Milenio Hidalgo

Ficciones del 68

- RAFAEL PÉREZ GAY rafael.perezgay@milenio.com o Twitter: @RPerezGay

El movimiento estudianti­l del 68 y su trágica culminació­n en la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, marcan una frontera de fuego en la historia mexicana. Recuerdo aún cómo viví desde mi infancia un fin de época. A partir de entonces la cultura mexicana se dedicó, por largo tiempo, a un dilatado homenaje, a una extraña y expansiva conmemorac­ión: la obligación del 68. Una ansiedad creativa se concentró en aquel año: la poesía, la novela, el teatro y el cine buscaban recrear, reponer las emociones y las luchas de ese año. En 1971, René Avilés Fabila publicó El gran solitario de Palacio; María Luisa Mendoza Con él,

conmigo, con nosotros tres; Luis Spota, La Plaza ,y Gonzalo Martré, Los signos transparen­tes. La verdad es que antes del movimiento estudianti­l, la literatura mexicana ya había incorporad­o naturalmen­te a sus pasiones temáticas la contracult­ura estadunide­nse, la liberación femenina, la experienci­a de la droga, el rechazo del autoritari­smo, la sexualidad libre, el rock. Un nuevo lenguaje irrumpe en las letras: alivio y liberación, ajuste de cuentas con el pasado inmediato y autoafirma­ción generacion­al.

Podría decirse que Gustavo Sáinz inició esa aventura narrativa en Gazapo (1965) y en La

Princesa del Palacio de Hierro (1969). Parménides García Saldaña, el escritor (es un decir) más sobrevalor­ado de nuestras letras prometía algo que jamás cumplió en Pasto verde (1968). Juan Tovar publicó La muchacha en el balcón o la presencia del coronel retirado (1972). Estos son algunos de los representa­ntes de ese tiempo tocado por el hechizo de la novedad y José Agustín su punto más elevado.

Las letras más potentes vinieron años más tarde y el tema fue menos el movimiento de los estudiante­s y más, mucho más, la noche radical de las izquierdas en su búsqueda, a sangre y fuego, de la utopía. Es decir, los movimiento­s guerriller­os, rurales y urbanos, en que se jugaron la vida algunos de los sobrevivie­ntes del 68.

La narrativa mexicana que incursionó en la recuperaci­ón del pasado lo hizo centrando sus talentos en el informe legendario. Cadáver lleno de mundo (1971), de Jorge Aguilar Mora; Héroes convocados (1982), de Paco Ignacio Taibo; Al cielo por asalto (1979), de Agustín Ramos, y ¿Por

qué no dijiste todo?, de Salvador Castañeda. Las novelas de esta historia: La guerra de

Galio, de Aguilar Camín, y Guerra en el paraíso, de Carlos Montemayor. El hemiciclo se acerca.

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