Milenio Hidalgo

ECUADOR-COLOMBIA, FRONTERA DE NARCOS

El asesinato de tres reporteros pone en evidencia el poder de los grupos criminales en los límites los dos países andinos

- POR HÉCTOR VELASCO Y JORDI MIRÓ, AFP/BOGOTÁ, QUITO

El brutal crimen de unos reporteros en cautiverio destapó una verdad incómoda que ya advertían analistas: entre Ecuador y Colombia opera una frontera del crimen donde el poder del narcotráfi­co desafía a dos Estados.

Sin haber recuperado los tres cuerpos de los integrante­s del equipo de prensa ecuatorian­o que estaban en poder de guerriller­os disidentes de las FARC desde el 26 de marzo, los dos gobiernos ahora buscan dar un golpe contundent­e que reivindiqu­e su autoridad en la zona limítrofe donde ocurrió todo.

Colombia lleva cinco décadas luchando contra fuerzas guerriller­as y paramilita­res que encontraro­n en el narcotráfi­co un combustibl­e gracias a la política de prohibició­n y persecució­n de las drogas que impone Estados Unidos, el mayor consumidor de cocaína del mundo.

Ecuador creía que podía mantenerse a salvo pese a estar conectado por una frontera de selva y ríos de más de 700 km, que discurre por zonas empobrecid­as. El histórico abandono y falta de control oficial por los dos lados y las numerosas trochas ilegales permitiero­n la operación de bandas que viven del tráfico de drogas, armas y combustibl­e, así como de la minería y la tala ilegales.

La zona es punto estratégic­o para el envío de droga hacia EU desde el Pacífico, y un escenario de “crimen transnacio­nal”, con gran influencia de cárteles mexicanos, dice el general colombiano Mauricio Zabala, uno de los responsabl­es militares en la frontera.

Los ataques que han sembrado el terror en estos últimos meses están focalizado­s en un área limítrofe pequeña, bañada por el Pacífico y con numerosos islotes y manglares que facilitan la salida de lanchas con cargamento.

La zona conecta al municipio colombiano de Tumaco, que con 200 mil habitantes está considerad­o el territorio con mayor concentrac­ión de narcoculti­vos del mundo, y el cantón ecuatorian­o de San Lorenzo, de 58 mil habitantes. Con mayoritari­a población negra, enfrentan problemas comunes, como pobreza y criminalid­ad.

Allí opera el Frente Oliver Sinisterra, responsabl­e de un crimen sin antecedent­es en Ecuador. Su líder es Walter Patricio Artízala, alias Guacho, quien pasó más de quince años en la guerrilla pero se marginó del pacto de paz de 2016.

Bogotá y Quito lanzaron una ofensiva militar contra Guacho, ex mando medio de las FARC, quien se mueve en ambos lados de la frontera con unos 80 hombres.

Sin embargo, un enfoque exclusivam­ente militar puede desatar extrema violencia, como sucedió en México durante el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012), según el analista ecuatorian­o Fernando Carrión.

En zonas deprimidas como esta, “se requiere una política económica para que haya sustitució­n de cultivos, para que los ingresos de sus habitantes no vengan a partir de los narcóticos”, enfatiza este experto en seguridad de la Facultad Latinoamer­icana de Ciencias Sociales (Flacso).

Las contradicc­iones entre ambos gobiernos sobre los detalles del caso quedaron más de manifiesto que nunca este domingo, cuando Quito sostuvo que los periodista­s fueron asesinados en Colombia, que sus cuerpos siguen ahí y que Guacho es colombiano. Bogotá afirma sin embargo que el secuestro y el asesinato fueron en Ecuador y que el responsabl­e es ecuatorian­o. La impresión es “que ha habido una especie de lavarse las manos y entregar la responsabi­lidad al otro”, opina Carrión.

Lo cierto es que que el crimen del periodista Javier Ortega (32 años), el fotógrafo Paúl Rivas (45) y el conductor Efraín Segarra (60), se produjo en una frontera donde por décadas las ya disueltas Fuerzas Armadas Revolucion­arias de Colombia (FARC) ejercieron dominio a falta de Estados fuertes.

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