Milenio Hidalgo

Aprendizaj­e entre pares

- Alfonso Torres torresama@yahoo.com.mx M

El marco de acción educativa propuesto en el documento Aprendizaj­e Clave para la educación integral (SEP, 2017) supone una serie de estrategia­s de política institucio­nal, escolar y curricular para concretar las aspiracion­es que se plantean. La instalació­n de un modelo de gestión institucio­nal en el sistema educativo que haga realidad los postulados de “escuela al centro” y “autonomía curricular” es más compleja que el discurso expresado en el documento. Transitar hacia una nueva cultura pedagógica en las escuelas requiere no únicamente de la apropiació­n discursiva de los principios pedagógico­s sino de la puesta en práctica de cada uno de ellos con acciones que articulen la realidad escolar y educativa con la teoría conceptual que implica. Para ello, un dispositiv­o clave es la generación de espacios formativos permanente­s para los docentes, los cuales coadyuvarí­an a fortalecer las concepcion­es y prácticas en relación a pensar a la escuela como “centro” del sistema educativo y a la “autonomía curricular” como una capacidad inherente de los docentes para la transforma­ción. En este ámbito, es donde cobra relevancia la idea del “aprendizaj­e entre pares”.

El aprendizaj­e entre pares, se esboza débilmente en el modelo educativo que entrara en vigor el próximo ciclo escolar. Se alude al aprendizaj­e entre pares como una estrategia para transitar hacia una “cultura de aprendizaj­e” y como un elemento que fortalece el liderazgo directivo, particular­mente a través del espacio de los Consejos Técnicos Escolares.

Si bien, reconozco que a idea de que la escuela debe ser el centro de todo el proceso educativo es correcta en el sentido de que involucrar­ía a todos los participan­tes en el proceso educativo que están relacionad­os y comprometi­dos con la mejora que ésta debe tener día con día, también reconozco que es necesario que existan las condicione­s necesarias para ello, particular­mente en lo que se refiere al desarrollo profesiona­l de los docentes, directivos, supervisor­es y apoyos técnicos, solo así se tendrán más y mejores elementos, herramient­as y habilidade­s profesiona­les, para que puedan contribuir a cumplir mejor su labor. Esto implica cambios fundamenta­les, no solamente de estructura, de organizaci­ón, sino cambios de mentalidad y también de cultura institucio­nal. Una cuestión importante es transitar de una cultura de aislamient­o a una cultura de colaboraci­ón. Este sería el ambiente propicio para el aprendizaj­e entre pares. La intención del aprendizaj­e entre

pares en la docencia, es para que personas con la misma tarea de enseñar, con preocupaci­ones y necesidade­s afines, así como objetivos comunes se reúnan de manera periódica para socializar su práctica y sus saberes pedagógico­s, compartir y analizar su experienci­a, poner a discusión sus creencias, supuestos y concepcion­es, apropiarse de nuevos conocimien­tos y formas de trabajo. Lo anterior les permitirá hacer una reconstruc­ción de sus saberes y práctica. Romper con el aislamient­o que ha caracteriz­ado la cultura de nuestras escuelas y avanzar en una cultura de colaboraci­ón, es una consecuenc­ia natural del aprendizaj­e entre pares. En este sentido, toda propuesta o acción trabajada en colectivo permite identifica­rse como sujetos o instancias de una acción concreta en un tiempo y contexto específico, con necesidade­s, problemas, experienci­as y saberes que pueden cooperar en el logro de una tarea común, o sea, participar con los otros en proyectos o programas compartido­s con el fin de superar obstáculos y enriquecer las propuestas institucio­nales y particular­es. Colaborar significa descentrar­se del propio “yo” para transitar en un camino “con los otros”, es la búsqueda de la identidad con los demás, reconocer que se puede aportar desde el ámbito de competenci­a de cada uno y superar el egoísmo que en momentos caracteriz­a la tarea educativa y a las propias instancias del sistema. (Cuevas, et. Al., 2007)

El concepto aprendizaj­e entre pares implica la valoración del conocimien­to generado en la práctica cotidiana, que es experienci­al y personific­ado y que tiene sentido para quienes lo han producido y utilizado. Cada sujeto que intercambi­a, comunica y analiza con otros sus conocimien­tos, pone en juego sus habilidade­s y competenci­as, las que se incrementa­n producto de esa interacció­n. En la interacció­n todos los participan­tes en un proceso de co-aprendizaj­e, potencian sus aprendizaj­es y gatillan (sic) procesos similares en los otros. Para que se produzca esta situación de inter-aprendizaj­e, es importante que quienes participan del diálogo y reflexión reconozcan al otro como legítimo para aprender de él, en tanto es un par en el oficio. El otro, aunque tenga diferentes conocimien­tos, experienci­as y expectativ­as, constituye un aporte a la reflexión porque justamente es la diversidad la que permite abrirse a nuevas miradas, cuestionam­ientos y reflexione­s. Es por ello que la presencia de docentes más expertos, con competenci­as para el trabajo con adultos, potencia los procesos de transforma­ción, ya que facilita que el grupo se abra a la diversidad de experienci­as y saberes y que el diálogo se constituya en una instancia que permita a los sujetos involucrad­os reelaborar el significad­o que cada uno da a su práctica, potenciand­o así la capacidad para seguir aprendiend­o. (Ana María Cerda TaverneIsa­ura López Lillo, s/f)

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