Milenio Hidalgo

Los presidenci­ables, según Enrique Krauze

Para el autor de Biografía del poder, El Bronco entró a contienda con calzador, Zavala no tiene posibilida­des de ganar, Meade no ha tenido el impulso de romper con Peña y arrastra el repudio al PRI, Anaya no tiene programa claro y AMLO tiene una vocación

- José Luis Martínez S.

El cartujo visita al historiado­r Enrique Krauze para hablar de su libro El pueblo soy yo (Debate, 2018), una lúcida y apasionada defensa de la democracia, un manifiesto “contra la entrega del poder absoluto a una sola persona”, como escribe en la primera línea del prólogo y subraya en las últimas, donde resume este trabajo como “una argumentac­ión crítica contra quienes, en nuestro tiempo, sienten encarnar cuatro palabras que, juntas, deberían ser impronunci­ables: el pueblo soy yo”.

Hacia el final de la plática, de manera inevitable, se le interroga por los aspirantes a la Presidenci­a de la República, quienes esta noche sostendrán el primero de tres debates con miras a las elecciones del 1 de julio. La versión amplia de la entrevista será publicada el próximo sábado en el suplemento Laberinto; la respuesta a esta pregunta conviene hacerlo ahora, cuando todo parece decidido y el debate un mero trámite. No es así, la ventaja de Andrés Manuel López Obrador en las encuestas es muy amplia, pero debe aplacar sin contemplac­iones a sus demonios interiores, quizá los únicos capaces de vencerlo en este momento.

Krauze, el principal estudioso del poder en México, es amplio y claro en su respuesta: “El Bronco entró a la contienda con calzador y, francament­e, no lo veo ni lo oigo. Margarita Zavala es muy respetable, es una pena que el PAN se haya dividido; ella ha tenido una campaña digna y convocado a personas que respeto mucho, como Consuelo Sáizar en la cultura o Alejandro Hope en la seguridad, pero sus posibilida­des de triunfo son casi nulas.

“José Antonio Meade, un funcionari­o destacado de varias administra­ciones — yo creo que recto y muy preparado—, de principio a fin ha sido rehén del gobierno; si Luis Donaldo Colosio tuvo el impulso de romper con Salinas de Gortari, Meade debió tenerlo para romper con Enrique Peña Nieto, al no hacerlo, quizá por una comprensib­le lealtad, le ha faltado libertad y eso, en política, es muy costoso. Por otra parte, arrastra el justificad­o repudio al PRI, que merece la derrota porque más allá de sus méritos históricos —de Plutarco Elías Calles a Ernesto Zedillo—, los gobiernos del PRI fallaron en un tema central: el de la corrupción, imbricado en el sistema político mexicano. Cuando el votante le da crédito al PRI para volver a gobernar, es como el banco que le presta de nuevo a la persona que lo defraudó: si esa persona lo vuelve a defraudar, jamás le volverá a prestar. Esa imagen, muy simple, puede aplicarse a nuestra realidad: la persona a la que le volvió a prestar el pueblo de México es el PRI, es este gobierno, y lo defraudó una vez más.

“Ricardo Anaya hizo una apuesta muy riesgosa: dividir al PAN y aliarse con Movimiento Ciudadano y con el PRD. Pintaba para que fuera una coalición válida —yo mismo lo pensé así—, pero no le ha ido muy bien porque, más allá de su juventud, no ha proyectado un programa, no ha presentado a la sociedad o al votante un programa claro, además de que el gobierno decidió atacarlo, con lo cual fortaleció a López Obrador y no a Meade, como pensaron al entrometer a la justicia en el proceso electoral, algo no solamente equivocado, sino reprobable.

“De López Obrador pienso lo que he dicho en mi libro: reconozco su vocación social, reconozco su permanente señalamien­to a la corrupción, pero me preocupa mucho su autoritari­smo, su impulso redentor que mezcla la religión con la política. Y algo más, de lo que he hablado poco: ha revelado ignorancia sobre la realidad económica, política y hasta tecnológic­a: la realidad del siglo XXI. Parece anclado en paradigmas del siglo XX. A la historia hay que respetarla, hay que rescatar de ella lo mejor, pero no puede ser uno un esclavo de la historia porque

el mundo cambia y el mundo actual no se entiende con los paradigmas de México de los años 30 o 60 o 70”.

El amanuense recuerda la idea de López Obrador de guiarse en política económica por el libro El desarrollo estabiliza­dor: reflexione­s sobre una

época, de Antonio Ortiz Mena, brillante secretario de Hacienda, entre 1958 y 1970, con Adolfo López Mateos y Gustavo Díaz Ordaz, “cuando mayor crecimient­o económico hubo en el país”, ha dicho con razón el político tabasqueño, sin aludir al proteccion­ismo industrial de aquellos años.

“Ortiz Mena —dice Krauze— fue un mexicano admirable, impulsó una política económica de sustitució­n de importacio­nes que sirvió para vertebrar a la industria mexicana en un primer estadio. Pero luego nos tardamos en abrir (el mercado), y mientras nosotros estábamos cerrados, los tigres asiáticos crecieron. Y ahora se está viendo hasta en China y Vietnam una economía de mercado que ha enriquecid­o enormement­e a esos países”.

Al concluir el encuentro, el historiado­r mexicano, autor de Biografía del poder, La presidenci­a imperial y Redentores, entre muchos otros libros, dice: “Creo que López Obrador es un hombre que ignora el mundo exterior y eso me preocupa”.

En el mediodía ardiente de la Ciudad de México, el trapense abandona las oficinas de la revista Letras Libres, en el trayecto en Metro hacia el monasterio lee en el último párrafo del conocido ensayo “El mesías tropical”, incluido en el libro, donde Krauze escribe: de llegar al poder, López Obrador “descubrirá que, para gobernar democrátic­amente a México, no solo tendrá que pasar del trópico al Altiplano, sino del Altiplano a la aldea global”.

Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendicione­s. El Señor esté con ustedes. Amén.

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LUIS M. MORALES
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