Ficciones del 68
El movimiento estudiantil del 68 y su trágica culminación en la matanza del 2 de octubre en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, marcan una frontera de fuego en la historia mexicana. Recuerdo aún cómo viví desde mi infancia un fin de época. A partir de entonces la cultura mexicana se dedicó, por largo tiempo, a un dilatado homenaje, a una extraña y expansiva conmemoración: la obligación del 68. Una ansiedad creativa se concentró en aquel año: la poesía, la novela, el teatro y el cine buscaban recrear, reponer las emociones y las luchas de ese año. En 1971, René Avilés Fabila publicó El gran solitario de Palacio; María Luisa Mendoza Con él,
conmigo, con nosotros tres; Luis Spota, La Plaza ,y Gonzalo Martré, Los signos transparentes. La verdad es que antes del movimiento estudiantil, la literatura mexicana ya había incorporado naturalmente a sus pasiones temáticas la contracultura estadunidense, la liberación femenina, la experiencia de la droga, el rechazo del autoritarismo, la sexualidad libre, el rock. Un nuevo lenguaje irrumpe en las letras: alivio y liberación, ajuste de cuentas con el pasado inmediato y autoafirmación generacional.
Podría decirse que Gustavo Sáinz inició esa aventura narrativa en Gazapo (1965) y en La
Princesa del Palacio de Hierro (1969). Parménides García Saldaña, el escritor (es un decir) más sobrevalorado de nuestras letras prometía algo que jamás cumplió en Pasto verde (1968). Juan Tovar publicó La muchacha en el balcón o la presencia del coronel retirado (1972). Estos son algunos de los representantes de ese tiempo tocado por el hechizo de la novedad y José Agustín su punto más elevado.
Las letras más potentes vinieron años más tarde y el tema fue menos el movimiento de los estudiantes y más, mucho más, la noche radical de las izquierdas en su búsqueda, a sangre y fuego, de la utopía. Es decir, los movimientos guerrilleros, rurales y urbanos, en que se jugaron la vida algunos de los sobrevivientes del 68.
La narrativa mexicana que incursionó en la recuperación del pasado lo hizo centrando sus talentos en el informe legendario. Cadáver lleno de mundo (1971), de Jorge Aguilar Mora; Héroes convocados (1982), de Paco Ignacio Taibo; Al cielo por asalto (1979), de Agustín Ramos, y ¿Por
qué no dijiste todo?, de Salvador Castañeda. Las novelas de esta historia: La guerra de
Galio, de Aguilar Camín, y Guerra en el paraíso, de Carlos Montemayor. El hemiciclo se acerca.