El poder y el crimen
Es difícil saber con certeza si Cassez y Vallarta son culpables o inocentes; las autoridades torcieron la verdad y ahora es imposible reconocerla; Jorge Volpi documenta el caso en Una novela criminal
El cartujo levanta la vista y mira el mar: la playa está vacía y solo se escucha el rumor de las olas. Amanece. Con la mirada en el horizonte, olvida un momento sus preocupaciones personales y piensa en la historia protagonizada por Israel Vallarta y Florence Cassez —documentada exhaustivamente por Jorge Volpi en Una novela criminal (Alfaguara, 2018)—, tan inverosímil como cierta, perpetrada desde el poder como “metáfora perfecta del país”.
Un país donde todo se enreda y enrarece, donde la justicia nunca es fácil y muchas veces se vuelve inalcanzable. Con la novela entre las manos, 479 páginas basadas en expedientes judiciales, información hemerográfica, libros y entrevistas, el trapense rememora aquella mañana del 9 de diciembre de 2005 cuando en el noticiario de Carlos Loret de Mola presenció la captura “en vivo” de Vallarta y Cassez y la liberación de tres secuestrados en el rancho Las Chinitas, en el kilómetro 29.5 de la carretera federal México-Cuernavaca (otros vieron las mismas escenas a través de Tv Azteca), poco le faltó para ponerse de pie y aplaudir la eficacia de la policía mexicana. Durante la transmisión, no notó nada raro ni lo abrumaron los inusuales interrogatorios de los periodistas a los involucrados (víctimas, delincuentes, policías). Pero Yuli García, reportera del programa de Denise Maerker Punto de partida, en cuanto las vio desconfió de esas imágenes de perfección cinematográfica. Fue la primera en advertir la puesta en escena preparada desde la Agencia Federal de Investigación (AFI) dirigida por Genaro García Luna, con Luis Cárdenas Palomino como director de Investigación Policial y Lizeth Parra como directora de Comunicación Social. El 5 de febrero de 2006, en Punto de
partida se presentaron las irregularidades del caso y se entrevistó a García Luna, quien habló de una “recreación” de los hechos a petición de los medios —una mentira del funcionario, como le confirmaría Cárdenas Palomino a Volpi. Desde entonces comenzaron a evidenciarse contradicciones, falsedades y abusos para justificar la actuación de las autoridades. En un reportaje citado por Volpi, después de leer cada página del expediente, en julio de 2011 Héctor de Mauleón escribió en la revista Nexos: “Los únicos hechos comprobables del expediente son la manipulación sistemática, la impunidad de origen en el trato de acusados y testigos, el manejo de los medios para construir versiones ad hoc”.
El texto de De Mauleón, dice Volpi, abrió “la primera grieta profunda en la monolítica verdad oficial”. Una de las “verdades históricas” del calderonismo, ese sexenio teñido de sangre.
¿Inocentes o culpables?
La reconstrucción de Volpi es precisa, contundente. Registra y consigna versiones y voces a favor y en contra de Cassez y Vallarta. Muchos están convencidos de su culpabilidad, otros los miran como chivos expiatorios de un sistema podrido. Es un buen trabajo documental, no se centra solo en Florence sino también en Israel. Ella fue liberada en enero de 2013, en una controvertida decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Él continúa preso en la cárcel de alta seguridad de El Altiplano, aún sin ser juzgado. Ella fue motivo de una disputa entre los gobiernos de Felipe Calderón y Nicolas Sarkozy, es autora de dos libros autobiográficos, uno de ellos será llevado próximamente al cine, vive en Dunkerque, con sus padres y su hija. Él ha visto destruida a su familia; varios de sus hermanos y sobrinos están o han estado presos acusados de secuestro, sus padres han muerto.
Volpi se ha encontrado con él algunas veces en los locutorios de El Altiplano, pero no termina de conocerlo, por eso se pregunta: “¿Y quién es, a fin de cuentas, Israel Vallarta? ¿Un peligroso secuestrador o la víctima de una gigantesca conspiración?”
Es difícil saber con certeza si Cassez y Vallarta son culpables o inocentes; las autoridades torcieron la verdad y ahora es imposible reconocerla. Es claro, afirma De Mauleón, “que hubo víctimas, que hubo verdugos y que en muchos momentos los verdugos fueron los investigadores del caso, que operan en la opacidad, torturan, inducen declaraciones, alteran los hechos del momento y montan espectáculos para los medios”.
A costa de todo
La decisión de liberar a Florence Cassez provocó un escándalo. En la Corte, el 23 de enero de 2013, los ministros José Ramón Cossío y Jorge Pardo votaron en contra; Olga Sánchez Cordero, Arturo Zaldívar y Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena lo hicieron a favor.
Volpi cuenta cómo al final de ese día Sánchez Cordero fue a la oficina del ministro presidente, Juan Silva Meza, quien le dijo: “Es muy buena resolución, Olga. Créeme que a pesar de que la opinión pública esté muy crispada, a la larga va a ser muy importante para cualquier persona y para la protección de sus derechos”.
En MILENIO, donde también colabora Sánchez Cordero, al comentar el libro de Volpi, Arturo Zaldívar escribió el 20 de marzo: “En el caso de Florence Cassez, como en tantos otros, nunca importó la verdad, nunca importaron las víctimas; solo importó aferrarse a una versión preestablecida de los hechos y sostenerla a costa de todo. De no haber sido por el descubrimiento periodístico del montaje televisivo y la notoriedad que adquirió el caso a partir de las tensiones diplomáticas que suscitó entre México y Francia, éste hubiera sido un abuso más. Uno entre miles”.
Al hablar de Florence e Israel, el ministro Cossío, desencantado, le dice a Volpi: “Un tipo de justicia para una french poodle y otra para un perro callejero”. Es cruel, pero tiene razón.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. Amén.