Milenio Hidalgo

James Comey, Robert Mueller y nuestra PGR

- CARLOS PUIG Twitter: @puigcarlos

James Comey trabajó con dos gobiernos estadunide­nses de diferente signo político. Con George W. Bush fue fiscal en Nueva York y después fue el segundo en el Departamen­to de Justicia encargado de la operación diaria. Después de unos años en la iniciativa privada, Barack Obama lo llamó para ser el director del FBI.

Robert Mueller fue director del FBI de 2001 a 2013. Nombrado por el muy republican­o George W. Bush se mantuvo en el puesto con el muy demócrata Barack Obama.

Rod Rosenstein se identifica a sí mismo como republican­o. Fue por muchos años el fiscal general en Maryland, nombrado por Bush y se mantuvo con Obama. Donald Trump lo nombró el segundo de abordo en el Departamen­to de Justicia y fue él quien formalment­e nombró a Robert Mueller como fiscal especial para la investigac­ión de la intervenci­ón rusa en las elecciones estadunide­nses.

Hoy, James Comey, a quien Trump corrió y acaba de publicar un libro durísimo contra el presidente, y Robert Mueller son el gran dolor de cabeza de Donald Trump y hace unas semanas se publicaron varias notas informando que Trump estaba pensando correr a Rosenstein por seguir tolerando a Mueller.

El Departamen­to de Justicia y sus fiscales, así como, por supuesto, el FBI, dependen del Poder Ejecutivo.

Hablando de la nueva fiscalía, decía María Amparo Casar el domingo en el programa

¿Y Ahora qué?, que no había que confundir autonomía con independen­cia. La autonomía no significa independen­cia —miren el TEPJF—y la independen­cia no requiere autonomía.

Desde hace muchos, pero muchos años, las procuradur­ías estatales y la federal han actuado según los intereses políticos de su jefe: el gobernador o el presidente. El uso político de la procuració­n de justicia ha sido signo distintivo de nuestros tiempos priistas y también de los últimos 18 años. Es la principal caracterís­tica y defecto de esas institucio­nes y por eso no han servido para combatir, por ejemplo, la corrupción.

Quien sea que gane el 1 de julio, tendrá como primera tarea, gracias a las reformas constituci­onales ya hechas, la oportunida­d de construir de cero un nuevo aparato de procuradur­ías y ministerio­s públicos. Esperemos que no confunda autonomía con independen­cia.

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