Por dignidad nacional
Especialmente y con afecto para los panistas. (Gracias R.G.)
La reciente resolución de la Sala Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, en la que se acredita el uso indebido de recursos públicos que hizo la PGR para dañar la imagen del candidato presidencial Ricardo Anaya, está evidentemente apegada a derecho y soportada en hechos que son del dominio público.
Así lo denunciamos el candidato y yo desde el momento en que la PGR difundió el audio y video de nuestra conversación privada en las oficinas de esa institución, obtenidos sin autorización ni conocimiento de nosotros. El repudio que suscitó tal abuso fue general. Por fortuna, en política el golpe, si no mata, fortalece. Ricardo Anaya no cometió
delito, fue difamado, pero va con todo para llegar a la Presidencia de México.
Lo realmente grave es que ese comportamiento faccioso resulta frecuente en la institución que por mandato constitucional debe procurar justicia, y lo mismo sucede en la mayoría de las procuradurías y fiscalías estatales.
Precisamente por ello ha surgido la exigencia social de dotar de plena independencia y autonomía a tales instituciones frente a los poderes ejecutivos. Sí, la realidad hace necesario dar ese
paso, pero es peligroso. Investigar la comisión de los delitos y llevar ante los jueces a los presuntos delincuentes no es lineal ni axiomático. Se trata de una tarea compleja y delicada, que debe tomar en cuenta formas, tiempos, circunstancias y consecuencias en cada caso, principalmente cuando en ellos están involucrados grupos y causas sociales. Además, debemos considerar que se conformará en cada procuraduría o fiscalía un superpoder. En manos de personas honestas, capaces, firmes y prudentes se logrará el propósito deseado; de lo contrario, seguiremos igual o llevaremos al país a la ingobernabilidad. Finalmente, destaco un riesgo superlativo que está latente y que bajo ninguna circunstancia debemos permitir que ocurra: buscar la justicia en ámbitos y jueces extranjeros. ¡Cuidado! La desesperación no es buena consejera.
Es sabida la injerencia de gobiernos poderosos, con sus respectivas agendas, para ejercer dominio en estados debilitados. Solicitar tal intromisión no es admisible, por dignidad nacional.
En un mundo globalizado es atractiva, como salida, por el oprobio de las injusticias que padecemos, buscar la solución más allá de nuestras fronteras, pero terminaría siendo espejismo que nos conduciría al precipicio, reducidos a botín de extranjeros soberbios y sin escrúpulos. México tiene reservas morales que deben decidir su destino. No nos engañemos, el camino es uno, largo
y difícil, pero uno: limpiar y fortalecer nuestras instituciones. Lo contrario es malinchismo sumiso y cobarde.