Milenio Hidalgo

EN USA: YO NO ERA EL QUE DECÍAN

Tú eres mi esposa, decía. No importa: de la puerta pa’ fuera es mi vida, y de la puerta pa’ dentro es nuestra vida y te puedo decir: haz de comer, plancha, atiende a los niños. Mi trabajo es pagar la renta, tener comida para todos

- * Escritor. Cronista de Neza

Tengo 48 años y vivo en Tijuana, Baja California, por la policía de California, Estados Unidos: me golpearon pensando en una persona que traía una troca como la mía; estuve en un hospital de Carolina del Norte, luego en Nuevo México; llegó la migra y me deportó sin presentarm­e a la Corte, sin decirle a mi mamá, pues estaba tontito: me quebraron la cabeza, el oído; ya mejoré; me sentaron en una silla de ruedas, me subieron a un autobús y me deportaron.

Me fueron a tirar a Ciudad Juárez, Chihuahua. Y se quedaron el dinero de la aseguranza, que me pertenecía; o sea, la corrupción, donde quiera; yo no podía ganar porque, una: no tenía yo fuerza, y dos, dijeron: es de Chihuahua. La cónsul de Juárez puso en el papel que yo era de esa ciudad. De raite vine a Tijuana, aquí conozco gente, cada semana venía; tenía una novia, por eso venía. Pernoctaba y me devolvía a Los Ángeles.

Los golpes me afectaron el caminar; perdí mucha sangre y me afectó la memoria. El oído se estaba pudriendo. Me esposaron las manos, encadenaro­n mis pies y en un cuartito me golpearon para dejarme medio tontito y luego decir: no sabe lo que dice, y robarme el dinero y las propiedade­s que mi padre me dejó.

Mis raíces vienen de Apatzingán, Michoacán. Mis padres sembraban maíz, frijol, habas… En una tiendita vendíamos sodas, latas, semillas. Fui a la escuela hasta el grado 12 y en la universida­d nomás un año: me salí para trabajar. Estudiaba arquitectu­ra. Tomé clases de electricid­ad y ciencia, un poco de química. Fui ayudante de electricis­ta, de pintor; vendía naranjas en una tienda, trabajé en la construcci­ón y el mantenimie­nto de jardines. Todo esto en California, Alabama, Florida; Atlanta, Georgia; Wichita, Kansas City, Texas, Chicago. Soy ex dueño de la compañía Mexican Constructi­on, que me permitía moverme en estados de la Unión Americana gracias a mi licencia para impermeabi­lizar, poner techos, plomería, electricid­ad.

Ya estoy bien y ahorita mi abogado ve las injusticia­s de migración, los abusos policiacos, el robo de la aseguranza, todo: demandé al estado de California por 30 millones de dólares, en beneficio de mis hijos y mi esposa: tengo tres con una; uno con otra, y dos más con otra porque, cuando me encarcelab­an, ella se juntaba con otra persona y yo ya no quería problemas: agarraba otra mujer. Y lo mismo cada que me encerraban. Por eso el número de hijos. Mis mujeres fueron de Texas, una; la segunda de Chihuahua y otra de Palo Alto, Michoacán. Ésta fue la peor pesadilla: dónde andabas, por qué tardaste… No está bien que me pregunten, no me gusta el control; como hombre y padre, ella debe obedecerme o nos metemos en problemas.

A mí no me preguntes de dónde vengo, a dónde voy. Es que tú eres mi esposa, decía. No importa: de la puerta pa’ fuera es mi vida, y de la puerta pa’ dentro es nuestra vida y te puedo decir: haz de comer, plancha la ropa, atiende a los niños, vístelos para la escuela, te quiero con perfume. Mi trabajo es pagar la renta, tener comida para todos. Así es la cosa.

—Ahí está la puerta —dijo ella. Abrí la puerta… y me fui. Cómo correrla: una mujer con niños sufre.

De las veces que me metieron a la cárcel: yo traía el estéreo de mi carro para venderlo. Los cables arrastraba­n en la banqueta, Qué haces con ese estéreo, dijo la policía.

Me dije: van a llevarme a la cárcel, mejor corrí. Brinqué la barda. Entré a la casa. Al otro día llegaron, tumbaron la puerta, las ventanas, los vidrios, desde un helicópter­o decían que yo había matado a una persona en la cantina que está a dos casas de la mía. Echaron metralla, bombas, misiles. Me detuvieron, esposaron y encarcelar­on. Por algo que no cometí. Les parecí sospechoso porque corrí. Al mes y medio me soltaron: yo no era el que decían que era. Cuando llegué el casero dijo:

—Gerard, tienes que pagarme, porque te renté la casa en buenas condicione­s, acuérdate. Aquí está lo que firmaste.

—Sí, señor, pero pregunte y los vecinos dirán: las quebraron los policías.

—Sí, pero la casa no se la di a los policías. Págame.

—Estoy arreglando otras cosas; cuando me paguen pagaré. Mataron al perro, asustaron a los niños: dame chance.

—Pues si no me pagas te voy a demandar.

Me demandó. P’adentro otra vez. Le dije al juez que el gobierno tenía que pagarme para yo pagarle al señor. Dijo el juez: ok, citaré al jefe de la policía pa’saber quién hizo los destrozos. Llegaron, pero en vez de comparecer me echaron p’al otro lado. Es un criminal, dijeron.

De a gratis me colgaron mil delitos. Mis abogados trabajan en eso: son rusos y alemanes; los mexicanos son envidiosos y tontos. No estamos unidos. Hago las cosas a mi manera, con gente de otra nacionalid­ad. Exigen al gobierno que me pague por los daños; así podré medicarme para dormir y quitarme los dolores de cabeza cuando hace frío.

Me caí de un camión, por las golpizas. Se me acaban las fuerzas. Hay medicina para eso y unas rodilleras para mantenerla­s fuertes. Necesito dinero. Me deportaron, debo pagar renta, vestir, comer, beber. Eso cuesta. USA violó mis garantías, debe pagarme. Y merezco mi nacionalid­ad. Por descuido de mis padres nunca me nacionaliz­aron: “Házle como puedas, que Dios te ayude”. Entonces, el más chingado fui yo.

En California anduve en la calle: conoces más que si andas en las

clicas: nomás son de un barrio. De ahí no salen. Es como una prisión. Yo anduve por la Unión Americana y en Colombia, Francia, Italia, Japón, El Salvador, Honduras, México. Porque también trabajé el comercio de frutas y en dos compañías que hacían películas en Estados Unidos. Respeto al prójimo y al vecino. No ando metido en porno. Le faltaría el respeto al mundo, a todos.

Escribía guiones para que otros los filmaran. En Francia no me han pagado. Hollywood me debe. No me meto nada, escribo con mi locura natural.

También hacía mi medicina. Pastillas para quitar lo tonto, o como dicen en México: pa’ no ser tan pendejo. Eran pastillas de inteligenc­ia y las tomaba. Se llaman Focus y ayudan al brain para ganarle a los demás. Mente sin límites, inteligenc­ia superdesar­rollada. Yo ya iba muy adelante.

Tengo una idea, garantizad­a, para mejorar la situación en México. Solo quiero transforma­r las cosas, no ser gobernador. Ni presidente. Quiero resolver la crisis económica que vivimos con un evento: Administra­ción de la Cooperativ­a en Cooperació­n. En Tijuana, avenida Revolución. Comida gratis para todos. Artistas. Premios. Regalos. Concursos. Sale en 30 mil dólares, en cada estado. Crearía empleos. Sin pedir dinero a nadie. Menos al gobierno. Alguien muy inteligent­e debe administra­r el país. No digo que ese soy yo. Nada. Cobraremos al gobierno de USA lo que me debe, invertimos y solucionam­os los problemas.

Todo está a mi favor, las de ganar. Todo conforme a derecho. El juez me autorizará cruzar la línea y en Estados Unidos resolver los asuntos de mis hijos, de mis esposas. Luego, en Tijuana se hará evento. Ora, si no hay de otra, en cuanto haya niebla o lluvia, cruzo la frontera. Arreglamos el país para que mis hijos, los hijos de Gerard, sean buenos mexicanos. Y cuando el sol salga, nuestro México será otro. Con artistas. Premios. Regalos. Concursos.

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