilga oye y observa a Meade, un funcionario, Gamés no sabe si un político, apagado y pleno de temores, dicen que con gran experiencia en mil secretarías de Estado. Pues que se regrese a alguna de ellas a administrar y pagar la nómina. José Antonio Meade ha sido incapaz de defender las reformas que Liópez dice que arrasará con su corazón valiente y que el Presidente Peña impulsó a brazo partido. Que porque el PRI es una lápida, que el PRI le impide lucir, que el PRI lo despoja de fuerza. Cierto, pero añadan algo, Meade no tiene fuerza alguna para ser un candidato a la Presidencia, alguien que requiere de carácter, empatía, carisma, maldad, empuje, gracia, cuerpo, necedad, obsesión, resiliencia (gran palabra), inverecundia, relumbre, luz, incoherencia, oblación (gran palabra).
Meade les dice a sus adversarios: los invito a debatir sobre su situación inmobiliaria y sus propiedades. Como diría el puntero: le falta la sonaja y el chupón. ¿Esa es su forma de hacer campaña? No manchen, dónde están los encargados de la guerra electoral. No se lo tomen a mal a Gil, pero si no ocurre algo extraordinario, Meade terminará mucho peor que Roberto Madrazo en 2000. Un grito desgarrador hizo añicos el silencio del amplísimo estudio: ay, mis hijos y mis hijas, inexpertos e inexpertas, bonachones y bonachonas, ignorantes de sus límites.
Hipster
El Joven Maravilla ha resultado un pequeño fracaso. Gil lo quiere ver en campaña, pero si no cambia su vestimenta, no veremos más que a un joven hipster en busca de un sueño. Caracho, ya nadie tiene asesores de campaña, solo Liópez, quien consiguió a Epigmenio, cuyo cinismo es como para hacerle un monumento a la Madre. Gil lo dice de verdad verdadera.
Ese saco corto, los pantalones de tubo, la camisa blanca sin corbata, sin button down. Desgracia: no parece presidente, parece un ingeniero en sistemas pleno de ternura y fe en el futuro. Articulado, ni qué decir, lo cual no es decir poco, pero caracho, quítenle el atuendo o cámbienlo un poco mucho: una chamarra, unos buenos vaqueros. Por cierto, se enfrenta a dos gordos, ¿nadie en su equipo ha reparado en eso? El Joven Maravilla Anaya podría ser más ágil, más rápido en los estrados. ¿Cómo ven a Gil metiéndole a la imagen de los candidatos? Obama ganó por inteligente, pero también por guapo. Ladies: ¿sí o no?
Las conferencias mañaneras de Anaya podrían ser una gran oportunidad, no para realizar análisis de orina y sangre, sino para usar todos los amaneceres como un instrumento punzocortante. ¿Contra quién? Contra Liópez. A duro y dale.
Margarita, está linda la mar
Margarita Zavala ha iniciado su campaña. No ganará, pero obtendrá un porcentaje espectacular para una candidata independiente. Gil no sabe de eso, pero cinco puntos podrían decidir la elección. ¿De quién está cerca Margarita, de Liópez o de Anaya? Con la pena, pero está más cerca de Anaya. Oh, sí, pero ella va sola y le cobrarán los muertos del sexenio de Felipe Calderón, que en una presidencia de Liópez corre un riesgo muy serio, aunque Germán Martínez se haya puesto betún en la cara. No soportará el golpe, nadie lo soportaría (cómo ven a Gil escribiendo como un periodista de fuste y fusta). Y el viento lleva esencia sutil de azar, Margarita. Una mujer en la boleta siempre atrae, no se diga más, pero rayos, qué hacer con sus cinco puntos, regalárselos a Liópez? A veces el amor propio sustituye a la política. Ni pex.
Si la lectora, el lector y le lectere lo permiten, mañana Gil le dedicará esta página del directorio a Liópez. Total, Gamés casi nunca escribe del autor de la Pejemoña. Gamés necesita ver más bax. Todo es muy raro, caracho, como diría Quintiliano: La ambición es un vicio, pero puede ser la madre de la virtud.