Boda real, mezcla de dos mundos
RECIBEN TÍTULO DE DUQUES DE SUSSEX En la capilla de San Jorge se evocó a Luther King; la novia plasmó su personalidad en el traje nupcial
Maghan Markle y el príncipe Enrique de Gales dijeron “sí, acepto” ayer en la capilla de San Jorge, en el castillo de Windsor, en una ceremonia relajada que mezcló lo mejor de las culturas británica y estadunidense: con el sermón del reverendo Michael Curry, quien citó a Martin Luther King; la interpretación de un coro de góspel, y elementos monárquicos en el traje nupcial.
Tradición y modernidad confluyeron en el espacio de oración de la Orden de la Jarretera. Meghan Markle hizo historia al subir en solitario las escalinatas del palacio, para luego ser acompañada al altar por el futuro monarca del Reino Unido, Carlos, príncipe de Gales, ante la ausencia de su padre Thomas Markle.
Uno de los momentos románticos de la primaveral mañana, pasó cuando la mujer de 36 años estuvo frente a su futuro esposo, de 33: “Luces increíble, ¡tengo tanta suerte!”, le dijo el príncipe Enrique, antes de proceder con el enlace, que además de los novios tuvo otro claro protagonista, el obispo presidente de la Iglesia Episcopal de EU, rama de la iglesia Anglicana.
Michael Curry pronunció un sermón en el que parafraseó a Luther King, defensor de derechos civiles, y pidió a los presentes imaginarse a “gobiernos que se guían por el amor” y habló acerca del poder que tiene ese sentimiento para hacer de “este viejo mundo uno nuevo”, lo que provocó asombro.
La música fue otro punto de inflexión para la tradición y protocolo de la corona británi- ca: The Kingdom Choir ofreció una interpretación góspel de “Stand By Me”, mientras que el violonchelista de 19 años, Sheku Kanneh-Mason, fue el encargado de ofrecer una pieza cuando los esposos firmaron, en privado, un registro.
Guiada por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, Meghan suprimió la fórmula de “obediencia” al marido en sus votos matrimoniales, ante los 600 invitados; la reina Isabel II y Felipe, duque de Edimburgo, se removieron en sus asientos. Uno de estos lugares estuvo vacío, en memoria de Diana, princesa de Gales, madre del novio y fallecida en 1997.
Con 10 minutos de retraso, sus altezas reales, los duques de Sussex, hicieron una reverencia a la monarca más longeva de la casa de Windsor a su salida de la capilla. Una vez en la calle, frente a las más de 100 mil personas congregadas sucedió: “¿Nos damos un beso?”, preguntó ella; un discreto “Sí” fue la respuesta y así se selló el cuento de hadas moderno de Meghan y Enrique.