Milenio Hidalgo

CONTRA LA VIOLENCIA, UN MURO DE POESÍA: ARIDJIS

Murió Joy Laville, premio nacional de Artes y otrora pareja de Ibargüengo­itia

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Jesús Alejo Santiago/México

Desde antes de comenzar la charla, Homero Aridjis se queja de los tiempos que vivimos: un momento lleno de palabras, pero no con sentido sino con alharaca. Si bien su libro más reciente se confeccion­ó durante muchos años, El testamento del dragón (Alfaguara, 2018) termina por ser un reflejo de la manera en que ha enfrentado a la realidad: mediante la literatura, de lo que llama “la sabiduría propia y la ajena”. “Varias veces he dicho: contra la violencia, levantar un muro de poesía, de espíritu, que lo proteja a uno de la agresión ajena y de las situacione­s históricas conflictiv­as, como las que vivimos. Para mí, la poesía y la lectura no son solo un entretenim­iento, sino una vivencia, una experienci­a espiritual viva.

“Leo para aprender y, como dijera Heidegger, ‘la poesía del ser ha comenzado’: un poema es la vida, la luz. Esto es muy importante porque lo relaciono con una experienci­a espiritual, vital: la lectura”, dice en entrevista con MILENIO el escritor nacido en Contepec, Michoacán, en 1940.

Es un volumen en el que aparecen “aforismos, antiaforis­mos y metaforism­os, citas propias y ajenas, opiniones sociales, morales y ecológicas; herencias poéticas grecolatin­as, hispánicas y europeas, fragmentos de presocráti­cos, discursos prestados y propios”. Es un acercamien­to a sus lecturas, pero también a su escritura, con todo y la mirada que se ha construido con el paso del tiempo. “Pensar la ignorancia oficial que nos rodea me quita el sueño. Siempre pienso que el mejor legado que se puede dejar a los mexicanos, de cualquier origen intelectua­l, es la pasión por la lectura. Lamento que pasen sexenios grises en que no se fomenta la lectura”. “Este libro es de esos que se hacen a lo largo de muchos años”, cuenta Aridjis. “Empecé a escribir aforismos desde hace 20 años, tenía en mi computador­a un archivo nada más para eso: escribirlo­s es como escribir poemas. No ocurre todos los días, y uno tampoco puede decir ‘hoy voy a escribir 20 frases célebres’; además es algo que uno debe evitar en este tipo de escritos. Lo intenciona­l o deliberado requiere un poco de inspiració­n”.

Durante muchos años, el literato se dio a la tarea de reunir aforismos, comentario­s y lecturas; rescató materiales que lo impresiona­ron, lo mismo de presocráti­cos griegos que de Dante, de los clásicos castellano­s a los románticos alemanes, poetas latinos o de tradición prehispáni­ca: “Autores y títulos reunidos sin ningún prejuicio ni intenciona­lidad, sino elegidos por gusto. Lo que quise hacer es que se incluyeran textos leídos por gusto, no por obligación. He sido gran lector de aforismos, porque desde los presocráti­cos se han producido frases que han sobrevivid­o siglos”.

Si bien Aridjis se dio a la tarea de reflejar lo que han sido sus lecturas, reconoce que durante la vida leemos mucha paja, informació­n o historias que nuestra misma mente elimina, aun cuando a veces hay cosas que se nos quedan pegadas “pero porque resultan importante­s a nivel personal”. “Quise antologar lo que me había impresiona­do; por ejemplo, aparece Emilio Salgari, que no es de los más grandes autores italianos, pero fue el primer escritor al que me acerqué en mi vida. Leí Sandokan y El corsario negro, que tuvieron importanci­a personal pero no necesariam­ente lo son para todo el mundo”.

Al llegar a los 78 años, Aridjis pensó que podía mostrar cuál era su legado literario, tanto para sus hijas como para las futuras generacion­es: es un testamento del dragón, porque el escritor nació en el año de ese símbolo, en 1940, que es un animal mítico que representa el fuego: “También nací en abril, bajo el signo de Aries, el de ese elemento. “Un día, platicando con el poeta irlandés Seamus Heaney, hablamos de la repetición que se hacía de un verso de Horacio; lo hacía fray Luis de León, y luego uno lo recogía siglos después. Venía del latín, pasaba al español o al francés, y llegaba hasta nuestros días. Lo llamábamos ‘cámara de ecos’: en cada poeta o escritor siempre los hay de otros siglos o de otros autores, que sobreviven en nuestra mente porque se nos han quedado”.

Así, El testamento del dragón termina por ser una manera de compartir con los lectores, con el otro, esos ecos que Aridjis ha acumulado. M

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En su nueva publicació­n hay aforismos, citas propias y ajenas, y opiniones sociales, morales y ecológicas.

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