De la ilusión a la decepción
Nuestro gobierno prefiere complacer a los estadunidenses, en materia de seguridad migratoria, bajo el dudoso principio de responsabilidad compartida, antes que informar y consultar al Senado, amparado en que se trata de “acuerdos ejecutivos”
El presidente Enrique Peña Nieto se abstuvo de responder con acciones inmediatas el gesto inamistoso de Estados Unidos de militarizar la frontera con México y, hasta ahora, todo se ha quedado en palabras.
El primer mandatario, envuelto en la bandera de la unidad, se limitó a instruir a su gobierno a identificar los programas de cooperación con ese país en un mero juego mediático, destinado más a calmar la indignación de la opinión pública mexicana que a responder al gobierno estadunidense.
Donald Trump ni siquiera ha reaccionado al mensaje que le dirigió Peña Nieto, en el entendido de que en realidad fue destinado al pueblo mexicano solo para el national consumption (para el consumo nacional), y que nuestro país continuará sin cambios sustanciales la relación con Estados Unidos, quizá con algunas medidas cosméticas para guardar las apariencias, o sea, “business as usual”, más de lo mismo.
En mi artículo de hace una semana, “México unido contra Trump”, propuse cancelar el acuerdo suscrito por el gobierno de Peña Nieto que permite portar armas a los agentes aduanales estadunidenses que operan en territorio nacional, única policía extranjera que goza de este privilegio.
Además, el gobierno mexicano se hace de la vista gorda a las armas que portan agentes de la DEA de Estados Unidos, cuando tras bambalinas participan en operativos antinarcóticos, junto con las fuerzas armadas y la Policía Federal.
Luego de buscar en los archivos los acuerdos que el Presidente pidió identificar, como si no supieran cuáles son, ¿Peña Nieto se atreverá a prohibir el uso de armas por agentes extranjeros dentro de nuestro país, mientras sus colegas estadunidenses vigilan la frontera con México dentro de su país?
Nuestro escepticismo sobre la posición digna de nuestro presidente, que en un principio aplaudimos, se originó por las noticias que llegaron de Washington.
Los mexicanos nos enteramos por fuentes estadunidenses, citadas por el diario
The Washington Post, de la existencia de un memorando secreto suscrito por el Instituto Nacional de Migración (INM), dependiente de la Secretaría de Gobernación, que permite a agentes de migración de Estados Unidos hacer en México registros biométricos de migrantes centroamericanos en centros de detención.
Reveló el periódico que el INM aceptó haber ocultado el acuerdo para evitar críticas de la opinión pública mexicana. El memorando se suscribió cuando José Antonio Meade era el secretario de Relaciones Exteriores.
¿Así es como nuestro gobierno quiere apelar a la unidad nacional? La transparencia es requisito indispensable y sigue ausente.
Nuestro gobierno prefiere complacer a los estadunidenses, en materia de seguridad migratoria, bajo el dudoso principio de responsabilidad compartida, antes que informar y consultar al Senado, amparado en que se trata de “acuerdos ejecutivos”.
Otro acuerdo oculto fue dado a conocer por ese mismo diario. Se trata de la construcción, financiada por Estados Unidos, de varias torres de comunicación a lo largo de la frontera mexicana con Guatemala para uso de la Secretaría de Marina.
La militarización de la frontera sur de México con el apoyo estadunidense para evitar que los migrantes centroamericanos lleguen a Estados Unidos forma parte de unos 20 acuerdos que se están negociando entre ambos países, cuyo contenido se desconoce.
Guardadas las proporciones, México incrementa medidas para militarizar la frontera con Guatemala para hacerle el trabajo sucio a Estados Unidos, al mismo tiempo que condena el envío de tropas estadunidenses a nuestra frontera común.
La indignación del gobierno por la presencia de militares estadunidenses en la frontera con México y la convocatoria a la unidad de los mexicanos en torno al presidente carecen de credibilidad si Peña Nieto no adopta acciones inmediatas, justas y proporcionales que restauren la soberanía nacional, sin menoscabo de seguir cooperando de manera legítima y abierta con Estados Unidos en asuntos de seguridad y migración.
No bastan los mensajes a los medios. Hacen faltan acciones claras y transparentes para tener una política exterior de Estado.
En menos de una semana pasamos de la ilusión a la decepción.
Posdata
Los mensajes a nivel interno son también ominosos. La fiesta de cumpleaños del ex presidente Salinas no fue un acto privado o familiar. El mensaje fue claro: aquí mi grupo político y yo pesamos. El presidente no debió haber asistido, ni el gobernador de Sinaloa facilitara la comida, en pleno periodo electoral.
Por otra parte, la movilización de empresarios y algunas organizaciones de la sociedad civil, valiosas y valientes, pero claramente identificadas con Ricardo Anaya y con José Antonio Meade, para reivindicarse como adalides de la lucha contra la corrupción y pretender así debilitar la bandera de Andrés Manuel López Obrador, los vuelve a exhibir de cuerpo entero: quieren que dicha lucha se haga en el marco de sus objetivos y bajo su control.