ARTICULISTA INVITADO
En el ir y venir de la rudeza verbal y cibernética se cuelan sugerencias criminales, llamados irresponsables e intimidaciones inaceptables que enrarecen la contienda
Alto a las campañas de odio y violencia
La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso Jean Paul Sartre
La sombra de la violencia acosa al proceso electoral. En enero de este año escribí en MILENIO sobre la violencia física, que acumula ya casi 100 homicidios de políticos desde septiembre de 2017 y que infortunadamente sigue presente y creciente.
Me refiero ahora a otra violencia: la que se ejerce y difunde por medio de imágenes y palabras, cuyas consecuencias parecen no importar a sus difusores.
En esta violencia cabe la que se dispersa mediante campañas negativas que con engaños, verdades a medias y mentiras, esparcen miedo para crear una atmósfera de incertidumbre y generar violencia.
Se trata de campañas de odio, cuyo propósito es sembrarlo, cosecharlo y multiplicarlo. A ellas se suma el fuego cruzado en redes sociales entre los defensores de nombres y causas y sus correspondientes detractores, cuyo intercambio no tendría nada que objetarse si no fuera por la virulencia, frecuentemente ascendente, con la que se dirimen discusiones plagadas de adjetivos y a veces de insultos y amenazas.
En el ir y venir de la violencia verbal y cibernética se cuelan sugerencias criminales, llamados irresponsables e intimidaciones inaceptables. Todo ello enrarece el clima de la contienda electoral y la coloca en un territorio que le es, debe serle, totalmente ajeno.
Internet, especialmente las redes sociales, son ya habitual escenario de agresiones y descalificaciones. Si esa violencia virtual se trasladara al mundo real, estaríamos atestiguando una violencia social que nos desbordaría.
Las frases discursivas que generan encono, los mensajes ciberespaciales que difunden campañas de miedo o de odio, son ingredientes explosivos que solo aportan zozobra e incluso riesgos reales.
Tenemos que poner un alto a esta escalada. A la violencia física hay que oponer rechazo social, y particularmente prevención y justicia. A la violencia verbal hay que combatirla ejerciendo el diálogo, la tolerancia y el respeto. Las diatribas incendiarias y atemorizantes se avivan cuando se les hace el juego, pero podemos desvanecerlas impidiendo que nos impongan su dictado.
En este llamado cabemos todos, servidores públicos, candidatos, militantes, empresarios, seguidores, electores, líderes sociales, personalidades de todo ámbito, analistas, cibernautas, periodistas, activistas…
Si estamos contra la violencia hay que expresarlo. Para dejar de oír su persistente llamado, tiene que escucharse fuerte la voz de los que la rechazamos, la voz de la no violencia.
Si la violencia genera violencia, la tolerancia y el respeto pueden desactivarla.
No nos extraviemos en el laberinto de una sociedad dividida y menos confrontada. Allí todos corremos el riesgo de perdernos.
Tengamos presente que las elecciones son solo un proceso, fundamental desde luego, pero solo un medio para elegir gobernantes y legisladores, y al mismo tiempo fortalecer nuestra democracia como vía para resolver nuestras diferencias políticas e incluso para identificar o construir coincidencias.
Tengamos presente, asimismo, que ese proceso concluirá y que después de las elecciones nosotros y nuestras familias, así como nuestros afectos y proyectos, seguiremos aquí.
Luego del 1 de julio o del 1 de diciembre es impensable (y si lo
es, no es deseable) que nos veamos unos a otros aislados por el resentimiento o distanciados por el rencor, y menos aún embarcados en la ira o bien paralizados por el orgullo o la vergüenza, incapaces de dar el primer paso hacia una lejana reconciliación.
Es muy importante que todas las candidatas y todos los candidatos, empezando por los que encabezan las coaliciones y las preferencias en busca de la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, se pronuncien por la armonía social y la ejemplifiquen con sus acciones, para llamar a sus seguidores y a la población a la unidad más allá de la contienda electoral. Sus liderazgos y poder de convocatoria pueden ser determinantes para fortalecer los cauces democráticos y hacer prevalecer la tranquilidad durante y después del proceso.
Mantengámonos unidos ahora, justamente cuando por razones electorales nos vemos convocados a poner frente a frente nuestras divergencias. Es ahora cuando debemos colocar por encima de nuestras preferencias, convicciones y obsesiones políticas el interés común, el que todos compartimos y celebramos.
La patria se construye todos los días y reclama de nosotros la mayor civilidad y temple para que sigamos habitando y edificando una casa común más próspera, justa y mejor. De todos y para todos. *Especialista en derechos humanos y secretario general de la Cámara de Diputados @mfarahg