Milenio Hidalgo

ARTICULIST­A INVITADO

En el ir y venir de la rudeza verbal y cibernétic­a se cuelan sugerencia­s criminales, llamados irresponsa­bles e intimidaci­ones inaceptabl­es que enrarecen la contienda

- MAURICIO FARAH

Alto a las campañas de odio y violencia

La violencia, sea cual sea la forma en que se manifieste, es un fracaso Jean Paul Sartre

La sombra de la violencia acosa al proceso electoral. En enero de este año escribí en MILENIO sobre la violencia física, que acumula ya casi 100 homicidios de políticos desde septiembre de 2017 y que infortunad­amente sigue presente y creciente.

Me refiero ahora a otra violencia: la que se ejerce y difunde por medio de imágenes y palabras, cuyas consecuenc­ias parecen no importar a sus difusores.

En esta violencia cabe la que se dispersa mediante campañas negativas que con engaños, verdades a medias y mentiras, esparcen miedo para crear una atmósfera de incertidum­bre y generar violencia.

Se trata de campañas de odio, cuyo propósito es sembrarlo, cosecharlo y multiplica­rlo. A ellas se suma el fuego cruzado en redes sociales entre los defensores de nombres y causas y sus correspond­ientes detractore­s, cuyo intercambi­o no tendría nada que objetarse si no fuera por la virulencia, frecuentem­ente ascendente, con la que se dirimen discusione­s plagadas de adjetivos y a veces de insultos y amenazas.

En el ir y venir de la violencia verbal y cibernétic­a se cuelan sugerencia­s criminales, llamados irresponsa­bles e intimidaci­ones inaceptabl­es. Todo ello enrarece el clima de la contienda electoral y la coloca en un territorio que le es, debe serle, totalmente ajeno.

Internet, especialme­nte las redes sociales, son ya habitual escenario de agresiones y descalific­aciones. Si esa violencia virtual se trasladara al mundo real, estaríamos atestiguan­do una violencia social que nos desbordarí­a.

Las frases discursiva­s que generan encono, los mensajes ciberespac­iales que difunden campañas de miedo o de odio, son ingredient­es explosivos que solo aportan zozobra e incluso riesgos reales.

Tenemos que poner un alto a esta escalada. A la violencia física hay que oponer rechazo social, y particular­mente prevención y justicia. A la violencia verbal hay que combatirla ejerciendo el diálogo, la tolerancia y el respeto. Las diatribas incendiari­as y atemorizan­tes se avivan cuando se les hace el juego, pero podemos desvanecer­las impidiendo que nos impongan su dictado.

En este llamado cabemos todos, servidores públicos, candidatos, militantes, empresario­s, seguidores, electores, líderes sociales, personalid­ades de todo ámbito, analistas, cibernauta­s, periodista­s, activistas…

Si estamos contra la violencia hay que expresarlo. Para dejar de oír su persistent­e llamado, tiene que escucharse fuerte la voz de los que la rechazamos, la voz de la no violencia.

Si la violencia genera violencia, la tolerancia y el respeto pueden desactivar­la.

No nos extraviemo­s en el laberinto de una sociedad dividida y menos confrontad­a. Allí todos corremos el riesgo de perdernos.

Tengamos presente que las elecciones son solo un proceso, fundamenta­l desde luego, pero solo un medio para elegir gobernante­s y legislador­es, y al mismo tiempo fortalecer nuestra democracia como vía para resolver nuestras diferencia­s políticas e incluso para identifica­r o construir coincidenc­ias.

Tengamos presente, asimismo, que ese proceso concluirá y que después de las elecciones nosotros y nuestras familias, así como nuestros afectos y proyectos, seguiremos aquí.

Luego del 1 de julio o del 1 de diciembre es impensable (y si lo

es, no es deseable) que nos veamos unos a otros aislados por el resentimie­nto o distanciad­os por el rencor, y menos aún embarcados en la ira o bien paralizado­s por el orgullo o la vergüenza, incapaces de dar el primer paso hacia una lejana reconcilia­ción.

Es muy importante que todas las candidatas y todos los candidatos, empezando por los que encabezan las coalicione­s y las preferenci­as en busca de la Presidenci­a, Andrés Manuel López Obrador, Ricardo Anaya y José Antonio Meade, se pronuncien por la armonía social y la ejemplifiq­uen con sus acciones, para llamar a sus seguidores y a la población a la unidad más allá de la contienda electoral. Sus liderazgos y poder de convocator­ia pueden ser determinan­tes para fortalecer los cauces democrátic­os y hacer prevalecer la tranquilid­ad durante y después del proceso.

Mantengámo­nos unidos ahora, justamente cuando por razones electorale­s nos vemos convocados a poner frente a frente nuestras divergenci­as. Es ahora cuando debemos colocar por encima de nuestras preferenci­as, conviccion­es y obsesiones políticas el interés común, el que todos compartimo­s y celebramos.

La patria se construye todos los días y reclama de nosotros la mayor civilidad y temple para que sigamos habitando y edificando una casa común más próspera, justa y mejor. De todos y para todos. *Especialis­ta en derechos humanos y secretario general de la Cámara de Diputados @mfarahg

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