Los aspirantes huyen de las drogas
Estuve el fin de semana en Tijuana para el debate.
El campus de la Universidad Autónoma de Baja California, en cuyo gimnasio se instaló el foro para el encuentro de aspirantes está, literal, a unos cuantos metros de Estados Unidos.
A unos cuantos metros de donde los candidatos hablaron, apenas cruzando la línea, hay anuncios enormes de tiendas para comprar legalmente mariguana y las tiendas están en todas partes, muchas a unos metros de territorio mexicano.
Los tres candidatos lo han dicho de mil maneras, pero ninguno quiere entrarle a la discusión en serio. Les da pánico el efecto electoral de cualquier posición y por eso hablan de hacer un gran debate nacional, otro internacional, que sea una decisión continental… bla, bla, bla. Les encanta, a Meade y Anaya, por ejemplo, escudarse en una obviedad: que la legalización de las drogas no tendrá un impacto inmediato en la violencia. Ah, ok.
El domingo en Tijuana, Andrés Manuel López Obrador y Jaime Rodríguez Calderón se metieron en una discusión sobre la amapola y sustitución de cultivos, siempre asumiendo que algo está mal en que se cultive la amapola.
Ayer Alejandra Barrales, sí ella, dijo ya que no está de acuerdo con el consumo lúdico.
En los próximos años, más y más estados de la Unión Americana legalizarán la mariguana y nosotros seguiremos haciendo el ridículo prohibiendo algo que para muchos mexicanos se viste nomás cruzando la garita.
La crisis del dolor en el mundo, ya declarada por la Organización Mundial de la Salud, hará que cada vez más países estén autorizados a sembrar amapola para convertirla en medicina, como hoy se hace, por ejemplo, en Francia, Japón, Australia, India, Gran Bretaña y otros, autorizados por las Naciones Unidas y, de hecho, hace unos años en la Secretaría de Relaciones Exteriores se preparó toda una iniciativa para explorar con la ONU la posibilidad de hacer un programa piloto de siembra legal de amapola con fines de producción medicinal en México. Al final, no se hizo nada.
Y es claro que cualquier legalización no acaba con la violencia. Pero no estorba. Y es claro por qué los candidatos huyen. Pero también es claro que para quien gane será un asunto ineludible.