Milenio Hidalgo

Hablemos de Bob Esponja el musical, pues

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¡12 nominacion­es a los premios Tony! Eso es lo que se llevó esta puesta en escena que ahora vive en el teatro por el que suelen pasar poco tiempo obras como Annie, Priscilla la

reina del desierto y decenas más. Yo la vi porque mi compañero y amigo Omar Ramos me restregó todas las críticas de los medios más serios de Nueva York y bueno, ¿cuántas veces puedes ver Hamilton o incluso El

fantasma de la ópera? (la respuesta a la primera sería todas, si tuviera una fortuna). El caso es que ya tenía mis boletos para un clásico en el Lincoln Center, Mi bella dama, de la cual me enamoré desde niña con la versión de Manolo Fábregas.

Tenía una noche libre más, debido al trabajo, y tenía que decidir. Sabía que

Frozen estaría ahí para toda la vida y los boletos para Mean Girls de Tina Fey, que muero por ver, estaban a precio de Hamilton. No es para tanto. Así que me encontré en una muy poblada (de niños) fila en el New Palace Theatre consolándo­me con la idea de que había canciones de John Legend, The Flaming Lips, Sara Bareilles y hasta de David Bowie. No podría estar tan mal bajo esas circunstan­cias ¿o sí?

Miren, vamos a partir de que están leyendo a la más ferviente amante del teatro musical que probableme­nte vayan a conocer. Y por lo mismo creo que no todo debe ser un musical. Sé perfectame­nte que las mismas reglas suelen aplicar en el cine: si la gente lo conoce, es mucho más probable que llenen esas butacas. Por eso, a partir de Mamma Mia (que me encanta) se nos vino encima una serie de musicales basura de rocola. Excluyo de mi malevolenc­ia a varios, como es el caso de Mentiras, ya que están muy bien hechos, son divertidos y sorprenden. Pero por años, tener un “seguro de vida” como ese era la razón para la que se hicieran las obras, y no el arte, la pasión, la innovación y mucho menos la originalid­ad.

Desde los tiempos de Lloyd-Webber, Rice, Mackintosh y compañía, Broadway estaba en una crisis. Pero eventualme­nte llegó la nueva generación: Lin-Manuel Miranda, Alex Lacamoire, Ben Platt, etc. Que lo cambiaron todo para siempre. Incluyendo los precios, tristement­e, porque ahora Broadway está más impagable que nunca.

Eso nos regresa a Bob Esponja. Me parece glorioso que se haga una producción de primer nivel, porque vaya que lo es, para que los niños se enamoren del teatro. Digo, yo viví las glorias de Cachirulo y Fábregas, pero también acabé viendo a Cachún Cachún Ra Ra en el teatro, y eso último no me desencantó.

Los fans de Bob Esponja se retorcerán de la emoción porque los actores son tan brillantes, tan ágiles, que no necesitan más que ser ellos para que veas lo que siempre has visto en caricatura. Los colores son alucinante­s y las extrañas contraccio­nes para sorprender­nos en escena, mágicas.

Pero debo ser muy honesta. Aunque escuché la música varias veces, me pareció agradable, pero no se me pegó ninguna melodía. Trágico en el teatro musical. Y más importante, la historia era tan sencilla como un capítulo de la serie. No se trataba de contar nada, sino de traer brillantem­ente estos personajes al escenario. Si usted o sus hijos son fans a más no poder de la caricatura, sin duda la gozarán.

En lo personal, me preguntaba durante la función si no estaría mejor viendo Drunk Shakespear­e, ya saben, donde te explican todas las obras mientras te llenan de alcohol.

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Twitter: @SusanaMosc­atel Susana Moscatel ESTADO FALLIDO

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